– ¿De qué estás hablando?
– Es de un libro de texto, una imagen de un libro de anatomía. No llegues tarde. -El teléfono quedó muerto en mi mano.
– ¿Oísteis lo último? -Pregunté.
Lo habían hecho.
– ¡Joder! No pensé que Julian pudiera estar en peligro. ¿Por qué él?
– Fue el día en el que te arrimaste a él en la calle, cuando todo el mundo estaba mirando -aclaró Rhys.
– Había magos de la policía en la escena. Rhys, él podría haber estado trabajando en su propia escena del delito.
– Tiene sentido.
– Y sí ellos estuvieron observando la casa, saben que él se quedó y no se marchó hasta la mañana siguiente -puntualizó Doyle.
– Él ha estado viviendo con otro hombre durante más de cinco años. ¿Por qué no asumieron que dormiría con uno de vosotros?
– Porque Steve Patterson es heterosexual y debido a eso, antes pensará que fue con una mujer que con un hombre -dijo Rhys.
– Un libro de medicina. Ella va a matarle.
Rhys estaba apoyado en la entrada mientras Frost y Doyle se miraban el uno al otro.
– La cuestión es… ¿están ellos en esta dirección o van llevarse a Julian al punto de encuentro? -preguntó Rhys.
– ¿Qué le decimos a Lucy? ¿Se lo decimos a la policía? -pregunté.
Los hombres se miraron. Doyle dijo…
– Si no mezclamos a la policía podemos simplemente matarlos. No me quieren a tu lado, eso es bueno. Soy la Oscuridad. No me verán hasta que sea demasiado tarde.
– Si sólo planeamos matarlos, es más fácil -aclaró Rhys-. Más simple.
– ¿Cuál de las dos situaciones le da a Julian más posibilidades de salir sano y salvo? -Pregunté.
Otra vez intercambiaron miradas.
– La policía, no -aclaró Doyle.
Rhys asintió.
– Nada de policía.
Frost me abrazó, y susurró contra mi pelo…
– Nada de policía.
Y así, de esta manera, el plan cambió otra vez. No llamaríamos a la policía. Sólo los mataríamos. Debería de haber sido lo bastante humana para que esto me molestara, pero seguía oyendo la voz de Julian al teléfono y la voz de Bitter pidiéndole que gritara para ella. Seguía viendo a sus víctimas. Recordé mi sueño con Royal muerto de esa manera. Pensé en lo que ellos planeaban hacerle a Julian o lo que podrían estar haciéndole justo ahora. No me sentí mal cuando planeamos cómo llegar a esa dirección, explorarla sin ser descubiertos, y decidir la mejor manera de salvar a Julian. Si podíamos cogerlos vivos, lo haríamos, pero teníamos una única prioridad: sacar a Julian tan ileso como fuera posible, y si había muertos, que fueran Steve y Bittersweet. A partir de ahí, cualquier cosa era posible.
Rhys tenía razón. Era mucho más simple.
LA DIRECCIÓN CORRESPONDÍA A UNA CASA EN LAS COLINAS. Era una casa bonita, o lo había sido antes de que el banco la embargara y el mercado de la vivienda se derrumbara. Aparentemente nuestros asesinos en serie estaban ocupando la casa ilegalmente. Me pregunté qué harían si el agente inmobiliario se presentara de improviso con unos potenciales compradores. Probablemente mejor que eso no ocurriese.
Sholto regresó a Los Ángeles. Él era El Señor de Aquello Que Transita por el Medio. El espacio que había entre la fila de árboles y el patio de la casa era un lugar intermedio, lo mismo que allí donde la playa chocaba con el océano, o donde un campo cultivado colindaba con tierra virgen. Él podía traer a más de una docena de soldados hasta el mismo borde del patio. Pero eso era lo más cerca que podía llegar. Doyle se había encargado de inspeccionar el área y había encontrado que la casa estaba repleta de protecciones mágicas. Era una mezcla de magia humana y duende, mejor que cualquiera que hubiera visto en años, lo cual podía considerarse un elogio.
Eso quería decir que no podíamos abandonar nuestras protecciones y confiar en que no íbamos a necesitar a Sholto y sus refuerzos, quizás tendríamos que esperarnos hasta que llegaran para tirar abajo las paredes. Vendría con los Gorras Rojas porque a ellos las defensas mágicas no los detendrían. Sólo evitarían las ventanas y las puertas, que era lo que estaba más fuertemente protegido, y abrirían nuevas puertas en las mismas paredes donde no había defensas. Los semiduendes eran fuertes, pero no pensaban en ese tipo de fuerza bruta más de lo que lo hacían los humanos. Era una ventaja para nosotros, pero necesitábamos más.
Frost vendría con Sholto y los Gorras Rojas. Doyle iría en cabeza junto a Cathbodua y Usna, que eran los otros dos guardias de los cuáles, en verdad dijo…
– Pueden pasar inadvertidos casi tan bien como yo. Confiaría en ellos para hacer esto. -Una vez más, un gran elogio.
La pregunta era… ¿quién entraría conmigo como mis dos guardaespaldas? Barinthus pidió ir.
– Te he fallado, Merry. He sido arrogante y de poca utilidad, pero para esto soy ideal. Puedo soportar más lesiones que la gran mayoría de los sidhe. He usado la diplomacia durante siglos, aunque no porque me falte la habilidad para utilizar cualquier arma. -Doyle le había dado la razón en eso.
Barinthus había agregado…
– Y además soy una prueba para casi todo tipo de magia sin importar del tipo que sea.
Yo estudié su rostro, sin estar del todo segura de si no estaría jactándose de nuevo.
– Soy el mar hecho carne, Merry. No se puede incendiar el mar. No se puede secar. Ni siquiera se puede envenenar del todo. Puedes golpearlo, pero el golpe se volverá contra ti. Estar junto al mar me ha devuelto gran parte de mi poder. Permíteme hacer esto para ti. Déjame probar que era digno de ser el amigo de Essus, y que te soy leal.
Al final, tanto Doyle como Frost estuvieron de acuerdo en que él era una buena elección y así se convirtió en uno de los dos.
– El otro tengo que ser yo -dijo Rhys-. Soy el tercero al mando y casi tan bueno con las armas como los dos tipos grandes de aquí, mejor que ellos incluso, con un hacha. Y casi he vuelto a llegar a mi viejo nivel de poder. Puedo matar a un duende con sólo el roce de mi mano, me has visto hacerlo.
– ¿Has intentado hacerlo cuando el mundo de las hadas no está en contacto contigo o con tu víctima? -Pregunté.
Eso nos hizo pensar a todos. Al final él había salido al patio, a una zona que no se había convertido en parte del mundo feérico y encontró un insecto. Se aseguró de que a los semiduendes no les importaba que hiciera la prueba, y entonces lo tocó y le dijo que muriera. El insecto rodó patas arriba, convulsionó una vez, y murió.
– Ahora, si tan sólo recuperara también mis poderes de sanación -dijo Rhys.
Doyle había estado de acuerdo, pero para el trabajo de esta noche la muerte nos iría mejor. A las seis de la tarde teníamos nuestro plan montado y bastante gente para hacerlo funcionar. Es por eso que los reyes y las reinas necesitan a centenares de personas. A veces, necesitas soldados.
Sholto nos daría un poco de tiempo y después sacaría a todo el mundo por la pared al patio y los conduciría a otro patio a muchos kilómetros de distancia. Yo sabía que él lo podía hacer, y luego tendríamos toda la ayuda que necesitáramos, aunque durante unos pocos minutos, tendríamos que bastarnos a nosotros mismos. Barinthus y Rhys como mis guardias, y Doyle, Usna, y Cathbodua, que eran los que tenían la mayor probabilidad de pasar inadvertidos en la casa.
Algunos de nuestros semiduendes se mezclaron con los insectos locales en el límite de la propiedad en un macizo de flores silvestres cerca de la casa. Se suponía que nos harían saber si Bittersweet se volvía demasiado amarga demasiado pronto y comenzaba a cortar a Julian. Era lo único que podíamos hacer.
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