Martin estiró el cuello con gesto esperanzado.
– Debe de ser… -empezó a decir. Pero antes de que concluyese la frase, vio a Patrik en la puerta. Con Maja en brazos.
– ¡Hola a todos!
– ¡Hola! -respondió Martin encantado-. Vaya, no podías aguantar más sin venir por aquí, ¿verdad?
Patrik sonrió.
– Bueno, más bien es que la pequeña y yo hemos pensado pasarnos a comprobar que de verdad estáis trabajando. ¿A que sí, cariño? -Maja se puso a manotear corroborando sus palabras con un alegre gorjeo. Luego empezó a retorcerse, clara señal de que quería liberarse. Patrik la dejó en el suelo y Maja emprendió una carrera inmediata y tambaleante. Derecha a donde se encontraba Martin.
– Hola, Maja, bonita. Ajá, ¿así que te acuerdas del tío Martin? Con el que estuviste mirando flores. ¿Sabes qué? El tío Martin te va a traer una caja de juguetes. -Dicho esto, se levantó y fue a buscar la caja que tenían en la comisaría, precisamente por si alguien se presentaba con niños a los que hubiera que distraer un rato. Maja se puso contentísima al ver el cofre del tesoro lleno de objetos divertidos y maravillosos que se materializó en la cocina.
– Gracias, Martin -dijo Patrik. Se sirvió una taza de café y se sentó a la mesa-. Y bien, ¿qué tal os van las cosas? -quiso saber haciendo una mueca al probar el primer sorbo. Era obvio que no le había llevado más de una semana olvidar lo repugnante que era el café de la comisaría.
– Pues un poco lento sí que va -admitió Martin-. Pero tenemos alguna que otra pista. -Y lo puso al corriente de la conversación mantenida con Frans Ringholm y con Axel Frankel. Patrik lo escuchaba asintiendo con interés.
– Y el viernes pasado Gösta fue a sacar las huellas dactilares y de pisadas de uno de los chicos. Sólo nos queda obtener también las del otro muchacho para poder descartarlos de la investigación.
– ¿Y qué dijo? -preguntó Patrik-. ¿Vieron algo interesante? ¿Por qué eligieron justo la casa de los Frankel? ¿Averiguasteis algo sobre lo que podamos seguir investigando?
– Qué va, no conseguí sacarle nada útil -respondió Gösta enojado. Era como si Patrik estuviese cuestionando su modo de hacer el trabajo, y no le hizo ninguna gracia. Sin embargo, al mismo tiempo, Patrik desencadenó en su cerebro una serie de cuestiones… Algo se movía allí dentro, algo que él sabía y que debería poder sacar a la luz. Claro que quizá sólo fuesen figuraciones suyas. Y, además, si decía algo más al respecto, Patrik se saldría con la suya.
– Summa summarum , que, por ahora, no salimos del círculo. Lo único interesante que tenemos es la vinculación con los Amigos de Suecia. Por lo demás, Erik Frankel no parecía tener enemigos, no hemos descubierto ningún otro móvil para que lo asesinaran.
– ¿Habéis mirado sus extractos bancarios? Quizá ahí encontréis algo interesante, ¿no? -sugirió Patrik pensando en voz alta.
Martin meneó la cabeza irritado por no haber caído en la cuenta él mismo.
– Lo haremos tan pronto como sea posible -aseguró-, Y también deberíamos preguntarle a Axel si había alguna mujer en la vida de Erik. Bueno, o algún hombre, claro. Alguien a quien quizá se confiase en la cama. Y otra cosa que haremos hoy mismo es hablar con la mujer de la limpieza de Erik y Axel.
– Bien -aprobó Patrik asintiendo conforme-. Quizá ella pueda explicar por qué no ha ido a limpiar en todo el verano. Razón por la cual no descubrió el cadáver de Erik.
Paula se puso de pie.
– ¿Sabéis qué? Voy a llamar a Axel ahora mismo para preguntarle si Erik tenía pareja -dijo encaminándose a su despacho.
– ¿Tenéis aquí las cartas que Frans le envió a Erik? -preguntó Patrik.
Martin se puso de pie.
– Claro, voy a buscarlas. Porque supongo que lo que quieres es echarles un vistazo, ¿no?
Patrik se encogió de hombros con fingida indiferencia.
– Sí, bueno, ya que estoy aquí…
Martin se echó a reír.
– Imposible borrarle las rayas a la cebra, ¿eh? ¿Tú no estabas de baja paternal?
– Ya, ya, ya verás cuando te toque a ti. El número de horas que uno es capaz de pasar en el cajón de arena es limitado. Y Erica trabaja en casa, así que lo mejor para ella es que nos quitemos de en medio.
– Sí, bueno, pero ¿estás seguro de que Erica quería que os quitarais de en medio viniendo a la comisaría? -insistió Martin con un brillo jocoso en la mirada.
– Bueno… Puede que no, pero sólo he venido a echar un vistazo, a comprobar que os portáis bien.
– Ya, en ese caso, será mejor que vaya a buscar las cartas, para que puedas ojearlas…
Unos minutos después volvía Martin con las cinco cartas, guardadas en fundas de plástico. Maja alzó la vista de la caja de juguetes y alargó el brazo en busca de los papeles que Martin llevaba en la mano, pero este los apartó y se los entregó a Patrik.
– No, cariño, esto no es un juguete.
Maja recibió la noticia con gesto ofendido, pero volvió a sumergirse en la investigación de la caja de juguetes.
Patrik extendió las cartas sobre la mesa una junto a otra. Las leyó en silencio, arrugando el entrecejo.
– No puede decirse que sea nada concreto. Y lo que más hace es repetirse. Dice que Erik debería andarse con cuidado, puesto que ya no puede protegerlo. Que hay fuerzas en el seno de los Amigos de Suecia que no piensan, sino que actúan -Patrik siguió leyendo-. Y en esta me da la impresión de que Erik ha contestado, porque Frans le dice: «Considero que te equivocas en eso que dices. Hablas de consecuencias. De responsabilidad. Yo hablo de enterrar el pasado. De mirar al futuro. Tú y yo tenemos posiciones y puntos de partida distintos. En el fondo se arrastra el mismo monstruo. Y, a diferencia de lo que tú opinas, pienso que sería una insensatez despertar a la vida monstruos de antaño. Hay huesos que es mejor no tocar. Te di mi parecer sobre lo sucedido en la carta anterior, y no me pronunciaré más al respecto. Y te recomiendo que hagas lo propio. En estos momentos he optado por actuar como un protector, pero si la situación cambiara, si el monstruo sale a la luz, quizá me incline por otra cosa».
Patrik miró a Martin.
– ¿Le habéis preguntado a Frans qué quiso decir con eso? ¿A qué «monstruos de antaño» se refiere?
– No, aún no hemos podido preguntarle, pero hablaremos con él en más ocasiones.
Paula apareció de nuevo en el umbral.
– He logrado localizar a la mujer fundamental en la vida de Erik. Hice lo que proponía Patrik, he llamado a Axel. Y me dijo que, los últimos cuatro años, Erik había tenido una «buena amiga», según dijo, llamada Viola Ellmander. También he hablado con ella. Puede recibirnos hoy mismo, a lo largo de la mañana.
– Vaya, sí que has sido rápida -observó Patrik con una sonrisa alentadora.
– ¿No te vienes con nosotros? -preguntó Martin en un impulso, aunque, después de echarle una ojeada a Maja, que estaba examinando a fondo los ojos de la muñeca, añadió-: No, claro, no puede ser.
– Claro que puede ser, puedes dejármela a mí -se oyó una voz desde la puerta. Annika miraba a Patrik esperanzada y le dedicó a Maja una amplia sonrisa que fue recompensada con otra de las mismas proporciones. A falta de hijos propios, Annika aprovechaba de mil amores la ocasión para tomar uno prestado.
– Pues… -comenzó Patrik mirando a Maja pensativo.
– ¿Es que no me crees capaz de hacerlo bien? -objetó Annika cruzándose de brazos y fingiéndose ofendida.
– No, no es eso… -repuso Patrik, aún un tanto indeciso. Pero la curiosidad ganó la batalla y, al final, asintió-: Vale, lo haremos así. Iré con vosotros, pero ida y vuelta, así estaré de regreso antes del almuerzo. Y llámame enseguida si surge algún problema. Ah, por cierto, tiene que comer alrededor de las once y media. Y todavía le gusta la comida bien triturada, aunque creo que traigo un tarro de salsa de carne picada que puedes calentar en el micro, y después de comer suele entrarle sueño, pero no tienes más que acostarla en el cochecito y pasearla un poco, y no olvides el chupete y el oso de peluche, que lo quiere a su lado para dormir y…
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