Las sesiones de posado estaban teniendo lugar en el domicilio de la suiza, un dúplex muy amplio con grandes ventanales en el piso superior, por los que entraba la luz a raudales. Durante los posados, que se hacían a salto de mata, pues ninguna de las dos tenía urgencia alguna para terminar el cuadro, conversaban de lo divino y de lo humano, aunque en los últimos tiempos y por razones obvias, sus charlas se habían convertido prácticamente en monotemáticas.
Llevaban hablando casi una hora de Daniel, sobre un fondo musical de highlights de ópera, cuando la pintora hizo un inciso pictórico-artístico antes de volver a la carga con el tema anterior.
– ¿Sabes una cosa? -dijo Marie-Christine mientras mezclaba sobre la paleta los dos colores que había decidido emplear para hacer justicia a la espectacular melena rizada de su amiga-. Normalmente, un cuadro como el tuyo lo habría hecho alla prima, pero me gusta tanto hablar contigo que he decido hacerte un retrato más minucioso.
– ¿ Alla prima? -repitió Alicia descomponiendo la figura y provocando que su amiga tuviera que hacerle un gesto con la mano para que volviera a adoptar la postura original.
– Alla prima es como pintan los pintores de paisaje. Van Gogh, por ejemplo, casi siempre completaba la obra en una sesión, creando una masa de pinceladas aplicadas con gran rapidez. La pintura se vuelve mucho más excitante y espontánea, porque hay que aplicar el pincel rápidamente y con confianza. Yo suelo lograr así, incluso con los retratos, mucho mejores resultados que en obras de estudio más trabajadas, además de que es mucho más llevadero para la modelo, claro.
– No te preocupes por mí. Estas sesiones me están viniendo de miedo para desahogarme.
Las dos amigas callaron durante un minuto para escuchar cómo María Callas remataba la cabaletta de La Traviata:
Sempre libera degg'io
Folleggiar di gioia in gioia,
Vo' che scorra il viver mi ó
Pei sentieri del piacer.
Mecida por la música de Verdi y por vez primera desde su airada salida del restaurante en Madrid, Alicia pudo pensar en Daniel no solo sin despecho, sino incluso con ternura, al recordar cómo este le había explicado, la noche en que se habían conocido, por qué las cabalettas eran llamadas así: a diferencia de lo que ocurre en las arias, la orquesta acompaña al cantante con un ritmo que recuerda el galope de un caballo.
La voz de Marie-Christine la sacó de su ensimismamiento:
– Yo que tú me plantearía el tema del bebé de la siguiente manera. Si no existiera Daniel, ¿te animarías a tener el hijo tú sola?
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Alicia sobresaltada-. Daniel existe, tenemos una relación sólida que se prolonga desde hace tres años.
– Sí, pero tienes que estar preparada, no te muevas, por favor, para que en caso de una crisis prolongada, o incluso definitiva, no te encuentres tú, de golpe y porrazo, sola, en un país que no es el tuyo y con un niño que has tenido sobre todo para complacer a tu novio.
– Lo que no voy a hacer de ninguna manera es interrumpir el embarazo sin decírselo antes a Daniel.
– ¿Le vas a llamar tú?
– Creo que le toca a él mover ficha. Claro que si dentro de una semana no ha dado señales de vida, tendré que hacerlo yo, porque tengo que tomar una decisión.
– Retírate un poco el pelo de la cara, por favor. ¿Crees que te llamará?
– No tengo ni idea. La última vez que hablé con él ya estaba como en otro mundo.
– ¿Qué tal le va con su libro sobre Beethoven?
– Incluso el libro, que ya le tenía absorto, ha pasado ahora a segundo plano. Ahora lo único que le preocupa es el manuscrito de la Décima Sinfonía y la resolución de un enigma musical que le ha planteado la juez que instruye el caso Thomas.
– Ah, sí, he leído los periódicos. Siguen sin atrapar al que lo hizo.
Tras distanciarse del lienzo unos pasos para contemplar su obra más globalmente, Marie-Christine dejó súbitamente los pinceles sobre el caballete y luego le acercó a su amiga un kimono de color turquesa para que se cubriera. Después dijo:
– Ya me he cansado, no estoy hecha para pintar cuadros tan planificados.
– ¿Puedo ver cómo vamos?
– Ni soñarlo. Pero lo verás pronto, calculo que terminaremos dentro de un par de sesiones. Te he preguntado por el libro de Daniel porque esta mañana, navegando en internet, he descubierto algo que estoy segura de que le va a interesar.
Cuando Marie-Christine le mostró a Alicia el recorte de prensa que había impreso hacía unas horas, comprendió que, a pesar de la crisis, tema que enviarle inmediatamente un e-mail a su novio.
Alicia no quiso que Daniel supiera que el e-mail era suyo, por lo que creó una cuenta llamada ludwig10@hotmail.com y le envió el mensaje anónimamente. A continuación consultó en una página de trucos en internet cómo enviar un sms sin revelar el número propio y le avisó de que tenía un correo sobre Beethoven.
Daniel fue derecho al ordenador y cliqueó en la pestaña de enviar y recibir mensajes. Tras el spam, llegó un archivo ejecutable de su colega Villafañe, que prefirió no abrir, ya que solían decepcionarle bastante las bromas de internet que este había cogido la costumbre de enviarle por correo y, por último, apareció en la bandeja de entrada el mensaje de Alicia. En la casilla «Asunto» ponía:
Descubierto nuevo cuadro de Beethoven.
Y el cuerpo del mensaje decía:
DESCUBIERTO UN RETRATO DE BEETHOVEN DONDE EL COMPOSITOR APARECE SONRIENDO.
Actualizado viernes 25/09/2007 23.37 (CET)
EFE
MUNICH. Este año se conmemora el 150 aniversario de la muerte del pintor alemán Joseph Karl Stieler, un famoso retratista de la escuela neoclásica que trabajó, entre otros, a las órdenes del rey Luis I de Baviera. Con este motivo se inauguró en Munich, ciudad en la que falleció el artista, una exposición que recoge cincuenta obras del pintor.
El comisario de la muestra, el profesor de historia Hans Rottenhammer, decidió crear un catálogo de la obra completa de Stieler y verificar la autenticidad de todas sus pinturas. El mayor atractivo de la exposición y la gran sorpresa para el mundo artístico alemán ha pasado a ser el retrato del compositor Ludwig van Beethoven, a quien Stieler ya había inmortalizado en 1820. El cuadro recién descubierto, que se creía que era el retrato de un médico o de un rabino, proviene de la colección privada del príncipe Louis-Pierre-Toussaint-Baptiste Bonaparte, heredero al trono de Francia y descendiente directo de Napoleón Bonaparte.
«El retrato posee todos los rasgos típicos del estilo tardío de Stieler, sus características pinceladas y una exquisita selección de los colores» -afirmó el profesor Rottenhammer. De los aproximadamente quince retratos que se conservan de Beethoven, este es el único en el que el siempre malhumorado genio aparece sonriendo, por lo que nadie había pensado hasta ahora que pudiera representar al sordo de Bonn.
La noticia reproducía a pequeña escala el retrato de Beethoven, pero a pesar del reducido tamaño, la sonrisa del músico era claramente perceptible. Era un gesto burlón y misterioso, que recordaba el rictus enigmático de La Gioconda de Leonardo.
Daniel intentó buscar en internet alguna otra página relacionada con la aparición del cuadro, pero la noticia era muy reciente y todavía no había causado un gran revuelo en la prensa electrónica. Entró en la sección de alertas de Google y creó media docena de ellas, para que le avisaran de cualquier noticia que se publicara en internet sobre la pintura, que le pareció fascinante. La mirada de Beethoven era tan expresiva que en ese mismo instante decidió que esa iba a ser la portada de su ensayo sobre el músico. Luego consultó las páginas de los principales museos de la ciudad y averiguó que la exposición se había montado en la Neue Pinakothek, un edificio espléndido que había sido destruido durante la Segunda Guerra Mundial y vuelto a levantar en 1981, según un diseño de Alexander von Branca. El museo era el más importante del mundo en lo tocante a pintura del siglo XIX. El merchandising de los principales museos de la ciudad estaba centralizado a través de una institución llamada Cedon Museum Shops, y Daniel comprobó con satisfacción que en la página web de la tienda no solo era posible comprar el póster del cuadro sino también el catálogo de toda la exposición, e incluso una alfombrilla para el ratón. Añadió los tres artículos al carrito de la compra y comprobó con desagrado que le facturaban casi cien euros por el lote; pero el material era tan valioso para él que cursó la orden de igual modo.
Читать дальше