Petros Márkaris - El Accionista Mayoritario

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Ese caluroso mes de junio Kostas Jaritos de pronto recibe una terrible noticia: el barco en el que su hija Katerina viajaba a Creta, donde se disponía a disfrutar de unas breves vacaciones con su novio, acaba de ser asaltado por un comando terrorista. La vida de todos los viajeros corre peligro, pero los terroristas callan, ni siquiera han declarado de qué nacionalidad son, qué pretenden hacer con el barco ni qué condiciones piensan exigir a cambio de la vida de los pasajeros. ¿Son islamistas de Al-Qaeda, palestinos, chechenos? En estas, le ordenan investigar el asesinato de un modelo publicitario que trabaja haciendo anuncios para la televisión. El comisario tendrá que mantener toda su sangre fría para lidiar en ambos frentes: el del mundo de la publicidad y el del terrorismo internacional, mientras su vida familiar se ve dramáticamente afectada.

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Comienzo a pensar que, tras tantos años en el manicomio, se le ha contagiado la demencia. Parece que me haya leído el pensamiento y se ríe.

– Veo que sabes que viví cincuenta años en el sanatorio mental de Leros…

– Lo sé.

– Y te parece que, al final, yo también me volví loco, ¿no es eso? Pues te equivocas. Entre locos aprendí a pensar. Si aplicásemos el método de Kalávrita a toda esa gentuza, a los inmigrantes albaneses y a los moros, ¿sabes cuánta gente nos aplaudiría y nos felicitaría?

– Pero tú no has incitado a matar inmigrantes, sino a personas vinculadas al mundo de la publicidad.

Sacude la cabeza con fatalismo.

– Escucha y aprende de mí lo que no te enseñaron en la policía. Hoy en día nada se vende sin la publicidad, nada, ni una aguja de coser ni unas medias. La publicidad es la accionista mayoritaria de nuestras vidas. Acaba con la publicidad y las empresas quebrarán, las cadenas de televisión se hundirán, la gente se quedará en la calle, y entonces todos comenzarán a reclamar un salvador que restablezca la ley y el orden, que quiere decir riqueza para una minoría y pan para muchos. Ése era mi plan, pero me lo echaron por tierra aquellos idiotas que, en lugar de seguirme, se largaron a secuestrar un barco, a capturar rehenes y cometer estupideces. Sólo Lefteris creyó en mí. Al resto, en una semana los desarticulasteis. La verdad es que otros más fuertes y mejor organizados tampoco han resistido mucho más: los irlandeses, los vascos… Todos se declaran respetuosos con la ley y gente de orden, lo que significa, en cierta forma, que tratan de arrimarse al centro derecha o al centro izquierda. Lo mismo les acabará pasando a los moros, sólo es cuestión de tiempo. Matar al azar no conduce a nada. Al final la gente se lo toma como una catástrofe inevitable, como si chocasen dos trenes o se precipitase un avión. Hay que asesinar con un plan y con un método. Si no hubiese tenido sólo a Lefteris, sino más gente, ¡me gustaría ver qué habría pasado! Habría provocado un desorden tal que la gente normal y corriente habría pedido un nuevo salvador del país, como lo fue Metaxás.

Un ataque de tos le obliga a interrumpirse. Jadea como una locomotora tan vieja como él.

– Vives anclado en el pasado, Komatás -le digo-. Viviste cincuenta años en un manicomio y no te diste cuenta de que el mundo cambiaba. Estamos en la era de la Unión Europea y de la democracia. En lo que tú crees, ya no cree nadie.

La tos se transforma en una risa que le ahoga. Abre la boca para tomar aire y vuelvo a contarle los dientes.

– ¿Qué clase de democracia? -me pregunta-. ¿Presidencialista?

– Presidencialista, sí. ¿No te enteraste de que se celebró un referéndum?

– Sí, lo sé. Entonces estaba en el sanatorio, allí tenía televisión. Grecia es una república presidencial gobernada como si fuese un reino por tres familias reales: la de los Karamanlís, la de los Papandreu y la de los Mitsotakis. Ellas eligen cada vez al sucesor.

– No hay monarquías paralelas, hay partidos políticos y elecciones. No estamos en la época del dictador Metaxás ni en Kalávrita, con los alemanes.

La risa sucede a la tos y viceversa.

– Dime una cosa, ¿qué era Kostas Simitis? -me pregunta.

– ¿Qué era? Primer ministro.

– Te equivocas. Era el regente. Cuando el sucesor legal, el hijo mayor de Papandreu, creció, le entregó el poder. Y para que no pienses que odio a los unos y simpatizo con los otros, en nuestra derecha apática, Evert no era el líder de Nea Demokratía, sino el regente. Cuando el sucesor legal se hizo mayor, también le entregó el poder.

Calla y sigue tosiendo. En un momento determinado, deja de toser y empieza a respirar a intervalos cortos.

– ¡Ésta es vuestra democracia! -me dice con desprecio-. Tres familias reales, en medio de una serie de regentes, y un pueblo que vota al sucesor que le mandan. Si acabases con la publicidad, ni ellos podrían hacerse autopropaganda. ¿Qué hizo Metaxás en 1936? Disolvió el Parlamento y les cortó las alas. Ahora me puedes detener y llevarme a comisaría. Al fin y al cabo, a mi edad y en mi estado, no me encarcelarán. Como mucho, me enviarán otra vez a algún manicomio. Y te diré una cosa: con los locos me lo pasaba mejor.

Estoy a punto de tirar su silla de ruedas por el suelo y sacarlo a la calle a empujones, pero en el último instante me detengo. Lleva razón. Lo encerrarán en cualquier manicomio o en una clínica. En ambos casos, morirá en medio de cuidados y atenciones, mientras que yo prefiero imaginármelo suplicando que le traigan un poco de pan de la panadería, luchando por prepararse algo de comer… Y muriendo lenta, atormentadamente, en medio del hambre y la miseria. Tampoco quiero dar a mis superiores la satisfacción de salir en la tele y vanagloriarse de haber detenido al cerebro de los asesinatos. Ni a Guikas ni al ministro. No les serviré a Komatás en bandeja, como a Perandonakos.

Me doy media vuelta y me dirijo hacia la puerta sin decir nada.

– ¿Adónde vas? -grita.

No le contesto; salgo y cierro la puerta.

Que Komatás viva la vida que le queda en peores condiciones que Kostarás, y que Guikas y el ministro nunca sepan la verdad. Ésta es mi venganza, y estoy contento. Una pequeña venganza, sí, pero he llegado a la conclusión de que soy un pequeño-burgués cuya vida transcurre entre pequeñas alegrías y pequeñas venganzas.

Petros Márkaris

El Accionista Mayoritario - фото 2
***
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