Helié miró al chico un momento. No sé si estaba satisfecho o contrariado al ver que su aprendiz lo repudiaba. Su rostro no me dijo nada.
Habló sólo después de una larga pausa. Me dijo:
– Lleváoslo con vos al otro lado de la muralla. Enviadlo a casa. Yo me ocuparé de lo de aquí.
Esto es, en esencia, lo que ocurrió. Volví a escalar la muralla detrás de Martin. Helié se quedó. No sé qué hizo con el cadáver, pero el hecho es que no se ha encontrado nunca ni rastro del hermano Henri, el dominico. No me sorprendería que lo hubiera despedazado y quemado después. Soy de la opinión, que también es la de Na Berengaria, que aquel hombre estaba poseído por el demonio. Aquella noche el diablo miraba a través de sus ojos. Yo lo vi. El chico lo vio. Martin temblaba de tal manera cuando saltamos la muralla que temí por él.
Aquella fue la última vez que vi al hombre que se hacía llamar Helié Seguier. Abandonó Narbona al día siguiente. He oído decir que hizo ordenar sus asuntos por un notario cuyo nombre he olvidado; el aprendiz heredó su casa. Me he encontrado una o dos veces con el muchacho por la calle, aunque de eso hace tiempo. No volvió a comparecer nunca más en la tienda de los Donas. Cuando nuestras miradas se encontraron, él desvió la suya.
Creo que ha repudiado la doctrina de la Santa Pobreza.
No sé adonde habrá ido a parar Helié. No he hecho pesquisas. Aunque en una ocasión se confesó seguidor de Pierre Olivi, no creo que lo fuera, pese al hecho de que no informó sobre nosotros. No me preguntéis cuáles eran sus motivos, jamás los entendí. Quiera Dios que no llegue a entenderlos nunca, ya que Helié Seguier era un ser extraño, un ser profano, acosado por malos pensamientos.
Deberíais saberlo, pues era una criatura vuestra.
La manzana caída nunca está lejos del árbol.
Este libro está basado en hechos reales; en ellos intervienen muchas personas también reales. Sus historias figuran en parte en los registros inquisitoriales de la época.
Blaise Bouer y Berengar Blanchi, por ejemplo, fueron juzgados por la Inquisición en 1325. Blaise se ganó el perdón a cambio de ir a Sicilia en busca de otros herejes; en 1328 fue absuelto y puesto en libertad.
Berengaria Donas fue juzgada en 1326, el mismo año que Guillaume Ademar y Pierre Espere-en-Dius. Imbert Rubei tuvo que hacer frente a la Inquisición en 1328, del mismo modo que Guillelma Roger, que sufrió prisión por hereje penitente.
Jamás llegó a descubrirse el destino que habían tenido los huesos de Pierre Olivi. En su obra Practica Inquisitionis Heretice Pravitatis (La práctica de la Inquisición en la depravación herética), terminada en 1323-24, Bernard Gui escribió: «Su cadáver (el de Olivi) fue exhumado, trasladado y escondido en el año de nuestro Señor de 1318. Existen muchas dudas sobre el lugar donde puede encontrarse y diferentes personas cuentan historias diferentes sobre el particular».
No hay registro alguno con respecto a que Helié Bernier (alias Seguier) fuera juzgado por la Inquisición. Una nota garrapateada al margen de su diario declara que éste fue entregado a Martin Moresi «para su protección contra la calumnia».
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