Laurell Hamilton - Delitos Menores

Здесь есть возможность читать онлайн «Laurell Hamilton - Delitos Menores» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Delitos Menores: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Delitos Menores»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Puede que me conozcas como Meredith Nic Essus, princesa del reino de las Hadas. O quizás, como Merry Gentry, detective privado de Los Ángeles. Tanto en el Mundo de las Hadas como en el mundo de los mortales, mi vida es objeto de intrigas reales y dramas célebres. Entre los míos, me he enfrentado a enemigos terribles, soportado la traición y maldad de mi familia y cumplido con el deber de engendrar un heredero… todo por el derecho de reclamar el trono. Pero le he dado la espalda a la Corte y a la corona, eligiendo el exilio en el mundo de los humanos… y en brazos de mis amados Frost y Oscuridad.
Puede que haya rechazado la monarquía, pero no puedo abandonar a mi gente. Alguien está matando hadas, lo que tiene desconcertado al Departamento de Policía de Los Ángeles y profundamente trastornados a mis guardias y a mí. Los de mi especie no son fáciles de matar o capturar… al menos, no por mortales. He de llegar al fondo de este espantoso asunto, aunque eso signifique enfrentarme a Gilda, el Hada Madrina, mi rival por la lealtad de las hadas de la ciudad de Los Ángeles.
Pero suceden las cosas más extrañas. Mortales a los que una vez sané usando la magia, de pronto obran milagros, un impactante fenómeno que siembra el caos en las relaciones entre humanos y hadas. Aunque yo soy inocente, soy sospechosa de realizar actividades mágicas ilícitas.
Creía que había dejado atrás la sangre y la política en mi turbulento reino. He soñado con llevar una vida idílica en la soleada ciudad de Los Ángeles al lado de mis amados. Pero ha llegado el momento de despertar y darme cuenta de que el mal no tiene fronteras y de que nadie vive para siempre… ni siquiera si son mágicos.

Delitos Menores — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Delitos Menores», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El Fear Dearg se rezagó para hablar con nosotros.

– Nunca he visto a un sidhe que fuera capaz de usar el encanto tan bien.

– Eso es adulación viniendo de ti -le dije-. Tu gente es conocida por su habilidad con el encanto.

– Todos los duendes menores son mejores con el encanto que las hadas mayores.

– He visto a un sidhe hacer que la basura pasara por un banquete y hacer que las personas se lo coman -le contesté.

Doyle añadió…

– Y un Fear Dearg necesita una hoja para crear dinero, una galleta para hacer un pastel, un leño para conseguir una bolsa de oro. Tú necesitas algo que se pueda unir al encanto para que funcione.

– Igual que yo -dije, pensando en eso…-Igual que el sidhe que vi que era capaz de hacerlo.

– Oh, pero hubo un tiempo en que los sidhe podían conjurar castillos por arte de magia, y comida para tentar a cualquier mortal que fuera mera apariencia -dijo el Fear Dearg.

– No he visto… -Entonces me detuve, porque a los sidhe no les gustaba admitir en voz alta que su magia se estaba desvaneciendo. Se consideraba grosero, y si la Reina del Aire y la Oscuridad te oían, el castigo podía ser una bofetada, si tenías suerte, y si no, sangrarías dolorosamente por recordarle que su reino disminuía.

El Fear Dearg dio un pequeño salto, lo que forzó a Frost a retroceder un poco de su posición a mi lado, para no pisar al semiduende. Doyle le gruñó, un gruñido bajo y profundamente retumbante que correspondía al enorme perro negro en el que podía convertirse. Frost avanzó, obligando al Fear Dearg a dar un paso delante para no ser pisoteado.

– Los sidhe siempre han sido mezquinos -dijo él, como si no le molestara en absoluto-, pero tú decías, mi reina, que nunca habías visto un encanto así en los sidhe. No, en tu vida, ¿eh?

La puerta del Fael estaba ahora frente a nosotros. Era toda de cristal y madera, muy pintoresca y anticuada, como si fuera una tienda con décadas a sus espaldas.

– Necesito hablar con uno de los semiduendes -le dije.

– Sobre los asesinatos, ¿eh? -preguntó él.

Por un momento nos quedamos inmóviles, y de repente me encontré detrás de los hombres y sólo podía vislumbrar el borde del abrigo rojo que cubría su cuerpo.

– Oh, eh -dijo el Fear Dearg con una risita-. Pensáis que fui yo. Pensáis que rajé sus gargantas.

– Lo hacemos ahora -dijo Doyle.

El Fear Dearg se rió, y fue la clase de risa que te daría miedo si la oías en la oscuridad. Era la clase de risa que disfrutaba del dolor.

– Podéis hablar con la semiduende que consiguió escapar hasta aquí con el cuento. Estaba repleta de toda clase de detalles. Histérica estaba, balbuceando acerca de los muertos, vestidos como se describía en los cuentos para niños, con flores aferradas en sus manos. -Dejó escapar un sonido asqueado-. Toda hada sabe que ninguna hada de las flores arrancaría una flor y la mataría. Las cuidan.

No había pensado en eso. Él tenía toda la razón. Era un error humano, igual que la puesta en escena de los cadáveres. Algunos duendes podían mantener viva una flor arrancada, pero no era un talento común. A la mayoría de los semiduendes no les gustaban los ramilletes de flores. Olían a muerte.

Quienquiera que fuera nuestro asesino, era humano. Necesitaba informar a Lucy. Pero tuve otra idea. Intenté empujar más allá de Doyle, pero fue como intentar mover una pequeña montaña; podías empujar, pero no conseguías demasiado. Hablé por su lado.

– ¿La semiduende vio los asesinatos?

– No -…y lo que pude ver de la pequeña cara arrugada del Fear Dearg pareció verdaderamente triste… -ella había ido a cuidar las plantas que tenía en la ladera y cuando llegó, la policía ya estaba allí.

– Aún así necesitamos hablar con ella -le dije.

Por un resquicio entre los cuerpos de Doyle y Frost, pude ver que él asintió con la cabeza.

– Está en la parte de atrás con Dobbin tomando algo para calmar sus nervios.

– ¿Cuánto tiempo lleva aquí?

– Pregúntaselo tú misma. Dijiste que querías hablar con un semiduende, no con ella específicamente. ¿Por qué querías hablar con uno, mi reina?

– Quería advertir a los demás de que podrían estar en peligro.

Él se volvió de manera que un ojo miró fijamente por el hueco que los hombres nos habían dejado. El rabillo de ese ojo negro se curvó hacia arriba, y me di cuenta de que estaba sonriendo abiertamente.

– ¿Desde cuándo le importa una mierda a los sidhes cuántas hadas de las flores se pierden en Los Ángeles? Una docena desaparece cada año debido al exceso de metal y tecnología, pero ninguna Corte del mundo de las hadas las dejará volver ni siquiera para salvar sus vidas. -La gran sonrisa se desvaneció cuando dejó de hablar, pareciendo enojado.

Peleé por no dejar traslucir mi sorpresa. Si lo que él acababa de decir era cierto, yo no lo había sabido.

– Me importa o no estaría aquí.

Él asintió con la cabeza, solemne.

– Espero que te importe, Meredith, hija de Essus, espero que verdaderamente te importe.

Frost se giró, dejando que Doyle mantuviera su completa atención sobre el Fear Dearg. Frost miraba detrás de nosotros y me di cuenta de que teníamos detrás un corrillo de gente formando fila.

– ¿Os importa? -preguntó un hombre.

– Lo siento -dije, y sonreí-. Nos poníamos al día con unos viejos amigos. -Él sonrió antes de poder contenerse, y su voz sonó algo menos irritada cuando dijo… -Bien, ¿podéis poneros al corriente dentro?

– Sí, por supuesto -le contesté. Doyle abrió la puerta, hizo al Fear Dearg pasar primero, y después entramos nosotros.

CAPÍTULO 5

EL FAEL ESTABA TODO FORRADO DE MADERA PULIDA, amorosamente tallada a mano. Sabía que casi toda la carpintería interior había sido recuperada de un viejo salón/bar del Oeste que estaba siendo demolido. La fragancia de algo herbal y un dulce perfume se mezclaban refinadamente con el exquisito aroma del té, y sobre todo ello se percibía el olor del café, tan intenso que podías paladearlo. Justo en ese momento debían de haber molido un poco para algún cliente, ya que Robert siempre insistía en que el café estuviese herméticamente cerrado. Quería mantener su frescor, pero también intentaba que el intenso aroma del café no aplastara la fragancia más suave de sus tés.

Todas las mesas estaban ocupadas, y había personas sentadas en la barra, tomando su té o esperando para ocupar una mesa. Casi había el mismo número de humanos que de duendes, aunque estos últimos eran todos duendes menores. Si dejara caer el encanto habríamos sido los únicos sidhe. No había demasiados sidhe exiliados en Los Ángeles, pero los que estaban aquí veían al Fael como un local para seres inferiores. Había un par de clubes lejos de aquí que atendían a los sidhe y a los aspirantes a sidhe. Ahora que había aclarado la piel de Doyle, sus orejas le señalaban como a un posible aspirante que había conseguido esas orejas puntiagudas gracias a unos implantes, con el fin de parecer un duende. De hecho, había otro hombre alto sentado en una mesa lejana con sus propios implantes. Incluso se había dejado crecer su cabello rubio y lacio. Era guapo, pero había algo en sus anchos hombros que hablaba de muchas horas de gimnasio, y también una aspereza que le señalaba como humano y no como sidhe, como una escultura no lo bastante pulida.

El rubio aspirante a duende clavó su mirada en nosotros. La mayor parte de los clientes nos había mirado al entrar, pero luego la mayoría apartó la mirada. El rubio nos seguía mirando fijamente por encima del borde de su taza de té, y no me gustó tal nivel de atención. Era demasiado humano para ver a través de nuestro encanto, pero no me gustaba él. No estaba segura del por qué. Era casi como si le hubiera visto antes en alguna parte, o como si tuviera que conocerle. Era simplemente una sensación molesta. Probablemente sólo estaba siendo quisquillosa. Los escenarios homicidas consiguen eso a veces, te hacen ver tipos malos por todas partes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Delitos Menores»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Delitos Menores» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Laurell Hamilton - Dancing
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Shutdown
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Pocałunek Ciemności
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - El Legado De Frost
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - El Cadáver Alegre
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Placeres Prohibidos
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Besos Oscuros
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Kiss The Dead
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Grzeszne Rozkosze
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Hit List
Laurell Hamilton
Laurell Hamilton - Flirt
Laurell Hamilton
libcat.ru: книга без обложки
Laurell Hamilton
Отзывы о книге «Delitos Menores»

Обсуждение, отзывы о книге «Delitos Menores» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x