Jason Pinter - Matar A Henry Parker

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Matar A Henry Parker: краткое содержание, описание и аннотация

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Me mudé a Nueva York hace un mes para convertirme en el mejor periodista de todos los tiempos. Para encontrar las mayores historias jamás contadas. Y ahora aquí estoy: Henry Parker, veinticuatro años, exhausto y aturdido, a punto de que una bala acabe con mi vida. No puedo huir. Huir es lo único que Amanda y yo hemos hecho las últimas setenta y dos horas. Y estoy cansado. Cansado de saber la verdad y de no poder contarla.
Hace cinco minutos creía haberlo resuelto todo. Sabía que aquellos dos hombres (el agente del FBI y el asesino a sueldo) querían matarme, pero por motivos muy distintos. Si muero esta noche, más gente morirá mañana…

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Se levantó, se inclinó hacia su acompañante, se levantaron y salieron.

El camarero gritó:

– Hasta luego, Frank. Hasta luego, Ethel. ¡Buenas noches, chicos!

No respondieron.

Agarré a Amanda del brazo y le dije:

– Tenemos que irnos.

– ¿Por qué? ¿Qué pasa?

– Creo que me han reconocido.

– Bromeas -se levantó de un salto mientras yo sacudía la cabeza.

– Vamos.

Salimos de la cafetería y echamos a andar hacia el oeste. Luego torcimos hacia la parte alta de la ciudad. Y luego hacia el este. Y después hacia el centro. Debimos de recorrer treinta manzanas sin decir palabra. Cada vez que daba un paso notaba como si me estuvieran azotando la pierna con un látigo. Por fin miré la hora. Había pasado una hora y media desde que hablé con Jack O’Donnell. Buscamos otra cabina y llamé a la Gazette. Jack volvió a contestar al primer timbrazo.

– O’Donnell.

– Jack, soy Henry.

– Dios Todopoderoso. ¿Dónde demonios te has metido, Parker?

– Perdona, ahora mismo no controlo mi agenda.

– Está bien. Tengo alguna información sobre esa gente misteriosa.

– ¿Y?

– Y antes de que digas una palabra, quiero saber de dónde sacaste esos nombres.

– De eso nada, Jack. El trato es que tú me das la información y yo te lo cuento después. Si no me voy al Dispatch .

– Eso es un farol.

– Ponme a prueba.

Siempre había querido decir aquello. Me pareció que no me había quedado mal. O’Donnell, por lo visto, estaba de acuerdo.

– ¿Conque esas tenemos?

– Sí.

– De acuerdo, Harry Truman, he encontrado tres conexiones muy interesantes entre tus amigos. ¿Quieres la puerta número uno, la número dos o la número tres?

– Todas. ¿Cuál es la primera?

– ¿La primera? Está bien, todos ellos han estado en prisión. Y no me refiero a una semana entre rejas por darle una calada al porro de su madre. Me refiero a condenas de las gordas, de las de ponerse cómodo en la celda de aislamiento. Todos esos ilustres personajes han cumplido entre dos y doce años de cárcel.

Miré a Amanda, me había puesto pálido. No sabía qué estaba oyendo ella, pero pareció notar que algo iba mal. Un sudor frío se me extendió por el cuerpo, bajándome por la columna vertebral.

– ¿Y la segunda?

– La segunda es que siete de esos hombres fueron detenidos otra vez menos de cinco años después de su puesta en libertad. Cuatro cayeron por tráfico de drogas, dos por transportar mercancías robadas cruzando fronteras entre estados y uno por atraco, agresión y posesión de sustancias estupefacientes.

– Dios mío -las palabras se me escaparon de la boca sin pensar. Oír aquello fue como si me asestaran varios ganchos a la mandíbula seguidos. Me quedé temblando. ¿Todos esos hombres vivían en un mismo edificio?

– ¿Quieres saber el resto o lo dejamos ya?

– No -dije, aturdido-. ¿Qué es?

– Está bien, cinco de esos tipos están actualmente difuntos.

Sentí que la boca se me llenaba de bilis.

– ¿Dices que cinco están muertos?

– Sí, eso es lo que significa «difunto»: muerto. A tres se los cargó la policía a tiros, uno se suicidó y al otro lo asesinó su socio mientras robaban un banco.

– ¿Cinco están muertos?

– Eres rápido. A otro le pegaron un tiro durante un atraco, pero se curó y actualmente vive en Dover. Bonito lugar para recuperarse, según tengo entendido.

– ¿Cuál es el que vive en Dover?

– Un tipo llamado Alex Reed. Se mudó allí después de que le metieran en las tripas una bala del calibre 357. Le volaron la mitad del intestino grueso. Tiene gracia: era él a quien estaban atracando.

Era demasiada información para procesarla a toda velocidad. Me dolía la cabeza. Al menos diez vecinos de aquel edificio habían estado en la cárcel, lo mismo que Luis Guzmán, y cinco estaban muertos. Si yo no hubiera vuelto aquella noche, Luis y Christine habrían sido los siguientes.

Pero había todavía un nombre que no le había dado a O’Donnell. El nombre que me había reservado.

– ¿Jack?

– ¿Sí, Henry?

– Necesito que busques información sobre otra persona.

– Henry, me estoy jugando el pescuezo. No puedo seguir así o acabarán por cortármelo.

– Por favor, Jack. Sólo uno más. Te lo prometo.

O’Donnell suspiró.

– Está bien. Más vale que me proporciones una historia alucinante cuando esto acabe.

– Lo haré, te doy mi palabra.

– De acuerdo. ¿De quién se trata?

– Se llama Angelo Pineiro. Creo que puede tener alguna relación con esos otros nombres de la lista.

Se oyó otro ruido a través de la línea. Esta vez Jack no estaba suspirando. Se estaba riendo.

– ¿Angelo Pineiro? -dijo, burlón-. ¿Me estás preguntando por Angelo Pineiro?

– Sí -dije-. ¿Por qué?

– Bueno, ¿quieres la versión larga o la corta?

– ¿Lo conoces? -pregunté-. ¿Te suena el nombre?

– ¿Que si me suena? Pero si he escrito sobre él. Angelo Pineiro. Su mote es Blanket. Conocido cariñosamente entre las fuerzas del orden como «la mano derecha de Lucifer». En pocas palabras, Angelo Pineiro es el tío que le sujeta la polla a Michael DiForio cada vez que mea.

Capítulo 35

Joe Mauser clavó las uñas en el reposabrazos al notar que el tren de aterrizaje se desplazaba bajo el avión. El piloto anunció que se disponían a aterrizar y Joe bebió otro trago de whisky de su petaca, que sujetaba con tanta fuerza que se le transparentaban los nudillos. ¿Por qué habría vuelto Parker a Nueva York?

Sentado a su lado, Denton hablaba por un teléfono Airfone y anotaba algo en una servilleta. La llamada parecía importante. Tal vez hubiera buenas noticias. Joe rezaba por que así fuera. Parker ya los había puteado bastante. Y Joe no podría soportar otra llamada de Linda hasta que se hubiera hecho justicia. El asesino de John llevaba demasiado tiempo suelto. Era hora de cobrarse venganza.

Denton colgó y señaló con la cabeza la petaca de plata de Mauser, que llevaba grabadas las iniciales JLM.

Joseph Louis Mauser.

Joe siempre decía que le habían puesto ese nombre por el boxeador Joe Louis. Pero era mentira, claro. Su abuelo se llamaba Louis y su abuela Josephine. Daba igual. Todo el mundo sabía que hacía muchos años que la verdad estaba criando malvas.

– ¿Me das un trago? -preguntó Denton. Mauser le pasó la petaca sin decir nada. Miró por la ventanilla, vio los millares de luces minúsculas que salpicaban el paisaje de Nueva York. Todo el mundo seguía con su vida sin pensar en el asesino desalmado que había entre ellos. Un leve estremecimiento recorrió su cuerpo mientras el licor hacía efecto. Cuando Denton acabó de beber, Mauser dio otro trago.

– Tranquilo, jefe -dijo Denton-. Tengo noticias que te van a hacer entrar en calor mejor que cualquier bebida.

– Es Glenlivet de doce años -contestó Mauser-. Más te vale que sean noticias acojonantes.

– Descuida -luego añadió-: La policía de Nueva York tiene una pista sobre Parker y la chica.

– ¿En serio?

– Sí. Por lo visto un hombre mayor dice que vio a Parker y a Davies sentados en una cafetería de Harlem. El agente que tomó la denuncia no se lo creía, dice que el testigo parecía tener un pie en la tumba, pero las descripciones de los dos coincidían. El cocinero de la cafetería ha corroborado la historia. Dice que había visto una foto de Parker esa misma mañana en el periódico.

– Entonces Amanda Davies sigue viva.

– Supongo que sí -dijo Denton-. Pero ¿por qué mató a Evelyn y a David Morris y no a Amanda? ¿La lleva como rehén?

– ¿Tú sabes lo difícil que es llevar a un rehén por una sola calle? Cuanto más por un país entero. Opino que está metida en esto con él -algo pareció encajar en la cabeza de Mauser-. ¿Dices que los han visto en Harlem? ¿En qué parte de Harlem?

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