Cameron miró a Savage a los ojos, inexpresivos en la oscuridad de la noche, y lo que vio que faltaba en ellos la alarmó. Se acercó y los demás la siguieron.
– No quiero encontrarme con otro de éstos -Szabla señaló el enorme cuerpo.
Diego se quedó callado un largo instante, con la larva en los brazos y la mirada perdida en la noche. Sentía el latido del cuerpo de la larva en los brazos y notaba cómo se retorcía a la altura del codo. Las patas se agitaban en el aire en busca de base y Diego se la acercó al pecho hasta que las patas falsas se pegaron a su camisa.
– El propio Frank pensó que las crías eran peligrosas -continuó Szabla, con más calma-. Las atrapaba una a una. Pero hubo una a la que no mató, quizá porque era simpática, porque le enternecía y le divertía. Ésa es una de las ventajas de su aspecto. Uno la mima hasta que se metamorfosea. ¿Por qué crees que fue tan fácil de localizar? No puede permitirse ser una amenaza.
Diego dejó la larva en el suelo detrás de él y se incorporó en actitud protectora. El rostro tenía una dureza y una severidad de estatua. Rex pasó el peso de su cuerpo de una pierna a la otra con expresión de incomodidad. Diego emitió una expresión de disgusto con la voz.
– Hay muchos animales que tienen una relación simbiótica y parasitaria en la naturaleza -dijo Rex-. Que esquivan las señales de alerta, que se aprovechan de las necesidades y debilidades de las otras especies.
– ¿Como esos peces que se adhieren a los tiburones? -preguntó Justin.
– O como el pájaro cucú -añadió Rex-. Dejan los huevos en los nidos de otros pájaros. Normalmente, los huevos parásitos necesitan menos tiempo de incubación y eclosionan antes. Entonces las crías expulsan a los otros huevos del nido y así pueden obtener todos los cuidados de los padres adoptivos.
– Y la mamá cuida a ese hijo de puta porque no sabe que no es suyo -dijo Szabla-. Fui la mejor en biología en el instituto, así que no me disfraces las cosas.
– No entiendes el funcionamiento… -Diego tenía la garganta seca y se detuvo para humedecerse los labios. Miró a la larva, que estaba tumbada tranquilamente en el suelo con las patas falsas estiradas y abiertas.
– Muchos animales subsisten porque inspiran un instinto de protección irracional en los demás -dijo Rex.
Diego miró a Rex con el reflejo del fuego en los ojos.
– No te pongas de su parte -gruñó.
– No me pongo de parte de nadie -replicó Rex-. Sólo intento analizar la situación desde todos los ángulos. Necesitamos ser capaces de discutir esto de forma razonable. Empecemos por desmitificar el fenómeno. Las larvas resultan simpáticas a causa de unos atributos específicos y definibles: cabeza grande, ojos grandes, capacidad de atención. Son fascinantes. Estas características potencian el esfuerzo de los padres; en este caso sirven para aumentar la tolerancia, la actitud protectoral o la simpatía de otras especies, principalmente la humana. Tenemos que ser conscientes de esto y obrar en consecuencia. No podemos ser víctimas de nuestros instintos más débiles cuando estamos tratando con estas criaturas.
– Esto no tiene que ver con los «instintos débiles» -gritó Diego-. ¡Por dios! ¿No lo ves? Esto no tiene nada que ver con el sentimentalismo. Las larvas no deben ser protegidas por afinidad o compasión, pero tampoco se las debe matar por miedo. ¿Quién sabe los beneficios que obtendríamos al estudiarlas? -Con los ojos húmedos, se golpeó con el puño la palma de la otra mano-. Tenemos que saber más. Tenemos que descubrir más cosas. No podemos detener este increíble proceso ahora. No tenemos ni idea de adonde se dirige.
– Eso es justamente lo que quiero decir -le dijo Szabla.
La larva se retorció sobre la hierba. Una grieta se le había abierto en la cutícula, justo detrás de la cabeza.
Diego se quitó la goma de la cola, se paso la mano por el pelo con fuerza y se lo volvió a atar. Cuando habló, le temblaba la voz:
– ¿De verdad queréis convertir esta cosa increíble en un camino sin salida?
– Podría ser algo increíble si tuviéramos armas y embarcaciones y el lujo de encontrarnos a cierta distancia de ello -dijo Szabla-. Pero no lo tenemos. Estamos atrapados en una isla, sin armas, sin equipo de rescate, y la gente muere. -Se rascó una mejilla y el gesto hizo que el bíceps se le marcara como una pelota de tenis-. Esto no es un proyecto científico. Se trata de nosotros contra eso. A que no sabes de qué lado estoy.
El sonido de una rasgadura les llamó la atención hacia la larva. Esta se había liberado de la vieja cutícula y había salido de ella. Se arrastraba hacia delante y la nueva piel era más húmeda y de un verde más brillante.
Con un profundo suspiro, Tank se puso de pie. Caminó despacio y se colocó detrás de Szabla y Savage. La mirada de Justin fue de ellos a Diego y Rex.
Todos miraron a Cameron.
– ¿Qué? -dijo ésta con dureza-. ¿Por qué me miráis a mí? Szabla es el segundo oficial al mando.
Szabla apretaba las mandíbulas, con la boca cerrada. Cerró con fuerza los ojos y la piel de las mejillas, altas y fuertes, se le tensó.
– ¿Qué haríamos con ella? -preguntó Justin, aunque en realidad no quería saber la respuesta.
La larva se incorporó sobre la pierna de Diego y se quedó quieta. Tank apartó la vista.
– ¿Cam? -dijo Tank, con suavidad, pasándose una mano temblorosa por la cabeza. Suspiró profundamente.
Cameron sintió las miradas sobre ella, notó la presencia de la larva al lado del fuego, aunque no podía soportar mirarla. Incluso Savage esperaba su respuesta.
Cameron negó con la cabeza ligeramente.
– Tenemos órdenes -dijo- de ayudar a Rex en esta misión.
Szabla levantó una mano, con rabia, y señaló al enorme cuerpo de la mantis.
– Esa jodida misión somos nosotros, ahora.
Cameron miró a Rex.
– ¿Qué vamos a hacer? -preguntó.
Rex se tomó su tiempo y se recompuso.
– No lo hagas -murmuró Diego-. Forzarías la extinción de una especie tú solo.
Rex se puso de cuclillas y tomó la vieja cutícula apergaminada de la larva entre los dedos.
– Vamos a ponerla en cuarentena -dijo-. La vigilaremos hasta que obtengamos respuesta sobre el virus mañana.
– Bueno, me temo que no puedes permitirte ese lujo -dijo Szabla.
Avanzó hacia la larva. Diego dio un paso hacia delante para bloquearle el paso, pero ella lo apartó de un empujón. Diego tropezó y se cayó. Miró a Cameron, con un ruego en los ojos. Rex parecía furioso, pero no dijo nada.
– Szabla -dijo Cameron-. Si vas a desobedecer las órdenes, creo que tendríamos que esperar a Derek para…
– Corta, Cam -la interrumpió Szabla.
Justin dio un paso hacia delante y ayudó a Diego a levantarse.
Cameron señaló la larva y dijo:
– Esto es una creación totalmente nueva. Algo que no había vivido nunca hasta ahora. Nunca. No creo que tú puedas decidir por tu cuenta matarla.
– Yo soy el segundo oficial ahora -dijo Szabla-. Puedo decidir lo que me dé la real gana.
– Mira, Szabla, lo único que digo…
– ¿Por qué reaccionas así con esta cosa, Cam?
– Para ya, Szabla -intervino Justin-. Ella sólo apela a la jerarquía de mando.
– No, con esa expresión no es eso lo que hace. No tiene la habitual pinta de «uniformada que acata órdenes». Esto es distinto.
– No tienes derecho, ni autoridad para hacer esto -dijo Cameron.
Szabla se volvió y se encaró con Cameron.
– Un paso atrás, niña -le dijo-. Esto es una orden de tu superior directo. ¿Tengo que hablar más claro?
Cameron sintió que el rubor le subía a las mejillas como si fuera fuego a causa de la rabia.
– Un paso atrás -repitió Szabla.
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