Karen Rose - No te escondas

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Una mujer se suicida una gélida noche en Chicago.
Sin embargo, cuando el detective Aidan Reagan entra en el apartamento de la víctima, todas las evidencias muestran que ha sido un homicidio y apuntan a una sola persona: la psiquiatra Tess Ciccotelli.
Tess no puede evitar que Aidan la juzgue culpable antes siquiera de escucharla. Pero ella no puede facilitarle la información que la exculparía. Alguien ha atrapado a Tess en una red de desconfianza, engaños y traiciones. Y el cerco sobre ella se estrecha cada vez más.

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Aidan recordó la angustia de Tess la noche anterior, sus violentos sollozos. Debería sentirse ofendido e interceder por ella, pero solo era capaz de sentir tristeza.

– Eso no es cierto -dijo.

Connell apretó los labios.

– Tú te acuestas con ella, Reagan; no eres quién para opinar. Me imagino que debe de ser muy buena en la cama para jugarte así la reputación -se mofó-. En la página dos del Eye sale una foto tremenda. Así todos podemos ver qué es lo que te ha hecho perder la vergüenza.

A Aidan le hervía la sangre. Al notar que a su lado Murphy se ponía tenso, fijó la vista en la mesa. Cuando se hubo calmado, volvió a mirar a Connell.

– ¿Cómo se puso Lawe en contacto contigo?

Connell apartó la vista.

– Me pilló al salir del juzgado. Luego me llamó desde una cabina para informarme del lugar de la entrega, cerca de los almacenes que hay junto al lago.

– ¿Recuerdas los días? -preguntó Murphy.

– El catorce de diciembre nos vimos en la puerta del juzgado, y el diecisiete fue el día de la entrega.

– Estás muy seguro de las fechas -observó Murphy-. ¿Cómo es eso?

Connell apartó la mirada.

– Las recuerdo, eso es todo.

Aidan se puso en pie.

– A lo mejor es que son los días en que perdiste la vergüenza -dijo con determinación. Murphy se levantó y le dio un toque en el hombro.

– No vale la pena, Aidan -masculló, y este respiró hondo.

– Ya lo sé.

Y no dijo nada más hasta que los cuatro estuvieron frente a su mesa y la de Murphy. Aidan se dejó caer en su silla.

– Me han entrado ganas de borrarle la puta sonrisa de un puñetazo.

– Pero te has aguantado -dijo Spinnelli-. Bien hecho.

– ¿Qué haréis ahora? -preguntó Patrick.

– Seguiremos la pista de las fechas -respondió Murphy-. A ver si damos con algo.

– Y le haremos una visita al ex de Tess, el doctor Phillip Parks. -Aidan miró el reloj-. Dentro de media hora como máximo tendría que estar en su despacho.

– ¿Qué haréis con Connell? -preguntó Spinnelli.

Patrick parecía turbado.

– Está ocultando pruebas. Voy a pedir el cese, y sin pensión. A partir de ahí, no sé qué pasará. Ya os informaré.

Y regresó a la sala de reuniones, donde aguardaban Connell, su representante y el agente de Asuntos Internos.

– He visto la intervención de Tess en Good Morning, Chicago -dijo Spinnelli-. Parecía segura y bien dispuesta. Con un poco de suerte cuando todo esto termine Pope volverá a invitarla y así la gente dejará de cruzar la calle cuando se la encuentre. No te preocupes por las fotos del periódico, Aidan. Esas cosas suelen olvidarse en cuestión de días.

Spinnelli se encerró en su despacho y Murphy se sentó frente a su mesa de trabajo.

– Tiene razón con lo del Eye , Aidan. Ahora parece una cosa terrible pero pronto se olvidará.

Aidan apretó los dientes.

– ¿Las has visto?

Murphy vaciló.

– Sí. Pero han recortado la foto, así que en realidad no se ve nada. Eso sí, el artículo está plagado de insinuaciones. Tendría que habértelo contado pero pensaba que ya lo habías visto.

Aidan negó con la cabeza.

– Ni lo he visto ni quiero verlo. Supongo que soy un cobarde.

– Lo que eres es humano, Aidan. Por cierto, ¿cómo está Rachel esta mañana?

– Hoy no ha ido a la escuela.

Murphy hizo una mueca.

– ¿Le duelen los puntos?

Aidan soltó una risita al acordarse de lo desesperada que estaba cuando lo había llamado por teléfono a las seis de la mañana.

– No; es el pelo. Tanto quitarle importancia y esta mañana cuando se ha levantado y se ha mirado al espejo ha cambiado radicalmente de idea. Tess va a llevarla a ese peluquero amigo suyo esta tarde, así que esta noche volverá a estar guapa y atractiva, como siempre.

Bajó la vista a los informes que un administrativo había dejado sobre su escritorio, decidido a no permitir que el Eye lo descentrara. Lawe aparecía como presidente de Brewer, Inc. El piso estaba alquilado a nombre de la empresa, y también era el nombre de la empresa el que figuraba en los contratos de sus privilegios, del coche e incluso de sus tarjetas de crédito. Tenía cuentas en tres bancos distintos de la ciudad y era posible que también las tuviera en paraísos fiscales. En los tres bancos parecía tener cajas de seguridad. Irían a comprobarlo después de visitar a don Cabrón. Aidan se había preguntado si sería capaz de controlar los nervios cuando lo tuviera delante, pero tras el enfrentamiento con Blaine Connell no le cabía duda de que sí. Si había sido capaz de no arrancarle las entrañas a Connell después del comentario sobre Tess, era capaz de manejar cualquier situación.

Aidan puso mala cara. Así que el Eye tenía su foto, y seguro que la habían conseguido gracias a Masterson. Lo que había hecho era ilegal. Estaba seguro de que la pequeña Denise acabaría haciéndolo tarde o temprano, pero no había sabido que ya estaba hecho hasta que Connell lo dijo. Aidan se preguntaba si Tess habría visto la foto y si se encontraría bien. La noche anterior había sido sincera con Lynne Pope y había declarado ante la cámara que habían obtenido imágenes suyas sin su conocimiento, así que o bien la pequeña bomba que había lanzado el Eye tenía bastante menos efecto o, al contrario, el periódico se convertía en un récord de ventas debido a la publicidad.

De cualquier manera, Tess era lo bastante fuerte como para afrontarlo. «Y yo también lo seré.»

– ¿Lo es o no? -preguntó Murphy sin que Aidan lo esperara. Se volvió a mirarlo. Su compañero tenía la vista fija en su propio escritorio y garabateaba diligentemente en su cuaderno.

– ¿Quién? ¿El qué?

– Tess. Si es buena en la cama.

Aidan pestañeó perplejo; luego una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro.

– Ni siquiera puede calificarse.

– Me lo imaginaba.

El tonillo de resignación de Murphy hizo que Aidan soltara una risita.

– ¿Qué, Murphy? ¿Preparado para enfrentarte a don Cabrón?

– Pues claro. Vamos.

Capítulo 21

Viernes, 17 de marzo, 9.30 horas.

Una sonrisa iluminó el rostro de Kristen cuando Tess asomó la cabeza, por la puerta de su despacho.

– Pasa y siéntate.

– No te entretendré mucho. -Tess esbozó una sonrisa irónica-. Tú aún tienes una profesión que ejercer.

La alegría se desvaneció del rostro de la fiscal.

– Y tú también la tendrás cuando todo esto termine.

– O no. ¿Has visto esto? -Le mostró un ejemplar del Eye y observó cómo entrecerraba los ojos y se sonrojaba.

– Qué hijos de puta -dijo entre dientes-. ¿De dónde lo han sacado?

– De mi secretaria. -Tess miró al techo-. Me estoy cuestionando mi valía profesional. Esa mujer me odia y yo no me había dado cuenta.

– Sé cómo te sientes. Yo cenaba todas las noches con un asesino sin saberlo. A veces las personas solo te dejan ver lo que quieren que veas en ellas. Incluso siendo psiquiatra.

– Yo lo único que sé es que estoy hasta las narices de preocuparme, y por eso estoy aquí. La otra noche empecé a recuperar mi vida con la entrevista. -Y con lo que había pasado después. Solo de pensar en cómo había reaccionado Aidan en la cama el corazón se le aceleraba. En cambio, solo de pensar en cómo reaccionaría cuando viera la foto del Eye se ponía enferma-. Quiero presentar cargos contra mi secretaria y contra el periódico. Necesito que me recomiendes a un abogado.

– Me alegro por ti, Tess. Pero ¿por qué no se lo dices a Amy Miller? Hace mucho tiempo que sois amigas.

– Precisamente por eso. Cuando creí necesitarla para mi defensa penal tuvimos una gran discusión por no estar de acuerdo en si debía colaborar con la policía o no. Le hice daño, y ella me lo hizo a mí, y no quiero poner en riesgo nuestra amistad. Ah, y el abogado también tendrá que defenderme ante el tribunal civil. Mis antiguos pacientes quieren demandarme por dolor y sufrimiento.

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