Gregg Hurwitz - Cuenta Atrás

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Latinoamérica es víctima de constantes desastes ecológicos: los rayos solares que atraviesan los agujeros de la capa ozono pueden quemar la piel humana en cuestión de minutos, muentras que los terremotos y los huracanes están a la orden del día. Un grupo de investigadores es enviado a una isla de las Galápagos con el objetivo de instalar unos detectores de actividad sísmica que permitan prevenir futuros seísmos y paliar de algún modo sus devastadores efectos. Como refuerzo y protección, les acompaña un equipo de soldados de la marina estadounidense.

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– De forma mucho más sencilla que si está irradiada -respondió Samantha.

Donald hizo un ademán tranquilizador.

– El doctor Rodríguez se ha ofrecido a vigilar la actividad ecológica allí de forma continuada, además de vigilar el fitoplancton unicelular de las aguas de los alrededores. También podemos tomar medidas para poner en cuarentena la isla.

Benneton apretó los labios, como si se debatiera internamente.

– Si me ofrecen ambas garantías -anunció finalmente-, entonces cancelaré el ataque.

Strickland tomó aire con fuerza, con los orificios de la nariz dilatados.

– No estoy seguro…

– Si, y sólo si, estas condiciones se consiguen -dijo Benneton. Las enumeró con los dedos-: Las aguas limpias, los reservorios exterminados y una supervisión continuada de la isla. Lo siento, Donald, pero esto es lo más negligente que puedo ser.

– ¿No puede aplazar el bombardeo? -preguntó Donald.

Strickland se rió disimuladamente.

– Por supuesto. Simplemente pediré a las Fuerzas Aéreas que permitan al presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor dirigirse a la cumbre de Caracas sin escolta aérea. Quizá podamos conseguir ayuda aérea de los tres batallones que hemos enviado a Guayaquil. -Volvió a mostrar su habitual sonrisa-. Dados nuestros limitados recursos, necesitamos encontrar los medios más eficientes para neutralizar la situación.

– Creo que no comprende la gravedad de lo que está sucediendo en la isla.

– Por supuesto que sí, doctor. No se equivoque: estoy al corriente de que tenemos entre manos un problema de primer nivel. Y por eso vamos a manejarlo con métodos de primer nivel. Estamos manejando una infinidad de recursos logísticos para llevar esos aviones el treinta y uno para el rescate de las diez de la noche y el bombardeo de las once.

Strickland consultó el reloj. Los dígitos brillaban, rojos: 19.03, 30 Dic. 07.

– Tienen veintiséis horas y cincuenta y siete minutos. Les sugiero que apremien a sus colegas para que las utilicen bien. -Se colocó la boina en la cabeza y la acabó de ajustar con un toque con el dedo índice-. Que pasen un buen día.

Dirigió un rígido saludo a Benneton y enfiló hacia el recibidor.

63

Szabla introdujo una cabeza explosiva eléctrica en un paquete de TNT que luego ató a dos paquetes más. Debido a que el detonador se utilizaba habitualmente en las minas Claymore, unas cargas de explosivo C4 relleno de metralla, Szabla tuvo que manipularlo. Desenrolló un buen trozo de cable, separó los dos extremos, les arrancó el plástico aislante y los empalmó con los dos cables de la cabeza explosiva para asegurar una buena conexión.

Aguantó el detonador en la mano y le dio la vuelta. Tenía el tamaño aproximado del puño de una mano. Cuando lo activara, éste encendería la cabeza explosiva y haría explotar las cargas de TNT.

– Puesta a punto -dijo-. Sólo tenemos que camuflarlo como la trampa y cuando esa cosa caiga, la haremos volar por los aires. Las paredes se le van a caer encima. -Echó un vistazo al fondo del agujero, calculando sus dimensiones.

– Tendremos que cubrir el agujero con vegetación. Habría que poner ramas muertas, porque ceden con más facilidad. Savage calculó que ese hijo de puta pesaba entre noventa y ciento cuarenta kilos. -Se volvió hacia los demás-. Id a buscar ramas y hojas. Por lo menos seis ramas.

Se puso de cuclillas y bajó un poco la antorcha para que Tank tuviera un poco más de luz. Éste estaba sacando las últimas rocas del extremo más alejado. Con un gruñido, lanzó otra palada sobre la hierba.

– Bueno, quizá soy un poco lento, pero ¿no tendremos que ir al bosque a buscar «ramas y hojas»? -preguntó Justin.

– Ajá. Por lo menos, para las ramas muertas, quebradizas -respondió Szabla-. Ahí, Tank -añadió, dándose la vuelta hacia el agujero y señalando un montón de rocas en el extremo más alejado.

– ¿Y no hay allí, en el bosque, una enorme criatura devoradora de hombres?

– Ajá.

Justin miró a Savage y Cameron y, luego, otra vez a Szabla.

– Luego, si a es igual a b, y b es igual a c…

– Si no tapamos esto antes de que empiece a llover -dijo Szabla-, ya podemos olvidarnos.

Como apoyando esa afirmación, un trueno estalló en el cielo. Szabla habría jurado que el suelo tembló.

– Pero la visibilidad es una mierda ahora -dijo Justin-. Quizá deberíamos esperar.

– Estamos intentando matar a esa cosa, Kates, no construir una jodida piscina -gruñó Savage. Miró a Cameron y añadió-: Vamos.

Justin tomó una lámpara, pero Cameron, con las manos en las caderas, le dijo:

– La luz va a atraerlo. Déjalo.

Ella y Savage iniciaron la marcha hacia el camino; Justin dejó la lámpara en el suelo de mala gana y les siguió. Las balsas se levantaban en filas por todos los lados. Cameron buscó entre ellas por si había ramas muertas, pero Szabla tenía razón: para encontrar las ramas largas y el follaje que necesitaban tenían que penetrar en el bosque. No había muchas ramas caídas en la zona de transición, y ya habían utilizado las que podían encontrar para el fuego del campamento.

Una lluvia suave empezó a caer. A Cameron las mangas de la camisa empezaron a picarle en los brazos por la humedad. Justin se quitó la suya y se la ató alrededor de la cintura. La lluvia le bajaba por el vientre y los músculos del brazo se le marcaban mientras se habría paso con la lanceta. Cameron se detuvo un momento para admirarle; luego se agachó y se internó en el follaje.

El sonido de la lluvia contra las copas de los árboles era tan fuerte que parecía que se encontraran en el interior de un tambor. Recogieron hojas y largas ramas, apresurándose y mirando alrededor con inquietud. Cada vez que Cameron arrancaba una rama frondosa esperaba encontrarse con el rostro de la criatura detrás, con las fauces abiertas y las mandíbulas extendidas. Por horroroso que fuera, tenía la esperanza de que la criatura se hubiera dado un festín con Derek y se encontrara descansando.

El aire olía a hojas descompuestas y barro, y bajo la fronda todo estaba en penumbra. Nubes de insectos volaban entre los troncos. Las hojas de los helechos murmuraban. Una rata grande se escurrió en algún lugar del bosque.

La luz de la luna era sorprendentemente clara, a pesar incluso de los árboles y de la lluvia. Aunque Cameron tenía que forzar la vista para examinar el suelo, era posible distinguir las retorcidas siluetas de las ramas caídas desde cierta distancia.

Con cuidado se acercó a una rama que se encontraba entre dos árboles. La rodeó, explorando la zona por si había alguna señal de la criatura. Luego la recogió y se la llevó arrastrando hasta que notó la tierra del camino bajo los pies. Justin estaba esperando con un montón de frondosas ramas a sus pies. Savage apareció al cabo de un momento con los brazos cargados de hojas y ramas. La lluvia había cesado momentáneamente.

– Los dos parecéis los árboles del decorado de una obra de teatro de la escuela -se burló Justin.

Se sujetó la lanceta en el cinturón, recogió un montón de frondas de helecho y se las apretó contra el pecho para dejar la otra mano libre y arrastrar con ella las ramas.

Cameron observó el camino. Aparte de los árboles que había a ambos lados, no se veía ninguna zona a cubierto desde donde la criatura pudiera acecharlos. Caminaron despacio, arrastrando las ramas detrás de ellos. A su derecha se veía el frigorífico de especímenes de Frank en medio del campo, un bloque plateado. Cuando se encontraban a medio camino de la torre de vigilancia, atravesaron la fila de árboles hacia el campo y atravesaron el campamento hacia donde se encontraban los demás.

Cameron llegó con las ramas en los brazos. Szabla les echó un vistazo y negó con la cabeza:

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