James Patterson - Bikini

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Un thriller escalofriante escrito por el autor más vendido del mundo. Una espectacular top-model desaparece en Hawai, donde estaba trabajando en una sesión de fotos. Sus padres, alertados por una llamada telefónica y temiéndose lo peor, deciden viajar hasta allí sin sospechar el horror que los aguarda. Entretanto, el reportero de Los Angeles Times Ben Hawkins está llevando a cabo su propia investigación del caso.

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– Hable con él. Ahora tengo que colgar -repuso la mujer. Y colgó.

Saqué una botella de Perrier de la nevera y salí al balcón. Yo me alojaba en el Marriott, a medio kilómetro de playa del mucho más costoso Wailea Princess, pero con la misma y deslumbrante vista del mar. Bebí mi agua y pensé en la pista que me habían dado. Para empezar, ¿cómo me había encontrado esa mujer? Sólo los McDaniels y Amanda sabían dónde me alojaba.

Crucé las puertas correderas, encendí mi ordenador portátil y busqué Nils Bjorn en Google.

El primer hallazgo fue un artículo publicado en el London Times un año antes, sobre un Nils Bjorn a quien habían arrestado en Londres como sospechoso de vender armas a Irán, posteriormente liberado por falta de pruebas.

Seguí consultando artículos, todos similares o idénticos al primero.

Abrí otra Perrier, seguí buscando, encontré otro artículo sobre Bjorn que se remontaba a 2005, una acusación de tentativa de violación. No se mencionaba el nombre de la mujer, sólo que era modelo y tenía diecinueve años, y tampoco esa vez Bjorn fue condenado.

Mi última parada en este viaje por Internet fue Skol, una revista europea dedicada a la alta sociedad. Había una foto tomada en la fiesta de recepción de un industrial sueco que había inaugurado una fábrica de municiones en las afueras de Gotenburgo.

Amplié la foto, estudié al hombre identificado como Bjorn, miré sus ojos luminosos como bombillas. Tenía rasgos regulares, cabello castaño claro, nariz recta, aparentaba poco más de treinta años y no presentaba ningún rasgo memorable.

Guardé la foto, llamé al Wailea Princess y pregunté por Nils Bjorn. Me dijeron que se había marchado el día anterior.

Pedí que me pusieran con los McDaniels.

Le comenté a Levon la llamada telefónica de la mujer y lo que sabía sobre Nils Bjorn: lo habían acusado de vender armas a un país terrorista, y también de intentar violar a una modelo. Ninguna de las dos acusaciones había podido comprobarse. Dos días atrás había sido huésped del Wailea Princess Hotel.

Traté de contener mi entusiasmo, pero se traslucía en mi voz.

– Ésta podría ser una buena pista -dije.

35

Levon esperaba al teniente Jackson. Después de cinco minutos de musiquilla ambiental, le dijeron que el teniente le devolvería la llamada. Colgó y encendió el televisor -un enorme aparato de plasma que ocupaba media pared- para ver las noticias.

Primero proyectaron la relampagueante presentación gráfica de All Island News at Noon, con Tracy Baker y Candy Ko'alani. Luego Baker habló de la «modelo aún desaparecida, Kim McDaniels», presentando una imagen de Kim en bikini, y luego apareció el rostro de Jackson con la leyenda «en directo».

Hablaba a los reporteros frente a la comisaría.

– ¡Barbara, ven! -llamó Levon, subiendo el volumen.

Su mujer a su lado en el sofá.

«Estamos interrogando a una persona relevante para el caso -decía Jackson-, y esta investigación continúa. Pedimos que nos llame cualquiera que posea información sobre Kim McDaniels. Se respetará la confidencialidad. Es todo lo que puedo decir por el momento.»

– ¿Han arrestado a alguien o no? -preguntó Barbara, aferrando la mano a su marido.

– Una persona relevante es un sospechoso. Pero no tienen suficientes pruebas, de lo contrario dirían que lo tienen retenido.

– Levon elevó el volumen un poco más.

«Teniente -dijo un reportero-, tenemos entendido que esa persona relevante es Doug Cahill.»

«Sin comentarios. Esto es todo lo que tengo que decir. Gracias.»

Jackson se alejó y los reporteros se agitaron. Tracy Baker volvió a la pantalla.

«Doug Cahill, defensa de los Bears de Chicago -dijo-, ha sido visto en Maui y fuentes bien informadas dicen que fue amante de Kim McDaniels.»

En la pantalla apareció una foto de Doug ataviado con el equipo de su club, el casco bajo el brazo, una ancha sonrisa, el pelo rubio cortado a cepillo, guapo al estilo huesudo del Medio Oeste.

– Me consta que la molestaba -dijo Barbara, mordiéndose el labio inferior, arrebatándole el mando a distancia a Levon para bajar el volumen-, pero ¿hacerle daño? No lo creo.

Sonó el teléfono. Levon atendió.

– Señor McDaniels, soy el teniente Jackson.

– ¿Piensa arrestar a Doug Cahill? En tal caso, comete un error.

– Hace una hora apareció un testigo, un lugareño que pasaba por allí y dice haber visto a Cahill acosando a Kim después del rodaje.

– Pero Doug dijo que no había visto a Kim…

– En efecto. Pero quizá nos mintió, así que lo estamos interrogando. Todavía niega toda participación.

– Hay alguien más sobre quien usted debería saber -dijo Levon, y le refirió la reciente llamada de Hawkins concerniente a una pista sobre un empresario internacional llamado Nils Bjorn.

– Sabemos quién es Bjorn. No nos consta ningún vínculo entre Bjorn y Kim. No hay testigos. No hay nada en las cintas de vigilancia.

– ¿Usted habló con él?

– Bjorn se marchó antes de que nadie se enterase de la desaparición de Kim. McDaniels, sé que usted no lo cree así, pero Cahill es nuestro hombre. Sólo necesitamos tiempo para que confiese.

36

Henri, con su disfraz de Charlie Rollins, almorzaba en el Sand Bar, el elegante restaurante playero del hotel. Relucían sombrillas amarillas y desde la playa subían adolescentes en cuyos cuerpos bronceados chispeaba el agua. Henri pensó que no sabía quiénes eran más hermosos, si los chicos o las chicas.

La camarera le llevó azúcar líquido para su té helado y un cesto de panecillos y le anunció que su ensalada saldría enseguida. Él asintió con una sonrisa, dijo que disfrutaba de la vista y que no tenía ninguna prisa.

Un camarero apartó una silla de la mesa contigua para que se sentara una bonita joven. Tenía el pelo negro y corto estilo varón, y llevaba un bikini blanco y pantalones cortos amarillos.

A pesar de las gafas Maui Jim, Henri sabía quién era.

– Julia, Julia Winkler -dijo cuando ella dejó el menú.

La chica alzó la vista.

– Disculpa, ¿te conozco?

– Yo te conozco a ti -dijo él, alzando la cámara para indicar que era del gremio-. ¿Estás aquí por un trabajo?

– Estaba. El rodaje terminó ayer. Mañana regreso a Los Angeles.

– Ah, el rodaje de Sporting Life.

Ella asintió con cara triste.

– Me he quedado por aquí con la esperanza… Yo compartía habitación con Kim McDaniels.

– Regresará -dijo Henri, amablemente.

– ¿En qué te basas para asegurarlo?

– Se ha tomado unas vacaciones. Suele suceder.

– Ya que eres vidente, dime dónde está.

– Está fuera del alcance de mis vibraciones, pero a ti te capto con toda claridad.

– Seguro. ¿Qué estoy pensando?

– Que te sientes triste y un poco sola y quisieras comer con alguien que te haga sonreír.

Julia sonrió y Henri llamó al camarero, le pidió que acomodara a la señorita Winkler a su mesa y la hermosa muchacha se sentó junto a él, ambos encarados al paisaje.

– Charlie -dijo él, extendiendo la mano-. Rollins.

– Hola, Charlie Rollins. ¿Qué almorzaré?

– Ensalada de pollo a la parrilla y una Coca light. Y ahora recibo otra señal. Piensas que te gustaría quedarte otro día porque un vecino se encarga de tu gato y este sitio es tan agradable que no tienes prisa por volver a casa.

Julia volvió a sonreír.

Bruno. Es un rottweiler.

– Lo sabía -repuso Henri justo cuando la camarera le servía la ensalada y le preguntaba a Julia que tomaría.

Ella pidió pollo a la parrilla y un Mai Tai.

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