Ian Rankin - El jardínde las sombras

Здесь есть возможность читать онлайн «Ian Rankin - El jardínde las sombras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El jardínde las sombras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El jardínde las sombras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Rebus se desvive por llegar al fondo de una investigación que podría desenmascarar a un genocida de la segunda guerra mundial, asunto que el gobierno británico preferiría no destapar, cuando la batalla callejera entre dos bandas rivales llama a su puerta. Un mafioso checheno y Tommy Telford, un joven gánster de Glasgow que ha comenzado a afianzar su territorio
Rebus, rodeado de enemigos, explora y se enfrenta al crimen organizado; quiere acabar con Telford, y así lo hará, aun a costa de sellar un pacto con el diablo.

El jardínde las sombras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El jardínde las sombras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Lo siento, John. No hay nada nuevo.

– ¿Nada de nada? ¿Y las cintas robadas? -Pryde negó con la cabeza-. Qué curioso, acabo de hablar con alguien que asegura saber quién las vendió y de dónde las sacó.

Pryde se recostó en la silla.

– Ya me extrañaba a mí que hubieses dejado de darme la tabarra. ¿Qué hiciste, contratar un detective? -exclamó encendido-. Me mato a trabajar en el caso, y tú lo sabes, John… ¿Es que desconfías de lo que hago?

– No es eso, Bill -replicó Rebus a la defensiva.

– ¿Quién te informa?

– Es gente de la calle.

– Pero bien relacionada, por lo que dices. -Hizo una pausa-. ¿Delincuentes?

– Mi hija está en coma, Bill.

– Me doy cuenta perfectamente. ¡Contesta a mi pregunta!

Los de las otras mesas miraban y Rebus bajó la voz.

– Confidentes míos.

– Dime sus nombres.

– Vamos, Bill.

Pryde agarró con fuerza la mesa.

– Estos últimos días pensé que habías perdido interés, incluso que no querías saber lo que había pasado. -Hizo una pausa, pensativo-. ¿No habrás recurrido a Telford o… a Cafferty? ¿Es eso? -añadió entornando los ojos.

Rebus volvió la cabeza.

– Cielo santo, John… ¿a cambio de qué? Te entrega el que iba al volante, ¿a cambio de qué?

– No es eso.

– No puedo creerme que te fíes de Cafferty. ¡Tú, que fuiste quien le metió entre rejas, por Dios bendito!

– No es una cuestión de confianza.

Pryde meneó la cabeza de un lado a otro.

– Hay una raya que no se puede traspasar.

– Cálmate, Bill. No hay tal raya -replicó Rebus abriendo los brazos-. Dime tú dónde está si es que existe.

– Aquí -contestó Pryde dándose unos golpecitos en la frente.

– Pura ficción.

– ¿De verdad lo crees?

Rebus buscó una réplica, pero se recostó de golpe contra la mesa y se pasó las manos por la cabeza. Recordaba algo que Lintz había dicho en cierta ocasión: «No es que cuando dejamos de creer en Dios de pronto no creamos en "nada"… Creemos en cualquier otra cosa».

– John -oyó que le llamaban-, al teléfono.

Rebus miró a Pryde.

– Después hablamos -dijo dirigiéndose a otra mesa para atender la llamada.

– Rebus al habla.

– Soy Bobby Hogan.

– ¿Qué quieres, Bobby?

– Para empezar, me podrías ayudar a quitarme de encima a este gilipollas de la Brigada Especial.

– ¿Abernethy?

– Es como mi sombra.

– ¿Sigue llamándote?

– Cielo santo, John, ¿es que no me escuchas? Lo tenemos aquí.

– ¿Cuándo ha llegado?

– No se fue.

– ¡Aguanta!

– Y no para de darme la lata. Dice que a ti te conoce hace tiempo. ¿Por qué no le hablas tú?

– ¿Estás en Leith?

– ¿Dónde, si no?

– Dentro de veinte minutos me tienes ahí.

– Me ha cabreado tanto que recurrí a mi jefe, cosa que rara vez hago -dijo Bobby Hogan.

Estaba tomando café como si fuese cuestión de vida o muerte, tenía desabrochado el cuello de la camisa y la corbata floja.

– Pero claro -prosiguió-, su jefe habló con el mío y al final me han amonestado para que colabore.

– ¿En qué sentido?

– Lo primero, que no diga a nadie que él sigue aquí.

– Gracias por la confianza. ¿Y qué está haciendo?

– ¿Ése?, todo: quiere asistir a los interrogatorios, copia de las grabaciones y de las transcripciones, examinar toda la documentación, saber qué pasos tengo previstos y qué he desayunado…

– Supongo que su intromisión no te sirve precisamente de ayuda.

El modo en que le miró era de sobra elocuente.

– A mí no me importa que le interese el caso, pero lo que hace es obstaculizarlo y llevarlo a un punto muerto.

– Quizás es lo que pretende.

Hogan alzó la vista de la taza.

– No lo comprendo.

– Ni yo. Escucha, si está entorpeciendo tu trabajo, vamos a montar un número a ver cómo reacciona.

– ¿Qué clase de número?

– ¿A qué hora tiene que venir?

Hogan consultó el reloj.

– Dentro de una media hora. Le doy el parte al final de la jornada.

– Hay tiempo. ¿Puedo usar tu teléfono?

Capítulo 29

La sorpresa de Abernethy nada más entrar fue mayúscula. En el espacio destinado a la investigación del caso -el cuarto de Hogan- veía ahora tres personas enfrascadas en un ritmo de trabajo endiablado.

Hogan estaba al teléfono consultando con un bibliotecario una lista de libros y de artículos sobre la Ruta de Ratas, Rebus revisaba y ordenaba papeles, tomando notas y haciendo dos montones. Y allí estaba también Siobhan Clarke hablando por teléfono con una organización judía para que le enviasen una lista de criminales de guerra. Rebus saludó a Abernethy con una inclinación de cabeza sin dejar de trabajar.

– Pero ¿qué pasa aquí? -preguntó Abernethy quitándose la gabardina.

– Estamos echando una mano a Bobby porque tiene muchas pistas que aclarar… -dijo Rebus-. Y, además, hay interés por parte de la Brigada Criminal -añadió señalando a Siobhan con la cabeza.

– ¿Desde cuándo?

– El caso puede ser más grave de lo que pensamos -comentó Rebus esgrimiendo un papel.

Abernethy miró a un lado y otro con deseo de hablar con Hogan, pero éste no soltaba el teléfono. El único interlocutor posible era Rebus.

Tal como había planeado el propio Rebus.

A Siobhan le había explicado el plan en apenas cinco minutos, pero ella era una actriz consumada, sobre todo en mantener por teléfono una conversación ficticia. Además, a Hogan, el inexistente bibliotecario le hacía en aquel momento preguntas cruciales y Abernethy se quedó de piedra.

– ¿En qué sentido?

– En realidad -dijo Rebus soltando una carpeta-, podrías ayudarnos.

– ¿De qué manera?

– Siendo de la Brigada Especial tendrás acceso a los servicios secretos. -Hizo una pausa-. ¿No?

Abernethy se pasó la lengua por los labios y se encogió de hombros.

– Mira -prosiguió Rebus-, sospechamos que podrían existir varios móviles en el asesinato de Joseph Lintz, pero uno que prácticamente habíamos desechado la sugerencia de Abernethy, según Hogan) tal vez sea la clave. Me refiero a la Ruta de Ratas. ¿Y si la muerte de Lintz estuviera directamente relacionada con eso?

– ¿En qué sentido?

Rebus se encogió de hombros.

– Por eso necesitamos tu ayuda. Habría que examinar toda la información existente sobre la Ruta de Ratas.

– Eso nunca existió.

– Qué raro, hay muchos libros en que se afirma lo contrario.

– Erróneamente.

– Además, están los supervivientes… Bueno, estaban antes de los suicidios, accidentes de automóvil, caídas por la ventana, etcétera. Lintz no es más que uno en una larga lista de muertos en extrañas circunstancias.

Siobhan Clarke y Bobby Hogan ya habían acabado de hablar por teléfono y escuchaban.

– Trepas al árbol que no es -dijo Abernethy.

– Bueno, si estás perdido en medio del bosque, cualquier árbol te permite una visión más clara.

– Esa Ruta de Ratas no existe.

– ¿Habla el experto?

– Yo he recogido…

– Sí, sí, todo cuanto hay investigado. ¿Y a qué conclusión has llegado? ¿Van a procesar a alguien?

– Es pronto para poder decir…

– Y pronto será demasiado tarde porque los pocos que quedan no van a rejuvenecer precisamente. Es lo mismo que sucede en toda Europa: con tanta demora en los procesos los acusados llegan a la edad de palmarla o de volverse lelos, con el resultado de que no se celebra juicio.

– Oye, eso no tiene nada que ver con…

– ¿Por qué estás tú aquí, Abernethy? ¿Por qué viniste a hablar con Lintz?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El jardínde las sombras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El jardínde las sombras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El jardínde las sombras»

Обсуждение, отзывы о книге «El jardínde las sombras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x