No se molestaría en pedir a Nueva York un espacio específico de tiempo. En ocasiones como aquélla se podía utilizar todo el tiempo que hiciera falta.
Rita estaba segura de que la emisora le pediría un programa informativo especial de sesenta minutos para esa misma noche. Bueno, no le faltaba material. Tenía la grabación sobre Dolores, la compañera alcohólica del ex médico norteamericano, Hartley Gossage, alias Baudelio, que había puesto sus conocimientos al servicio de una misión despreciable: trasladar a las víctimas del secuestro a Perú. Harry lo tenía todo preparado, con comentarios incluidos; podían transmitirlo tal cual.
Respecto a todo lo demás, el telediario y el especial, Crawf haría la narración y los primeros planos. Tal vez le resultara difícil. Tendría que hablar de la muerte de su padre, de Harry Partridge y de Fernández y de la mutilación de la mano de su hijo. A veces Crawf se emocionaba mucho y podía desmoronarse. Pero daba igual, pensó Rita, daría mayor convicción a la historia. Y Crawf siempre podía sobreponerse y seguir adelante. Era un excelente profesional, como Rita y los demás.
Rita comprendió que no se podía ocultar durante todo el día la noticia principal: el rescate y la liberación de Nicky y Jessica, y que estaban sanos y salvos.
Emitirían un avance. Cuando la CBA-News lo recibiera en Nueva York, interrumpiría al instante la programación. Una vez más, la CBA llevaría la delantera a la competencia.
Rita consultó su reloj: las 9.23. Les quedarían unos veinte minutos de vuelo. Descontando el traslado desde el aeropuerto a la ciudad, podían tenerlo listo a las diez y media. Mandarían unas primeras imágenes «sin desbrozar», como las del aterrizaje forzoso del Airbus en el aeropuerto de Dallas-Fort Worth, que habían cubierto ella misma, Harry, Minh y Ken O'Hara hacía menos de un mes.
¿Había transcurrido de veras tan poco tiempo? Parecía una eternidad…
Necesitaría el satélite para las 10.30. Rita se inclinó hacia adelante y tocó levemente a Zileri en el hombro. Cuando éste se volvió, ella señaló la radio de la avioneta.
– ¿Puedes conseguir una transmisión telefónica por ahí? Tengo que llamar a Nueva York.
– Pues claro.
Ella anotó un número en un papel y se lo pasó. Al cabo de un momento sorprendentemente corto, oyó una voz en los auriculares:
– CBA, departamento de extranjero. El copiloto, Felipe, le tendió un micrófono.
– Ya puedes hablar -le dijo. Rita pulsó el botón de transmisión.
– Soy Rita Abrams. Quiero un pájaro en Lima a las 10.30, hora del Perú, para un avance. Avise a la Herradura.
– Bien -repuso la voz, lacónicamente-. Lo tendrás.
– Gracias. Adiós.
Y devolvió el micrófono.
Necesitaban un guión para el avance y otro para el telediario. Rita esbozó un esquema y luego decidió que Crawf lo terminase con sus propias palabras. Siempre lo hacía. También improvisaría un poco. Era un experto.
Tendría que empezar a trabajar con Crawf en la misma avioneta. Por desgracia, ello significaría alejarle de los brazos de Jessica y Nicky. Pero él lo asumía, y ellos también. Como todo el que estuviera inmerso en el mundo del periodismo, sabían que lo primero eran las noticias.
– Crawf -dijo Rita con dulzura-, tú y yo tenemos cosas que hacer. Debemos empezar cuanto antes.
***
[1] Nosotros nunca pagamos el Dane-geld,/por pequeño que sea su coste./porque el final de ese juego es la opresión y la vergüenza./y la nación que lo juega está perdida. {Dane-geld es el nombre de un impuesto medieval inglés para la defensa contra la invasión de los daneses.) (N. de la T.)
[2]Las palabras en cursiva y con asterisco aparecen en español en el original.
[3]Con cañones disparando y tronando a su derecha, a su izquierda y frente a ellos (N. de la T.)
[4]Podemos convertir el cielo en un infierno y el infierno en algo celestial.
(N. de la T.)
[5]Pero ahora, pienso con frecuencia que ojalá la noche/me hubiera robado la última exhalación. (N. de la T.)