John Saul - Ciega como la Furia
Здесь есть возможность читать онлайн «John Saul - Ciega como la Furia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Ciega como la Furia
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Ciega como la Furia: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ciega como la Furia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ciega como la Furia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ciega como la Furia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– ¿Papá?
Cal estaba sentado en su sillón, leyendo una revista, mientras June tejía, sentada frente a él.
– ¿Qué quieres? -preguntó él, obligándose a sonreír a su hija.
– ¿Quieres jugar una partida? -continuó la niña, haciendo sonar la caja de piezas.
Cal estaba por negarse amablemente, cuando June le lanzó una mirada de advertencia.
– Está bien -dijo sin entusiasmo-. Prepáralo mientras yo me sirvo un trago.
Michelle se depositó cuidadosamente en el suelo, con la pierna izquierda torpemente extendida, y empezó a colocar el tablero de ajedrez. Cuando su padre regresó, ella ya había hecho su primera jugada. Cal se acomodó en el suelo.
Michelle esperó.
El parecía estar estudiando el tablero, pero Michelle no estaba muy segura. Finalmente habló.
– Te toca a ti, papá.
– Ah, disculpa.
Automáticamente, Cal tendió la mano para responder a la apertura de Michelle. Esta arrugó un poco el entrecejo, preguntándose qué pasaba con el juego de su padre. Tentativamente, comenzó a prepararle una trampa.
De nuevo Cal permaneció silencioso, con la mirada fija en el tablero, bebiendo su copa, hasta que Michelle le recordó que le tocaba jugar. Cuando hizo su jugada, Michelle alzó la vista para mirarlo, asombrada. ¿Acaso él no veía lo que se proponía ella? Antes, nunca le dejaba salirse con la suya en esto. La niña adelantó su reina.
June dejó de lado su tejido y se acercó a mirar el tablero. Al ver la estrategia de Michelle, hizo un guiño a su hija; luego esperó a que Cal estropeara el gambito. Pero Cal no parecía advertir lo que le estaba sucediendo.
– Cal… te toca jugar.
El no respondió.
– No creo que le importe -susurró Michelle. Cal no dio muestras de oírla.- Papá -dijo -, si no quieres jugar, no tienes que hacerlo.
– ¿Que?
Cal salió de su ensueño y tendió la mano para hacer una jugada. Michelle, tentada por la falta de concentración de el, preparó rápidamente su trampa y esperó a que su padre escapara de ella. Estaba segura de que él la había estado azuzando. Ahora saldría con algo ingenioso, y empezaría la verdadera contienda. Michelle empezó a esperar con interés el resto de la partida.
Pero Cal se limitó a vaciar su vaso, hizo con indiferencia una jugada inútil y se encogió de hombros cuando Michelle colocó su reina y anunció el jaque mate.
– Ordena las piezas y lo haremos de nuevo -ofreció.
– ¿Para qué? -preguntó Michelle, fijando en su padre una mirada tempestuosa-. ¡No es nada divertido si tú ni siquieras vas a luchar!
Rápidamente arrojó las piezas dentro de la caja, se incorporó con esfuerzo y subió la escalera.
Tan pronto como ella se fue, habló June.
– Supongo que debería reconocerte el mérito de intentarlo. Aunque no la miraste, no le hablaste ni reaccionaste, al menos te sentaste frente a ella. ¿Qué sentiste?
Cal no dio respuesta alguna.
CAPITULO 15
Después de que Michelle desapareció dentro del edificio escolar, Cal permaneció largo rato sentado en su automóvil. Observaba la llegada de los otros niños, niños robustos, sanos, que iban brincando en la mañana otoñal, riendo unos con otros.
¿Acaso se reían de él?
Podía verlos desviar la mirada hacia él de vez en cuando. Sally Carstairs hasta le hizo un ademán de saludo. Pero después se alejaban riendo por lo bajo y cuchicheando entre sí, tal como si, de algún modo, supieran lo afectado que él estaba. Pero no podían saberlo. Eran solo niños. Y él era un médico. Alguien en quien confiar, a quien admirar.
Todo eso era una impostura. No confiaba en sí mismo ni se admiraba, y estaba seguro de que ellos lo sabían, sabía todo sobre los instintos de los niños… su capacidad para captar las vibraciones que los rodeaban. Inclusive los crios muy pequeños, cuidadosamente protegidos de la realidad, reaccionan a la tensión de sus padres. Estos niños, los niños por cuya, salud él quería ser responsable… ¿Qué pensaban de él? ¿Sabían acaso cómo era él en realidad? ¿Sabían que él les tenía miedo? ¿Sabían que el miedo se estaba conviniendo en odio?
Estaba seguro de que lo sabían.
Un automóvil se detuvo en el parque de estacionamiento contiguo a la escuela y Cal vio que Lisa Hartwick bajaba, lo miraba, lo saludaba y luego subía los escalones en pos de los últimos retrasados. Hizo girar la llave en la ignición, puso en marcha el automóvil y estaba por alejarse cuando vio que un hombre le hacía señas. El padre de Lisa, evidentemente. Cal puso el auto en neutro y esperó.
– ¿Doctor Pendleton? -Inclinándose junto al automóvil, el psicólogo introducía la mano por la ventanilla-. Soy Tim Hartwick.
Obligándose a sonreír jovialmente, Cal aceptó la mano que se le ofrecía.
– Por supuesto. El padre de Lisa. Tiene usted una hija maravillosa.
– ¿Aun cuando miente diciendo estar enferma?
– Todos lo hacen -respondió Cal-. Hasta Michelle hizo lo imposible por quedarse en cama unos días más.
– Pero a Michelle le pasaba algo -recordó Tim-. Lisa fingía directamente. Gracias por no permitirle salirse con la suya.
Cal se encogió de hombros.
– En realidad, ella misma lo confesó. Yo iba a meterle un bajalengua en la boca, y ella decidió que era mejor decir la verdad que atragantarse con la mentira.
– ¿Cómo sigue Michelle?
La pregunta tomó descuidado a Cal, que vaciló durante un segundo. Luego, con demasiada rapidez, replicó:
– Muy bien. Sigue muy bien,
Tim Hartwick arrugó la frente…
– Me alegro de oírlo. Corinne… la señorita Hatcher, la maestra de Michelle, estaba un poco preocupada. Dijo que el día de ayer fue difícil para Michelle. Pense que tal vez yo podría conversar con ella.
– ¿Con Michelle ?¿Por qué lo pide?
– Bueno, soy el psicólogo de la escuela, y si algún niño tiene un problema…
– Su propia hija es el problema, señor Hartwick. Ella miente, ¿recuerda usted? En cuanto a Michelle, está muy bien, perfectamente bien. Y ahora, si no tiene inconveniente, tengo algunos pacientes esperándome.
Sin esperar respuesta, puso el automóvil en marcha y partió.
Tim Hartwick se quedó pensativo en, la acera, viendo desaparecer calle abajo el automóvil de Cal. Evidentemente, aquel hombre estaba bajo presión. Demasiada presión. Si en verdad Michelle tenía problemas, Tim estaba seguro de saber cuáles eran sus raíces. Mentalmente tomó nota de hablar con Corinne al respecto y. si era necesario, con la madre de Michelle.
Este día fue peor aún. Michelle se sentía como una intrusa, un monstruo. Cuando sonó la última campana, se alegró de que sus padres fueran a buscarla.
Lentamente recorrió el pasillo. Cuando llegó a los escalones delanteros, todos sus condiscípulos habían desaparecido. Deteniéndose en lo alto de la escalera, miró alrededor.
Había todavía un grupo de niñas pequeñas, las de tercer grado, que jugaban saltando a la cuerda. Como no se veía por ninguna parte a sus padres, Michelle se instaló en el escalón más alto para mirarlas. Repentinamente una de las niñas pequeñas se separó del grupo, fue al pie de la escalera y desde allí miro a Michelle.
– ¿Quieres jugar con nosotras?
– No puedo -respondió Michelle ceñuda.
– ¿Por que no?
– Yo no puedo saltar.
La niñita pareció reflexionar sobre esta información. Luego animada, insistió:
– Bueno, podrías dar vuelta la cuerda, ¿verdad? Así yo tendría más vueltas.
Michelle lo pensó. Esa niña no parecía estar burlándose de ella. Finalmente se incorporó.
– Bueno. Pero prométeme no pedirme que trate de saltar.
– No lo haré. Me llamo Annie Whitmore. ¿Y tú?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Ciega como la Furia»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ciega como la Furia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Ciega como la Furia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.