John Verdon - No abras los ojos

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David Gurney se sentía casi invencible… hasta que se topó con el asesino más inteligente con el que jamás había tenido que enfrentarse.
Dave Gurney, el protagonista de la primera novela de John Verdon, Se lo que estás pensando, vuelve para afrontar el caso más difícil de su carrera, una batalla con un adversario implacable que no solo es un inteligente y frío asesino, sino que no tiene reparos en atacar directamente al punto débil de Gurney: su esposa.
Ha pasado un año desde que el exdetective de la Policía de Nueva York consiguió atrapar al asesino de los números y, aunque es su intención retirarse definitivamente junto a su esposa Madeleine, un nuevo caso se le presenta de forma imprevista. Una novia es asesinada de manera brutal durante el banquete de bodas, con cientos de invitados en el jardín, y ese es un reto al que es imposible resistirse.
Todas las pistas apuntan a un misterioso y perturbado jardinero pero nada encaja: ni el móvil, ni la situación del arma homicida y sobre todo, el cruel modus operandi. Dejando de lado lo obvio, Gurney empieza a unir los puntos que le descubrirán una compleja red de negocios siniestros y tramas ocultas.

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– ¡Nunca he soportado el olor de las hojas muertas! Siempre me recuerdan la boñiga de caballo.

– Bien expresado, Jack-dijo Gurney cuando se estrecharon las manos-. Eres muy delicado con las palabras.

Se quedaron uno frente a otro como una pareja de sujetalibros que no encajan. Hardwick, con el pelo corto pero alborotado, tez rubicunda, nariz marcada por una telaraña de pequeñas venas y ojos azules llorosos como de malamut, tenía la apariencia de un hombre entrado en años con una resaca perpetua. Gurney, en cambio, con el pelo entrecano bien peinado-demasiado bien, solía decirle Madeleine-, todavía se conservaba delgado a los cuarenta y ocho años, con el abdomen firme gracias a una rutina de ejercicios antes de la ducha matinal, y aspecto de tener apenas cuarenta.

Cuando Gurney lo hizo pasar a la casa, Hardwick sonrió.

– Te ha enganchado, ¿eh?

– No estoy seguro de a qué te refieres, Jack.

– ¿Qué es lo que ha captado tu atención? ¿El amor por la verdad y la justicia? ¿La oportunidad de darle una patada en las pelotas a Rodriguez? ¿O su espléndido trasero?

– No es fácil saberlo, Jack. -Se descubrió articulando el nombre con peculiar énfasis, como si le asestara un gancho rápido a la mandíbula-. Ahora mismo tengo curiosidad por el vídeo.

– ¿En serio? ¿Aún no estás muerto de aburrimiento por la jubilación? ¿No estás desesperado por volver al juego? ¿No te mueres de ganas de ayudar a ese cañón de mujer?

– Solo quiero ver el vídeo. ¿Lo has traído?

– ¿El vídeo del asesinato? Nunca has visto nada igual, Davey. Un DVD de alta definición tomado en la escena del crimen mientras se comete el asesinato.

Hardwick estaba de pie en medio del gran ambiente que servía de cocina, comedor y sala de estar. Había una estufa Franklin en un extremo y una chimenea de piedra en el otro, separadas doce metros entre sí. La mirada del detective lo abarcó todo en unos pocos segundos.

– Joder, parece una foto a doble página de Mother Earth News .

– El reproductor de DVD está en el estudio-dijo Gurney, poniéndose en marcha.

El vídeo empezaba con una fascinante toma aérea del campo. Luego la cámara descendía en un ángulo abrupto hasta que empezaba a barrer las copas verdes de los árboles, el verde brillante de la primavera; después seguía el curso de una carretera estrecha y un arroyo agitado: cintas paralelas de asfalto negro y agua resplandeciente que unían una serie de casas bien cuidadas entre amplios jardines y pintorescas edificaciones anexas.

Apareció una propiedad aún más grande y lujosa que las demás y la velocidad de la cámara aerotransportada se redujo. Cuando alcanzó una posición situada justo encima de un vasto césped esmeralda con bordes de narcisos, el movimiento hacia delante cesó por completo y descendió con suavidad al nivel del suelo.

– Dios santo-exclamó Gurney-, ¿alquilaron un helicóptero para filmar la película de la boda?

– ¿No lo hacen todos?-soltó Hardwick con voz rasposa-. De hecho, el helicóptero era solo para la introducción. Desde este momento, el vídeo está grabado por cuatro cámaras fijas situadas en el césped, de modo que abarcaban toda la propiedad. Así que hay un archivo completo con imagen y sonido de todo lo que ocurrió en el exterior.

La casa de piedra de color crema rodeada por patios de piedra y arriates de forma libre daban la sensación de haber sido trasplantados desde la zona de los Cotswolds: primavera en un bucólico campo inglés.

– ¿Dónde está eso?-preguntó Gurney cuando él y Hardwick se sentaban en el sofá del estudio, delante del monitor del DVD.

Hardwick fingió sorpresa.

– ¿No reconoces el exclusivo pequeño poblado de Tambury?

– ¿Por qué tendría que hacerlo?

– Tambury es cuna de gente importante, y tú eres un tipo importante. Todos los que son alguien conocen a alguna persona que vive en Tambury.

– Supongo que no he llegado a ese nivel. ¿Vas a decirme dónde está?

– Una hora al noreste de aquí, a medio camino de Albany. Te explicaré cómo llegar.

– No lo necesitaré…-empezó Gurney, luego se detuvo con un ceño de incredulidad-. Espera un momento. No estará por casualidad en el condado de Sheridan Kline…

Hardwick lo cortó.

– ¿El condado de Kline? Por supuesto que sí. Así tendrás una oportunidad de trabajar con viejos amigos. El fiscal siente debilidad por ti.

– Dios mío-murmuró Gurney.

– Ese hombre cree que eres un puto genio. Por supuesto, se puso las medallas por tu éxito en el caso Mellery (normal siendo el político lameculos que es), pero en el fondo sabe que te lo debe.

Gurney negó con la cabeza y volvió a mirar a la pantalla mientras hablaba.

– Detrás de Sheridan Kline no hay nada más que un agujero negro.

– Davey, Davey, Davey, tienes opiniones muy crueles sobre los hijos de Dios.

Y a continuación, sin esperar respuesta, Hardwick se volvió hacia la pantalla y empezó a narrar el vídeo.

– El cáterin-dijo cuando un grupo de hombres jóvenes de pelo engominado y mujeres con pantalones negros y blusa blanca almidonada preparaban una barra de servir y media docena de mesas calientes-. El anfitrión-soltó, señalando a la pantalla cuando un hombre sonriente, vestido de traje azul marino con una flor roja en la solapa, emergió de una puerta en arco en la parte de atrás de la casa y salió al jardín-. Prometido, novio, marido, viudo… Todo cierto en un mismo día, así que llámalo como quieras.

– ¿Scott Ashton?

– El mismo que viste y calza.

El hombre avanzó con paso decidido por el borde de un arriate hacia el lado derecho de la pantalla, pero, justo antes de que desapareciera, el ángulo de la escena cambió, y lo mostró caminando hacia lo que parecía una pequeña cabaña situada al final del césped, donde este lindaba con el bosque, a unos treinta metros de la casa.

– ¿Con cuántas cámaras has dicho que lo grabaron?-preguntó Gurney.

– Cuatro en trípodes, además de la del helicóptero.

– ¿Quién hizo la edición?

– El equipo de vídeo del departamento.

Gurney vio a Ashton llamando a la puerta de la cabaña;observó y oyó, aunque el sonido no era tan bueno como la imagen. La puerta delantera y la espalda del hombre estaban a unos cuarenta y cinco grados de la cámara. Llamó otra vez: «Héctor».

Gurney luego oyó lo que le sonaba como una voz con acento español, demasiado débil para que las palabras fueran reconocibles. Miró inquisitivamente a Hardwick.

– Mejoramos el audio en el laboratorio. «Está abierta», le dice en español. Confirma lo que Ashton recordaba que le dijo Héctor.

Ashton abrió la puerta, entró y cerró tras de sí.

Hardwick cogió el mando a distancia, apretó el botón de avance rápido.

– Está ahí dentro cinco o seis minutos-explicó-. Después abre la puerta, y se oye a Ashton diciendo: «Si cambias de opinión…». Luego sale, vuelve a cerrar y se aleja. -Hardwick soltó el botón de avance rápido cuando Ashton estaba saliendo de la cabaña, con cara menos alegre que cuando había entrado.

– ¿Es así como hablaban entre ellos?-preguntó Gurney-. Ashton habla en inglés y Flores en español.

– Yo también me lo pregunté. Ashton me dijo que era un cambio reciente, que hasta un mes o dos antes ambos hablaban en inglés. Dijo que creía que era una forma de regresión hostil, que volver a su lengua materna era la forma de Héctor de rechazar a Ashton, al no emplear con él el idioma que le había enseñado. O algún rollo psicológico por el estilo.

En la pantalla, cuando Ashton estaba a punto de salir del encuadre, la imagen pasó a otra cámara que lo mostró caminando hacia un cenador de columnas griegas-la clase de estructura de Partenón en miniatura popularizada por la arquitectura paisajística victoriana-, donde cuatro hombres de esmoquin estaban colocando los puestos de música y sillas plegables. Ashton habló brevemente con los hombres de esmoquin, pero ninguna de las voces era audible.

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