Colleen y él habían estado siempre tan unidos. Los otros también le querían, pero eran hijos de Patrick Brodie, mientras que él y Colleen eran los hijos de Brewster, un ser que jamás se había preocupado por ellos y que había sido el motivo de que Pat Brodie muriese de la forma en que lo hizo.
– Idos a casa -dijo Patrick con tanta naturalidad en el tono de su voz que obedecieron.
Todos sabían lo que sucedería, aunque, por supuesto, nadie dijo ni lo más mínimo al respecto.
– ¿Te encuentras bien, mamá?
Lil les sonrió. Su hijo Shawn fue el único que se quiso quedar con ella cuando Patrick dijo que se fuesen. Era un niño con mucho valor y coraje y ella le amaba, al igual que a ellos.
– Estoy bien, no os preocupéis. Idos a casa y dejad que seamos nosotros los que resolvamos esto.
Cuando salían, les dijo tranquilamente:
– Si alguien os pregunta, estuvimos todos juntos esta noche, ¿de acuerdo?
Lil miró a Scanlon y éste asintió.
– Bueno, pues entonces a casa.
– Yo quiero quedarme contigo, mamá. ¿Puedo?
Kathleen la estaba mirando con sus ojos tristes y ella no pudo negarse.
– Por supuesto -respondió-. Si eso es lo que quieres. ¿Te encuentras bien, madre?
Annie afirmó con la cabeza y Lil sintió un poco de pena por ella. Su niño, ése que ella tanto había defendido, quedaba a ojos de todos como el cabrón de mierda que siempre había sido.
Salieron sin pronunciar palabra, comprendiendo la situación sin necesidad de que se la explicaran. Cuando los vio salir, Lil se consoló diciendo que de ocho hijos, siete eran como debían ser.
Al menos sabían cuándo debían marcharse.
– ¿Señor Scanlon?
El no respondió. Salió junto con los otros, sin decir palabra.
Una vez que se quedaron a solas, Lil se vino abajo.
– Mamá, llévate a Kathleen a la planta de arriba. Necesito hablar con Patrick.
Annie se quedó de pie, en medio de la habitación, con su pequeño cuerpo rígido por el dolor.
– No debes creer lo que te ha dicho, Lil. Lance puede ser cualquier cosa, pero…
– Vete a la mierda, Annie. Tú sabes tan bien como yo que es cierto. Que no haya venido ya debería servirte de algo.
La voz de Patrick sonaba enfadada. Annie sabía que él no tenía muy buena opinión de ella, pero siempre se mostraba respetuoso, igual que con todo el mundo.
– Vamos, Kathleen. Subamos a tu cuarto y veamos la televisión -terminó diciendo Annie, decidida a no causar más problemas.
– Pat, ¿puedo decirte algo? -preguntó Kathleen.
– Ahora no, Kathy. Tengo muchas cosas en la cabeza.
Su voz era más seca de lo que deseaba y Kathleen se estremeció al oírla.
Pat se acercó hasta ella, le cogió de las manos amablemente y le dijo:
– Después tú y yo hablaremos mucho rato, pero ahora tengo que encontrar a Lance.-Ella sonrió.
– De eso precisamente quería hablarte. Él se va a marchar de vacaciones, ¿no es verdad, abuelita?
Miró a Annie con expectación.
– ¿De qué estás hablando, tonta? -respondió Annie.
Lil se levantó y Annie se dio cuenta de que la habían cogido. Aun así, no pensaba decirles lo que querían saber porque Lance seguía siendo su favorito y le había prometido que enviaría por ella en cuanto las cosas se calmasen. Para ella lo era todo en la vida, hiciera lo que hiciera.
– ¿De qué está hablando, mamá? -preguntó Lil.
– No lo sé. Tú ya sabes cómo es, no sé por qué le haces caso. Se pasa el día delirando.
Kathleen se sentó y, con una lucidez que nadie esperaba de ella, dijo:
– ¿Por qué dices eso? Tú le has ayudado a hacer las maletas y eres la que le has dicho que se fuera. Tú eres siempre la que le dice lo que tiene que hacer.
Kathleen miró a Lil y añadió:
– Odio vivir en esa casa y nadie hace nada. Ya sabes que no quiero ir a una clínica mental y ellos quieren meterme en una para que así ella pueda irse con él.
– Nadie te va a meter en una clínica, Kathy -dijo Pat-. De eso me encargo yo. Pero ahora dime qué sucede.
Pat estaba de rodillas, a su lado, y ella le sonrió con tristeza.
– Ellos quieren meterme en una clínica, ellos mismos me lo. dijeron. Pero si me encierran allí, me moriré…
Annie suspiró y trató de interrumpirla.
– ¡Cállate de una vez, estúpida!
– ¿Por qué no te callas, mamá, y la dejas hablar? Dime, Kathleen, dinos qué sucede. Yo te prometo que nadie te va a llevar a ninguna clínica y que nadie te va a sacar de esta casa. Tú puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, pero pensaba que no querías.
– Sí quería. Pero ahora Lance se va a marchar y la abuela Annie se va a reunir con él cuando se haya establecido.
– Está diciendo estupideces -dijo Annie.
– No estoy diciendo ninguna estupidez, y no me hables más en ese tono. Lance se marcha esta misma noche y ya no tengo nada que temer. Ella me quitó el bebé, ¿sabes madre? Ella y Lance.
– ¿De qué bebé hablas, Kathleen?
Lil habló en voz baja y Kathleen agachó la cabeza y se puso a llorar.
– ¿De qué bebé está hablando? -interrumpió Annie suspirando-. Ahora, qué pasa, ¿que vais a hacer caso de esta majara?
Kathleen se levantó del asiento y cogió a Annie por el cuello.
– No te atrevas a llamarme así -le gritó-. No vuelvas a llamarme de esa manera o te juro que… Tú me quitaste el bebé y lo tiraste a un contenedor.
Ella se dio la vuelta para mirar a Patrick y le dijo:
– Tú estabas robando la Oficina Postal, ¿te acuerdas? Lance me dijo que si tú te enterabas de lo del niño, me encerrarías, pues nadie me creería. Él se lo dio a ella, y ella lo puso en el contenedor. Era mi bebé, Pat. No me permitieron que dijera nada porque vendría la policía y nos arrestarían a todos… Luego mamá se enfadaría y haría que me encerrasen.
Levantó la cabeza y miró a Annie.
– Díselo -dijo-. Ahora pretenden meterme en un manicomio, al menos eso es lo que me dijo Lance. Me dijo que todos me odiáis, y que no es preocupáis de mí, pero yo sé que no es cierto. Prométeme que no me llevarás a un manicomio, mamá, prométemelo. A mí no me gusta besar a Lance, mamá, y Annie dice que yo estoy contando mentiras, pero no es cierto. Colleen lo sabía porque le había visto. Por eso desapareció. El hizo que así fuese.
Lloraba y sollozaba desconsoladamente.
– ¡Dios santo, mamá! ¡Dios santo! ¿Qué narices le pasa a esta familia?
Annie estaba de pie, con la mano tapándose la boca. El golpe que le dio Lil la derribó al suelo.
– Puta de mierda. Puta asquerosa. Has sabido todo este tiempo qué clase de bicho era y me has hecho sentirme culpable.
– Procura que se quede ahí, mamá, aunque tengas que abrirle los sesos. Y no dejes que se acerque al teléfono. No permitas que le avise, ¿de acuerdo?
Lil asintió.
– Tú vete, que ésta no se va ningún lado.
Lil estrechó a su hija entre sus brazos mientras veía a Patrick salir de la habitación.
Lance estaba empezando a ponerse nervioso porque cada vez había más gente en el bar y Karen no aparecía por ninguna parte. El pequeño bar era parte de un club privado que solía ser frecuentado por los esbirros de Donny y muchos de ellos eran personas civiles a las que les gustaba alardear de que se trataban con la delincuencia. Era un lugar agradable, donde los hombres solían llevar a sus queridas, nunca a sus esposas, porque sabían que podían disfrutar de esa intimidad. Donny presumía de su talento para los negocios, ya que se quedó con el bar como pago de una deuda. Ya había recuperado el dinero de la deuda con creces, además de la consideración de muchos peces gordos que buscaban dónde poder descansar sin tener a la pasma a sus espaldas. Miraba a la puerta con la misma atención e interés que Lance y sabía que iba a ser una noche muy larga, aunque lograría sobrevivir a ella.
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