Elmore Leonard - Pronto

Здесь есть возможность читать онлайн «Elmore Leonard - Pronto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Pronto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Pronto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un buen día, los apostadores empezarían a preguntarse ¿Qué se habrá hecho de Harry Arno?, y se darían cuenta de que no sabían nada de él.
"Desaparecería, empezaría una nueva vida. Basta de presión. Basta de trabajar para gente a la que no respetaba. Una copita de vez en cuando. Tal vez incluso un cigarrillo al atardecer, contemplando la puesta de sol en la bahía. Joyce estaría con él. Bueno, a lo mejor. Como si no hubiera bastantes mujeres en el lugar al que se dirijía. Tal vez sería mejor que partiera él primero y se instalara. Luego, si le apetecía, ya la llamaría. Estaba esperando. Tenía dos pasaportes con nombres distintos por si acaso. Todo estaba claro; ningún problema.
Hasta aquella tarde en que Buck Torres le dijo que estaba metido en un buen follón".

Pronto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Pronto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

¿Qué más?

Preguntarles si podían creer que no vendían Dr. Pepper en Italia.

Quizá ya lo había mencionado. ¿Decirles que aparentemente por aquí no había secadoras de ropa? Aquí la gente colgaba la colada en las ventanas, a cuatro o cinco pisos de altura.

Miró hacia la calle y divisó al Zip en la acera delante del Vesuvio’s. El Zip levantó una mano y Raylan vio el Fiat rojo aparcado junto a la acera. El tipo joven con la chaqueta de cuero, Nicky Testa, y el gordo que conducía el coche se apearon del Fiat. El gordo se acercó a la mesa donde comían los dos tipos, y Nicky se aproximó a la mesa del Zip; a unos treinta metros de donde estaba Raylan vigilándolos. Éste vio que el Zip le decía algo a Nicky y que Nicky se volvía para mirar en su dirección.

Ahora lo enviarían hacia aquí, pensó Raylan. Pero ¿para qué?

– Así que tuviste dos oportunidades para cargártelo -dijo el Zip-. Una en la calle, me dijo Fabrizio, y otra delante del hotel.

– ¿Qué? -exclamó Nicky, frunciendo el ceño, haciéndose el tonto-. Él me dijo que no lo hiciera, Fabrizio me lo dijo. El tipo alquila un coche y recoge el equipaje de la tía. ¿A ti qué te parece? Sabe dónde están, le lleva el equipaje. ¿Correcto?

– No sabe nada -replicó el Zip-. Ni antes ni ahora.

– Entonces ¿qué hace con las maletas? Quizás ellos le llamaron.

– Lo que te digo es que no sabe nada. ¿Me crees o no?

Nicky deseaba ir a la otra mesa, sentarse con los tipos que hablaban en italiano, no le importaba, tomar un plato de pasta y una cerveza.

– ¿Me crees?

– Sí, te creo.

– Él no sabe nada.

– Vale. -Joder, quería que lo repitiera todo como un loro-. No sabe nada.

– Entonces ¿qué? -preguntó el Zip-. ¿Te lo cargas?

Nicky tuvo ganas de decirle que no metiera la narizota en todo esto.

– ¿Lo harás?

– Sí.

– ¿No has cambiado de opinión?

Mierda, se lo veía venir.

– Primero tengo que organizarme -protestó con vehemencia Nicky.

El Zip señaló el sombrero vaquero que se vislumbraba en el interior del café contiguo; el local estaba en penumbra, pero el sombrero se veía con claridad.

– Ya está organizado. Lo tienes ahí sentado, esperándote. -El Zip dijo algo en italiano a Benno, a Fabrizio, y al otro que estaba con ellos en la mesa vecina, y se callaron en el acto, volviéndose para mirar a Nicky. El Zip añadió-: ¿Lo vas a hacer o no?

Raylan le observó acercarse a la mesa: caray, la chaqueta de cuero parecía a punto de reventar con esos brazos y esos hombros. Costaría trabajo tumbarle a menos que le pegaras con un bate. Raylan quitó las migas del mantel verde, se apoyó las manos sobre los muslos, y se reclinó en la silla, listo para recibir al señor Testa.

– Te envía el señor Zip, ¿no es así? Supongo que no será para que hablemos, creo que ya está todo dicho. Me ofreció dinero, ¿no te lo ha dicho?, treinta millones de liras, que suena a mucho más de lo que es, si me voy y no os molesto más. Para mí, eso fue un insulto. No la cantidad, entiéndeme, sino que pensara que aceptaría. Un hombre como él cree que todos tienen un precio. Verás, en otros tiempos me hubiera comprado por quince dólares, ¡coño, y por menos!, cuando yo era un crío que trabajaba en las minas de carbón. A cualquiera que me hubiera preguntado si tenía un precio le hubiese contestado ése, quince al día. He trabajado en las galerías, en las abiertas, y una vez estuve un año en huelga y vi a los matones de la compañía disparar contra las casas de los mineros que protestaban. Mataron a un tío mío que vivía con nosotros, el hermano de mi madre, y mataron a un amigo mío con el que jugaba al fútbol en el instituto. Ocurrió en una ciudad minera llamada Evarts, en el condado de Harlan, Kentucky, hará cosa de veinte años. ¿Comprendes lo que te digo? Incluso antes de entrar en la oficina del sheriff y convertirme en un tirador de primera, vi a los hombres matarse los unos a los otros y aprendí a estar preparado en caso de que las cosas se pusieran feas para mí.

Raylan se agachó un instante, sacó la mano derecha de la bota y puso su revólver de cañón corto calibre 38 sobre la mesa. Nicky clavó la mirada en el arma y se quedó absorto.

– En otras palabras -añadió Raylan-, si veo que has venido con la intención de hacerme daño, te dispararé al corazón antes de que puedas sacar el arma. ¿Estamos de acuerdo?

16

Fabrizio vio que Nicky se apartaba del vaquero y salía a la calle. Ahora se dirigía hacia ellos. Vio que Tommy, en la mesa vecina, miraba a Nicky, que Benno también lo miraba, todos lo miraban y se preguntaban qué le diría Nicky a Tommy. Pero Nicky no reparaba en ellos ni tenía ninguna expresión en el rostro. Tommy tampoco, porque Tommy expresaba el placer, el enojo y el desprecio de la misma manera.

Nicky, ¡qué cosa tan rara!, pasó junto a ellos y se alejó.

Tommy volvió la cabeza hacia Fabrizio y preguntó:

– ¿A dónde va?

Así que Fabrizio le llamó:

– Eh, Nicky, ¿a dónde vas, tío?

– Cógelo -ordenó Tommy. Volvió la cabeza para mirar al vaquero, que se alejaba de su mesa en el Gran Caffé, y repitió-: ¡Cógelo! -esta vez más fuerte, siempre refiriéndose a Nicky.

Así que Fabrizio se levantó y fue tras él, porque el vaquero era responsabilidad suya y de Nicky. Sólo que ya empezaba a estar harto. Si Nicky no se cargaba al vaquero esta vez, Fabrizio pensó que debería hacerlo él. ¡Ojalá ya estuviera liquidado este asunto!

La intención de Raylan era actuar sin que se notara que no los perdía de vista. Dejó algo de dinero sobre la mesa, cogió el revólver y las postales, y salió del local, siguiendo por la Vía Veneto hasta la esquina, y después calle arriba hasta donde tenía aparcado el coche, en la plaza Cavour. Condujo por las calles del centro, en las que había poco tráfico, y zigzagueó entre los autobuses para conseguir distanciarse de su perseguidores, convencido de que sólo tardarían unos minutos en ir tras él. Encontró la carretera de circunvalación y la salida donde el cartel indicaba Maurizio di Monti y Montallegro. Un tipo con gafas de sol estaba apoyado, con los brazos cruzados, en un coche aparcado en el arcén. Raylan le observó por el espejo retrovisor, esperando verle subir al coche y seguirle, pero no tardó en perderlo de vista y la carretera continuó despejada. Raylan suspiró, algo aliviado.

La colina se hizo más empinada al dejar atrás la llanura y las curvas eran cada vez más espaciadas, con tramos rectos que llegaban casi a los cuatrocientos metros. Un terreno diferente del este de Kentucky, aunque no dejaba de ser conducción por montaña y Raylan tenía bastante práctica en eso. También los árboles eran diferentes: que él supiera, no había cipreses ni olivos en el este de Kentucky. Hacían que la tierra pareciera más vieja, de tiempos remotos; nunca había pensado en la tierra de su país de esa manera.

Apenas si había tráfico, lo que le permitía ver bien la carretera delante y detrás de sí en los tramos rectos. Algunas casas estaban pegadas a la carretera o separadas de ella por bajos muros de piedra. Cuando salía de una curva y entraba en un tramo recto, Raylan veía las mismas casas, los mismos patios y graneros. Al cruzar Maurizio di Monti pasó ante un grupo de casas apiñadas junto al camino y vio un coche aparcado en un cruce y otro más al lado del cual un tipo mataba el tiempo fumando un cigarrillo. Raylan pasó a su lado. Por el espejo retrovisor vio que el individuo tiraba el cigarrillo y metía la mano por la ventanilla para sacar un radiotransmisor portátil por el que le comunicó a alguien que acababa de ver pasar un Fiat azul. El tipo cada vez se veía más pequeño en el espejo. A Raylan le recordó una vieja canción de Waylon Jennings, When You See Me Getting Smaller («Cuando me ves desaparecer»), una de sus favoritas cuando estaba en su casa de Kentucky. Pertenecía al mismo disco que You Picked a Fine Time to Leave Me, Lucille («Has escogido un buen momento para dejarme, Lucille»), la canción en la que pensó inmediatamente después de que Winona le anunciara que pediría el divorcio, cuando él se quedó solo en Miami Beach sin su familia. Bueno, sin sus hijos; el tipo de la agencia inmobiliaria podía quedarse con Winona. Pensó en Waylon y se preguntó si existía la música country italiana. Recordó haber leído en alguna parte que Clint Black era medio italiano, porque su madre era originaria de allí.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Pronto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Pronto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Elmore Leonard - Raylan
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Djibouti
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Out of Sight
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Cuba Libre
Elmore Leonard
Elmore Leonard - 52 pickup
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Riding the Rap
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Bandits
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Glitz
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Hombre
Elmore Leonard
Elmore Leonard - Maximum Bob
Elmore Leonard
Отзывы о книге «Pronto»

Обсуждение, отзывы о книге «Pronto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x