John Saul - Ciega como la Furia

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John Saul is an American author. His horror and suspense novels appear regularly on the New York Times Best Seller List.

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Ahora la expresión del mismo Carson se endureció.

– Está diciendo tonterías, Constance, y lo sabe. Esa casa nada tiene que ver con lo sucedido aquí.

– ¿Que no? -Apartándose de Carson, Constance Benson se acercó a la ventana, donde se quedó mirando hacia el cementerio. A la distancia, como grabadas contra el cielo, se dibujaban las líneas victorianas de la casa de los Pendleton.- No comprendo cómo pueden vivir allí -murmuró la mujer-. Ni siquiera usted pudo vivir allí después de lo de Alan Hanley. No tiene sentido alguno. Si yo fuera June Pendleton, empacaría mi ropa, tomaría a mi hijita y saldría de allí mientras aún pudiera hacerlo.

– Pues lamento que opine usted así -dijo bruscamente Josiah Carson-. Por mi parte creo que se equivoca, y me alegro de que los Pendleton estén aquí. Y espero que se queden, a pesar de lo sucedido. Ahora mejor será que vaya a ver a Estelle y Henry Peterson.

Cuando el médico salió de su casa, sin despedirse, Constance Benson estaba todavía de pie junto a la ventana, mirando a la distancia, sin revelar sus pensamientos.

Cal Pendleton subió corriendo los escalones hasta la galería delantera, abrió la puerta, luego la cerró con violencia al entrar.

– ¿Cal? ¿Eres tú?

La voz de June, desde la sala de recibo, expresó alarma, pero no tanta como la que sintió Cal cuando la encontró tranquilamente sentada en un sillón, bordando.

– Dios santo -exclamó él-. ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo puedes quedarte allí sentada? ¿Dónde está Michelle?

June lo miró boquiabierta, sorprendida por el tono estrangulado de su esposo.

– Estoy bordando -respondió vacilante-. ¿Y por qué no iba a estar aquí sentada? Michelle está arriba, en su habitación.

– No puedo creerlo -declaró Pendleton.

– ¿Que es lo que no puedes creer? Cal, ¿qué ocurre?

El médico se desplomó en un sillón, tratando de poner en orden sus ideas. Repentinamente ya nada tenía sentido.

– ¿Cuándo llegó Michelle a casa? -preguntó por fin.

– Hace unos cuarenta y cinco minutos, una hora tal vez-repuso June, dejando a un lado su bordado-. ¿Ha ocurrida algo?

– No puedo creerlo -murmuró Cal-. Simplemente no puedo creerlo.

– ¿No puedes creer queé cosa? -interrogó June-, ¿Quieres decírmelo, por favor?

– ¿No te contó Michelle lo que ocurrió hoy?

– No dijo gran cosa de nada -replicó June-. Entró, bebió un vaso de leche, dijo que la escuela estuvo "muy bien"… lo cual no estoy muy segura de creer… luego subió.

– ¡Jesús! – Era una locura, igual que una pesadilla. – Michelle debe de haber dicho algo. ¡Debe de haberlo dicho!

– Cal, ¡si no me dices qué está pasando, empezaré a gritar!

– ¡Susan Peterson está muerta!

Por un momento, June se limitó a mirarlo con fijeza como si no encontrara sentido a esas palabras. Cuando finalmente habló, fue en un susurro.

– ¿Qué quieres decir?

– Simplemente lo que dije. Susan Peterson está muerta, y Michelle lo vio suceder. ¿Realmente no te lo dijo?

Lo mejor que pudo, Cal repitió lo sucedido en casa de los Benson, y lo que había dicho Constancc Benson.

Mientras escuchaba, June sintió que en ella penetraba como un puñal el miedo, afilándose con cada palabra. Cuando Cal terminó, June apenas si pudo contenerse de temblar. No era posible que Susan Peterson estuviese muerta, y no era posible que Michelle hubiera visto algo.

De ser así lo habría dicho. Por supuesto que sí.

– ¿Y realmente Michelle no dijo nada cuando llegó a casa esta tarde?

– Nada. Ni una palabra. Es… es increíble.

– Es lo que me repito -Cal se puso de pie-. Mejor será que suba y hable con ella. No puede simplemente fingir que nada ocurrió.

Iba a salir del cuarto cuando June se levantó para seguirlo.

– Más vale que vaya contigo. Debe de estar horriblemente alterada.

Encontraron a Michelle tendida en su cama, con un libro apoyado en el pecho, su muñeca acomodada en la curvatura de su brazo izquierdo. Cuando sus padres aparecieron en la puerta, alzó la vista mirándolos con curiosidad. Cal fue directamente al grano.

– Michelle, creo que mejor nos dices que pasó esta tarde.

Michelle arrugó un poco la frente, después se encogió de hombros.

– ¿Esta tarde? No ocurrió nada. Volví simplemente a casa.

– ¿No te detuviste en el cementerio? ¿No hablaste con Susan Peterson?

– Tan solo un minuto -repuso Michelle.

Su expresión reveló a June que evidentemente no creía que valiera la pena hablar de eso. Cuando Cal empezó a exigir los detalles de la conversación, June lo interrumpió.

– No me dijiste que habías visto a Susan -dijo cuidadosamente, procurando no delatar nada.

Por alguna razón, parecía importante oír la versión de Michelle de lo sucedido desde su propio punto de vista y no como respuesta al impaciente interrogatorio de Cal.

– La vi solo durante uno o dos minutos -declaró Michelle-. Andaba correteando por el cementerio, y cuando le pregunte qué hacía, se puso a burlarse de mí. Me… me Ilamó lisiada y dijo que yo renqueaba.

– ¿Y qué hiciste tu? -preguntó June con suavidad. Sentándose en la cama, tomó en la suya la mano de Michelle, apretándola de manera tranquilizadora.

– Nada, iba a entrar en el camposanto, pero entonces Susan huyó corriendo.

– ¿Huyó corriendo? ¿Hacia adonde?

– No lo sé. Solo desapareció en la niebla.

Los ojos de June fueron hacia la ventana. Como durante todo el día, el sol resplandecía sobre el mar.

– ¿Niebla? Pero hoy no ha habido ninguna niebla.

Michelle miró perpleja a su madre; luego desvió la mirada hacia su padre. Parecía estar enojado. Pero ¿qué había hecho de malo? No lograba entender que pretendían de ella. Se encogió de hombros, desvalida.

– Lo único que sé es que cuando estaba en el cementerio, la niebla cayó de pronto. Era realmente espesa y no pude ver gran cosa. Y cuando Susan huyó corriendo, simplemente desapareció entre la niebla.

– ¿Oíste algo? -preguntó June.

Michelle pensó un momento; luego asintió con la cabeza.

– Hubo algo… una especie de grito. Creo que Susan debe de haber tropezado o algo así.

"Dios mío", pensó June. "No sabe. Ni siquiera sabe qué ocurrió".

– Entiendo -dijo con lentitud-. Y después de que oíste gritar a Susan, ¿qué hiciste?

– ¿Qué hice? Pues… pues me vine acá.

– Pero, querida -insistió June-. Si la niebla era tan densa ¿cómo pudiste encontrar el camino a casa.

Michelle le sonrió al responder:

– Fue fácil. Mandy me guiaba. La niebla no molesta a Mandy para nada.

Solo por pura fuerza de voluntad, June se contuvo de gritar.

CAPITULO 18

Esa noche, la cena fue casi intolerable para June. Michelle permanecía plácidamente sentada, evidentemente no afectada por lo que había sucedido esa tarde. El silencio de Cal, un silencio que había comenzado al contarle Michelle lo ocurrido esa tarde, flotaba sobre la mesa como una mortaja. Durante toda la comida la mirada de June voló desde su esposo a su hija mayor. Constantemente cautelosa, constantemente vigilante, a la espera de algo -cualquier cosa- que prestara a la atmósfera cierta normalidad.

Ese era el problema, comprendió mientras limpiaba la mesa cuando por fin terminó la comida… la situación se presentaba demasiado normal, y al parecer, era ella la única persona conciente de que no lo era. Mientras apilaba los platos en el fregadero, se encontró empezando a cuestionar su propia cordura. Dos veces se dispuso a salir de la cocina y se detuvo. Finalmente la tensión fue tanta, que no pudo soportarla.

– Creo que debemos hablar -dijo a Cal, entrando en la sala de recibo.

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