Szabla, Tank y Cameron estaban en el lado este del agujero. Savage esperaba, de cara al bosque, jugando con el detonador.
– No podemos estar en fila, así -dijo Cameron-. Sólo conseguiremos que se asuste.
– ¿Y eso es malo? -preguntó Justin.
– No tenemos tiempo, Justin -dijo Szabla-. Por si lo has olvidado, todavía queda otra larva por ahí. Si la jodemos, tendremos dos cosas como ésa.
Szabla miró a Cameron y a Tank, que todavía jadeaban a causa de la carrera. Szabla y Savage constituían el equipo más fuerte en ese momento, así que ellos tendrían que encargarse. Se dio la vuelta hacia Tank, Justin y Cameron.
– Vosotros tres, dispersaos. -Señaló cuesta abajo-. Yo y Savage vamos a atraer esa cosa hacia el agujero. Cuando oigáis el estallido, venid corriendo.
El viento silbó al atravesar la torre de, vigilancia y todos se sobresaltaron, pero aún no aparecía nada.
– Vete, Cam. Es una orden. -Szabla los miró con ansiedad-. ¡Ahora!
Tank y Justin dieron media vuelta y corrieron hacia la oscuridad. Cameron dio unos cuantos pasos hacia atrás, indecisa, con los ojos fijos en Szabla.
– ¡Vete! -gritó Szabla.
Con una mueca, Cameron salió corriendo detrás de Tank y Justin. Szabla y Savage la observaron desaparecer en la noche. Savage tenía el detonador en una mano y lo sopesaba.
– ¿Cómo sabes que no va a ir detrás de ellos? -preguntó Savage, mientras se pasaba los dedos por el corte del antebrazo que ya empezaba a cicatrizar.
– Porque la atrae la luz -dijo Szabla.
– ¿No le bastamos nosotros? -dijo Savage con mordacidad.
Un ruido atronador casi hizo que Szabla se cayera del susto. Cuando levantó la vista vio la tienda de Tank y Rex que flotaba con el viento en la distancia, con las cuerdas de seguridad colgando como una cometa. Algo había arrancado la tienda del suelo de un golpe.
Szabla percibía con dificultad las otras tiendas bajo la luz de la luna: irnos enormes bloques oscuros temblorosos como elefantes durmientes.
El extremo de la tienda ya no se agitaba con el viento. Szabla observó cómo la tienda rodaba empujada por el viento a través del campo y se dio cuenta de que la mantis la había tomado por algo vivo.
Miró a la oscuridad de su alrededor con el corazón batiéndole violentamente en el pecho, visiblemente agitado debajo de la camiseta mojada y pegada al cuerpo. Creyó oír un ruido detrás de ella y se dio la vuelta con tanta fuerza que estuvo a punto de perder el equilibrio, pero no había nada.
Ella y Savage retrocedieron hasta el agujero. Las antorchas iluminaban solamente un círculo de unos cuatro metros y medio. Forzaron la vista hasta que les dolieron los ojos, pero no pudieron detectar ningún movimiento.
Oyeron un chirrido a la izquierda y un destello verde y, de repente, una de las antorchas estaba tumbada en la hierba. La llama se redujo a un destello amarillo, luego naranja y luego se apagó.
– Mierda -dijo Szabla-. Mierda.
Con los ojos clavados en el lugar donde habían visto el destello de la mantis, Savage y Szabla retrocedieron lentamente para acercarse a la antorcha que quedaba encendida. A Szabla el pecho le subía y le bajaba con fuerza.
– Tranquilízate, Szabla -gruño Savage-. Disfrútalo.
– Ven, hijo de puta -dijo Szabla, dirigiéndose a la oscuridad-. Vamos.
Algo crujió en la hierba. Savage miró al otro extremo del agujero intentando ver algo. Quitó el seguro del detonador con el pulgar. Szabla se mantuvo quieta, aunque le temblaban las piernas.
Una enorme cabeza apareció a la vista, flotando a unos dos metros setenta centímetros del suelo. Se inclinó hacia la derecha y miró a Szabla con atención. Esta vio la temblorosa cavidad preoral, rodeada de unas grotescas armas naturales, y ahogó un grito.
Con elegancia, la mantis penetró en el círculo de luz. Szabla hizo una mueca al ver toda la extensión de su cuerpo, las seis patas que terminaban en gancho, el brillo de la cutícula.
La mantis avanzó hacia el borde del agujero y se detuvo, mirándoles con ojos de depredador. Los ojos eran dos grandes órbitas, tan oscuros que brillaban. Entre ellos, los ocelos resplandecían como el mármol.
De cara al animal, al otro lado de la vesícula de aire, Szabla murmuró algo, repitiéndolo una y otra vez como un mantra.
La mantis se pasó una tibia por el rostro; las antenas temblaban. La cabeza rotó con suavidad en el extremo del delgado cuello y volvió a mirar a Szabla. Luego miró las ramas que cubrían el agujero y las comprobó avanzando un pie.
– Adelante, hija de puta -siseó Szabla-. Avanza ahora.
La mantis apartó el pie y empezó a rodear el agujero en lugar de cruzarlo.
Savage maldijo escupiendo saliva. Szabla comprobó una de las ramas con el pie y luego descargó una parte del peso del cuerpo en ella. Avanzó encima del agujero con un balanceo para mantener el equilibrio. Las ramas se doblaron bajo su peso y se tensaron casi hasta romperse en la zona que Savage había realizado la incisión.
La mantis se quedó quieta, observando a Szabla con curiosidad.
– ¿Qué coño estás haciendo? -gruño Savage.
– Cebo vivo.
– ¿Y si no sales a tiempo?
– Cebo muerto.
La mantis expulsó aire por los espiráculos y asustó a Szabla, que estuvo a punto de perder pie y caer en el agujero, pero recuperó el equilibrio justo a tiempo.
– Mantén la calma -gruñó Savage-. Muévete con suavidad y despacio.
Una de las ramas empezó al rodar bajo el pie de Szabla, pero ésta logró controlarla y colocarla en su lugar.
– Mantenlas juntas -dijo Savage-. Y atráela a la trampa.
Szabla agitó los brazos y la mantis avanzó unos cuantos pasos con la cabeza adelantada del cuerpo. Szabla tropezó y casi cayó entre las ramas, soltando algo parecido a un grito. La mantis se incorporó y abrió las patas delanteras, mostrando las marcas en forma de ojos en el interior. Las alas inferiores rascaron la parte posterior del abdomen con un chirrido. Szabla se tambaleó.
– ¡Cálmate de una vez! -gritó Savage-. Está jugando contigo, comprobando cómo te mueves. Si te caes en el agujero, estás acabada.
– Ven aquí -gritó Szabla, abriendo los brazos-. Ven a buscarme.
Se agachó, rompió una pequeña ramita de la rama que tenía bajo los pies y se la arrojó a la mantis. La ramita la golpeó entre las patas delanteras y la criatura volvió a incorporarse, con las alas inferiores abiertas. La extensión de las alas llenaba todo el campo de visión de Szabla.
Szabla se preguntó si Cameron, Justin y Tank estarían mirando en esos momentos desde algún lugar en la oscuridad. Dio un paso hacia atrás tartamudeando algo para sí misma y Savage intentó tranquilizarla con la voz.
– Todo va bien. No importa lo grande que sea mientras consigamos meterla en el agujero. Solamente haz que avance un poco.
Con las patas de presa levantadas con avidez, la mantis dio un paso hacia delante, encima de una de las ramas que cubrían el agujero que crujió bajo su peso. Adelantó otra pata acercándose a Szabla.
Szabla se dio la vuelta y miró con desesperación a su alrededor, calculando la distancia que tendría que saltar cuando las ramas empezaran a ceder. Se encontraba en la antepenúltima rama del extremo del agujero y la oscura franja que estaba al descubierto se abría amenazadoramente entre ella y tierra firme.
Mientras miraba hacia atrás, la mantis dio un paso hacia delante con una de las patas traseras, apoyándola con habilidad en una rama. La última pata siguió el movimiento y entonces la mantis estuvo con todo su peso encima de las ramas, que crujían, frente a Szabla. Las cortantes mandíbulas se encontraban a muy pocos pasos de ella, pero la criatura todavía no había doblado las patas delanteras en posición de ataque.
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