Orchard, frenesí chivato:
– ¡Eh, yo conozco a ese Junior!
– ¿Y?
– ¡Y me chantajeó y se quedó con mi pasta!
– ¿Y?
– Y me robó mi… mis…
– Y te robó tus narcóticos ilegales. ¿Y?
– ¡Y ese tipo estaba drogado hasta las cejas!
– ¿Y?
– ¡Y soltaba no sé qué tonterías de «soy un genio criminal»!
– ¡Y se tomó lo mío! ¡Se tomó todas mis papelinas allí mismo, delante del club Alabam!
Confirmado por Tilly Hopewell.
– ¿Y?
– Y… y…
Golpeé su silla con la porra:
– ¿¿¿Y…???
– Y… Y conozco a Steve Wenzel. ¡Steve me dijo que Junior también le había ido con esa misma mierda!
También confirmado por Tilly. Observé a Leroy (demasiado callado), me fijé en sus dedos…
Hurgando en el cinturón, furtivos.
Levanté su silla y tiré del cinturón. Varias papelinas de caballo saltaron de sus pantalones. Improvisé:
– Mira, Pat, esto no se lo he encontrado al señor Carpen-ter, sino a ti. Y ahora, ¿tienes algo más que decir sobre Junior Stemmons, Steve Wenzel o tú mismo?
Leroy:
– ¡Estás loco, detective!
– ¿Y, señor Orchard?
– Y Steve dijo que había hecho un trato con ese loco. Junior prometió a Steve un montón de pasta para comprar ese montón de caballo. Hace un par de días, Steve me dijo que Junior necesitaba veinticuatro horas para conseguir el dinero.
– ¡Blandengue, chivato, hijo de puta! -Leroy.
Junior, chiflaaado. JACK, MÁTALE. Volteando la porra:
– Posesión de heroína con intención de vender. Conspiración para distribuir narcóticos. Agresión a un agente de policía, porque me acabas de dar un puñetazo. Y ADEMÁS, señor Orch…
– ¡Está bien! ¡Está bien! ¡Está bien!
Descargué un cachiporrazo sobre la mesa:
– ¿¿¿Y…???
– Y ese loco de Junior me obligó a ir con él al club Alabam. ¿Usted… usted conoce a ese policía boxeador?
– ¿Johnny Duhamel?
– Eso es. El que ganó los Guantes de Oro. Junior empezó a incordiar al… al…
La lengua trabada de mala manera. Le quito las esposas, dejo que se tranquilice. Leroy:
– ¿Qué, señor policía, le da miedo soltarme las manos a mí también?
– ¡Joder, así está mucho mejor! -Orchard.
– ¿¿¿Y…???
– Y Junior estaba espiando con micrófonos ocultos a ese chico de los Guantes de Oro.
– ¿Qué hacía Duhamel en el club Alabam?
– Parecía estar vigilando a los tipos reunidos en esa trastienda cerrada con cortinas que tienen en ese local.
– ¿Qué tipos? ¿Qué hacían allí?
– Parecían anotar cifras de esas máquinas tragaperras.
– ¿Y?
– Oiga, ¿no sabe decir otra cosa?
Di otro porrazo sobre la mesa. Fuerte. La hice saltar del suelo.
– ¿Y por qué te llevó Junior Stemmons al club Alabam?
Orchard, con las manos alzadas, suplicante:
– Está bien, está bien, está bien. Junior como se llame estaba hasta las cejas de polvos. Estuvo charlando con el hombre de los Guantes de Oro y le contó esa loca fantasía de que yo tenía un montón de pasta con la que comprar abrigos de visón. El policía boxeador casi se volvió loco tratando de hacer callar a Junior. Estuvieron a punto de llegar a las manos.
También vi a esos otros dos policías que conozco de vista, observando toda la escena con mucho interés.
– Describe a esos otros dos policías.
– Un aspecto poco recomendable, mierda. Un tipo rubio y corpulento y su compañero, delgado y con gafas.
Breuning y Carlisle: seguir desde allí:
Duhamel espiando la actividad con las máquinas tragaperras: ¿de servicio para la brigada Antibandas? Matones espiándole a él: ¿como sospechoso del robo de pieles?
Orchard:
– Mire, ya no tengo más «y esto, y lo otro…» para usted. A partir de aquí me puede amenazar con lo que quiera, pero todo cuanto le diga serán bobadas.
Presionar al otro tipejo:
– Canta, Leroy.
– «Canta», una mierda. Yo no soy ningún soplón.
– No, lo que eres es un vendedor de narcóticos independiente de poca monta.
– ¿Cómo dices?
– Digo que esta heroína es la paga de un mes para ti.
– Di también que tengo un fiador dispuesto a pagar mi fianza y un honrado abogado judío para defenderme. Si me encierra, me bastará con mi llamada telefónica. ¿Qué dices a eso, mierda de policía?
Le quité las esposas.
– ¿Nunca te ha dado una paliza Tommy Kafesjian, Leroy?
– Tommy K. no me asusta.
– Claro que sí.
– Una mierda.
– Una de tres: o le pagas protección, o le haces de soplón, o vendes para él.
– Una mierda.
– Bien, no creo que te dediques a los chivatazos, pero creo que tienes el cuello dolorido de tanto volverlo para ver si algún tipo de Kafesjian te descubre.
– Quizá sea verdad lo que dices, pero quizá los Kafesjian no sigan controlando el tráfico en el Southside mucho tiempo más.
– ¿Te lo ha dicho Junior Stemmons?
– Quizá sí. Pero quizás es sólo un rumor relacionado con esa gran movida federal en el Southside. Y, en cualquier caso, no soy ningún soplón.
El drogota, un tipo duro.
– Leroy, ¿por qué no me cuentas cómo te zurró Junior Stemmons?
– Que te jodan.
– ¿Por qué no me cuentas de qué hablasteis?
– Que jodan a tu madre.
– Mira, si colaboras conmigo, quizás eso ayude a arruinar a los Kafesjian.
– Que te jodan. No soy ningún soplón.
– Leroy, ¿conocías a un vendedor de marihuana llamado Wardell Knox?
– Que te jodan. ¿Y qué, si lo conocía?
– Le mataron.
– Vaya cosa, Sherlock.
– Verás, ahora mismo hay toda una campaña para aclarar esos homicidios de negros.
– Vaya cosa, Dick Tracy.
Duro y estúpido. Llevé a Orchard a la sala contigua y le esposé donde no pudiera moverse. Volví con Leroy:
– Háblame de ti y Junior Stemmons o te llevo a la calle Setenta y siete y le digo a Dudley Smith que tú mataste a Wardell Knox y abusaste de un puñado de chiquillos blancos.
Golpe de gracia. Dejé la heroína sobre la mesa.
– Cógela. No la he visto nunca.
Leroy recuperó sus polvos. Zooom… colaboración instantánea:
– Lo único que hicimos ese chiflado de Junior y yo fue hablar. Sobre todo, él habló y yo escuché, porque me sacó la pasta y unas cuantas papelinas y yo supe enseguida que lo que me enseñaba no era una placa de juguete.
– ¿Mencionó a Tommy Kafesjian?
– A Tommy en concreto, no.
– ¿A su hermana, Lucille?,
– No.
– ¿A un mirón que espiaba a Lucille?
– Tampoco. Sólo dijo que la familia Kafesjian estaba jodida, que lo iba a tener mal con ese asunto de los federales. Dijo que Narcóticos del LAPD iba a ser neutralizado por los federales y que él iba a ser el nuevo rey de la droga del Southside…
MATARLE.
»… ese desgraciado de policía moqueante volando con las narices llenas de droga. Dijo que tenía pruebas contra los Kafesjian, y acceso a la investigación de su jefe sobre el robo, que estaba lleno de cosas sucias para chantajear a J.C. Kafesjian…
MATARLE.
»… y dijo que iba a echar a los Kafesjian y robarles el territorio. Todavía ahora tengo que morderme la lengua para no echarme a reír. Después dijo que tiene algo contra esos hermanos que trabajan para Mickey Cohen. Dijo que preparan esos chantajes sexuales a estrellas de cine…
Las fichas de Junior: Vecchio y su servicio de sementales…
»… y lo mejor es que el pequeño Junior dice que va a apoderarse del reino de Mickey Cohen, aunque me parece que ya no es un reino tan apetecible.
– ¿Y?
– Y estoy pensando que el dinero y la droga que perdí merece la pena por coger a ese chiflado hijo de puta.
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