John Saul - Ciega como la Furia

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John Saul is an American author. His horror and suspense novels appear regularly on the New York Times Best Seller List.

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No se veía a Michelle en ninguna parte: June presumió que estaba en su habitación. Cal sostenía a Jennifer en las rodillas, haciéndola saltar suavemente y hablándole. Al oír a June, levantó la vista y observó cautelosamente a su esposa.

– ¿Hablar sobre que? -inquirió Cal, mirándola con fijeza. June pudo ver que ante sus ojos se alzaba un muro, un muro que amenazaba con dejarla totalmente afuera. El arrugó levemente el entrecejo, mientras la piel en torno a sus ojos se plegaba en profundas arrugas. Cuando habló lo hizo secamente.- No se que haya nada que hablar.

June movió un momento la boca; después recobró la voz.

– ¡Que no lo sabes! -exclamó, luego repitió la frase en voz más alta-. ¿Que no lo sabes? Dios mío, Cal, debemos buscar ayuda para ella.

¿Qué estaba haciendo él? ¿Acaso cerraba los ojos ante todo lo que estaba ocurriendo? Por supuesto que estaba haciendo eso. Ella pudo verlo en su expresión.

– No creo que haya nada tan terriblememente grave.

Eso era. Por eso él había estado tan silencioso desde que Michelle les relatara su versión de lo ocurrido por la tarde… simplemente estaba bloqueándolo todo. Pero June debía encontrar un modo de comunicarse con él.

– ¿Cómo puedes decir eso? -preguntó, esforzándose por mantener la voz calma y razonable -. Hoy Susan Peterson murió, y Michelle estuvo allí, lo vio, o por lo menos debió haberlo visto. Si realmente no lo vio, entonces tenemos más problemas de los que realmente yo misma pensé. No tiene ningún amigo, salvo Mandy, que es una muñeca, por amor de Dios. Y ahora está este asunto con la niebla. Cal, hoy no hubo ninguna niebla… lo sé, estuve aquí todo el día, y el sol brilló. ¡Cal, ella debe de estar perdiendo la vista! ¿Y dices que no crees que ocurra nada tan grave? ¿Acaso estás ciego tú? -June se interrumpió de pronto, dándose cuenta de que su voz se estaba poniendo chillona. Pero no importaba. Los ojos de Cal estaban helados ahora; June supo lo que iba a decir antes de que hablara.

– No quiero oír esto, June. Tú pretendes que crea que Michelle se ha vuelto loca. No es cierto. Ella está muy bien. Esta tarde sufrió un shock y lo bloqueó. Esa es una reacción normal. ¿Entiendes? ¡Es normal!

Aturdida, June se dejó caer en un sillón, mientras procuraba ordenar sus pensamientos con alguna coherencia. Cal tenía razón: no quedaba nada de que hablar… era necesario hacer algo.

– Ahora escúchame -oyó que decía Cal con voz calmada y palabras maniáticamente razonables-. Tú no estuviste allá esta tarde: yo sí. Oí lo que dijo Constance Benson, y oí lo que dijo Michelle, y no importa mucho a quién creas… Michelle nada tuvo que ver con lo ocurrido a Susan. Ni siquiera la señora Benson dijo que Michelle haya hecho algo… solo dijo que Michelle no reaccionó ante lo que pasaba. Y ¿cómo habría podido hacerlo? Debe de haberse hallado en estado de shock. ¿Cómo podía reaccionar entonces?

Con la mitad de su mente, June escuchaba lo que decía Cal, pero la otra mitad clamaba su protesta. El estaba deformando las cosas, obligándolas a parecer lo que él deseaba que parecieran.

– Pero ¿y la niebla? -insistió ella-. Michelle dijo que hubo niebla ¡y no la hubo! Maldito sea, no la hubo.

– No dije que la hubiera -respondió pacientemente Cal-. Tal vez Michelle sí vio lo que le pasó a Susan, y su reacción… la reacción que la señora Benson dijo que no huboo… fue simplemente cerrar su mente ante ello. Es posible que su mente haya inventado la niebla para ocultar lo que no quería ver.

– ¿Tal como tu mente está ocultando lo que tú no quieres ver? -June lamentó sus palabras tan pronto como las pronunció, pero no había modo de retirarlas. Parecieron golpear con fuerza física a Cal: hundió el cuerpo en su sillón y levantó apenas a Jenny, como si la pequeña fuese un escudo.- Lo siento -se disculpó June-. No debí haber dicho eso.

– Si eso es lo que piensas, ¿por qué no decirlo? -replicó Cal-. Subiré a acostarme. No veo mucho sentido en continuar con esto.

Observándolo irse, June no intentó retenerlo ni proseguir la conversación. Se sentía pegada a su sillón, incapaz de reunir fuerzas para levantarse. Escuchó mientras Cal subía las escaleras. Luego esperó hasta que sus pasos se apagaron rumbo al dormitorio de ambos. Entonces, cuando la casa quedó en silencio, trató de pensar, trató de obligarse a concentrarse en Michelle, y en lo que debía hacer por ella. Acorazándose por lo que podía estar por suceder, June tomó una decisión. No se dejaría disuadir.

El tiempo parecía haberse detenido para Estelle y Henry Peterson. Ahora, casi a la medianoche, Estelle permanecía silenciosamente sentada con las manos en el regazo, sin decir nada. Mostraba una expresión levemente perpleja, como si se preguntara dónde estaba su hija. Henry se paseaba de un lado a otro, con la cara muy enrojecida, mientras su indignación aumentaba a cada minuto. Si Susan estaba realmente muerta, alguien tendría la culpa.

– Dígamelo otra vez, Constance -pidió-. Dígame de nuevo qué pasó. Simplemente no puedo creer que no haya olvidado usted nada.

Incómodamente instalada en uno de los mejores sillones de Estelle, Constance Benson sacudió la cabeza, fatigada.

– Ya le conté todo, no queda nada por decir.

– Mi hija no habría corrido hasta caer por el borde de un risco -proclamó Henry, como si diciéndolo pudiera hacerlo cierto-. Esa niña tiene que haberla empujado. Tiene que haberlo hecho.

Constance mantuvo los ojos firmemente fijos en sus manos, mientras las retorcía nerviosamente en su regazo, deseando poder decir a Henry Peterson lo que éste quería escuchar.

– No lo hizo, Henry. Supongo que debe de haber dicho algo, pero no pude oírlo desde mi cocina. tY ni siquiera estaba muy cerca de Susan. Fue… bueno, fue muy extraño, nada más.

– Demasiado extraño, diría yo -murmuró Henry. Se sirvió un trago de whisky, lo bebió, luego se ajustó el sombrero en la cabeza diciendo: -Iré a hablar con Josiah Carson. Es médico… debe saber qué pasó.

Con paso majestuoso, salió de la habitación. Un momento más tarde la puerta de calle se cerró con violencia y se oyó ponerse en marcha el motor de un automóvil.

– Dios mío -suspiró Estelle-. Espero que no vaya a cometer ninguna imprudencia. Tú ya lo conoces. Susan se enoja tanto con él a veces… -Calló al comprender que Susan ya nunca volvería a enojarse con su padre. Miró a Constance Benson con expresión suplicante.- Oh, Constancc, ¿qué haremos? Simplemente no puedo creerlo. Sigo teniendo la sensación de que en cualquier instante Susan entrará por esa puerta y de que todo habrá sido un sueño. Un horrible sueño.

Acercándose al sofá, Constance atrajo hacia sí a Estelle, quien con el brazo consolador de Constance rodeándola, se abandonó a las lágrimas. Le temblaba el cuerpo y se enjugaba inútilmente los ojos con un pañuelo arrugado.

– Deja salir el llanto -le dijo Constance-. No puedes contenerlo y Susan no querría que lo hicieras. En cuanto a Henry, no te preocupes… se tranquilizará. Tiene que alborotar, eso es todo.

Estelle aspiró por la nariz y se enderezó un poco, tratando de sonreír a Constance, pero fue demasiado esfuerzo para ella.

– Constance, ¿estás segura de habernos contado todo? ¿No hubo algo que tal vez no quisiste decir frente a Henry?

– Ojalá lo hubiera -suspiró pesadamente Constance-. Ojalá hubiese algo que diera sentido a todo. Pero no lo hay. Lo único que sé es lo que dije tantas veces a la gente: no dejen que los niños jueguen cerca de ese cementerio. Es peligroso. Pero nadie me creyó y ahora mira lo que ha ocurrido.

Los ojos de Estelle se cruzaron con los de Constance Benson. Por un rato, las dos mujeres se miraron simplemente como si entre ellas hubiese una comunicación muda. Cuando por fin Estclle habló, lo hizo en voz baja y sumamente contenida.

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