– ¿Estás bien? -le preguntó.
– Supongo -respondió la joven-. Aunque llegó un momento en que no supe si iba a sobrevivir, ¿sabes?
Kate asintió con la cabeza y le tocó la mano, acordándose de aquel cuchillo suspendido sobre su vientre. Entonces supo con toda certeza que, si hubiera tenido que hacerlo, habría matado a Jasper.
– Estaba pensando que cuando vuelva a la normalidad, sea cuando sea, tal vez me aparte del surrealismo. Lo que ha pasado ha sido tan surreal que he tenido suficiente para el resto de mi vida.
En ese momento se abrió la puerta y entró una enfermera con el recién nacido, que tendió a Nola.
– La ictericia se le ha pasado. Te lo puedes llevar a casa mañana. -Y colocó la cabeza del niño sobre el pecho de Nola.
– No sé si lo hago bien -dijo Nola.
El niño cerró los labios en torno al pezón y se puso a mamar.
– A mí me parece que sí -contestó Kate.
– Se me hace muy raro.
– Ya te acostumbrarás -comentó la enfermera-. Si hay algún problema, me llamas.
Nola acarició los rizos color castaño oscuro de su hijo.
– Tiene mucho pelo, ¿verdad?
– Es precioso. ¿Ya has pensado qué nombre le vas a poner?
– Ah, ¿no te lo había dicho?
– No.
– Richard.
– Richard. -Kate acarició la diminuta espalda del bebé. Las lágrimas acudieron a sus ojos-. Me gusta.
– ¿Te parece bien? ¿No te importa?
– ¿Que si me importa? Pues claro que no. -Kate se enjugó las lágrimas-. A Richard le habría encantado.
Nola miró al niño y frunció el entrecejo.
– ¿Qué pasa? -preguntó Kate.
– No, nada. Bueno, la verdad es que estoy aterrada. Quiero volver a la escuela y todavía tengo que cumplir con el semestre en el extranjero. ¿Cómo me las voy a apañar? ¿Cómo voy a poder hacer nada? Madre mía, debes de pensar que soy un desastre.
– En absoluto.
– Es que no sé cómo voy a arreglármelas.
– No tienes que hacerlo todo a la vez. -Kate acarició la cabecita del bebé-. Y me tienes a mí. Yo cuidaré del niño cuando vayas a la escuela.
– Pero tú también estás muy ocupada.
– No tanto. -Kate se imaginó al niño en la habitación que acababa de arreglar, con las nubes pintadas en el techo y la cuna nueva-. Tú haz lo que tengas que hacer, Nola. Del niño puedo encargarme yo.
Nola sonrió.
Al cabo de unos momentos el bebé dejó de mamar y se quedó dormido. Nola también cerró los ojos. Kate se los quedó mirando hasta que el niño comenzó a agitarse. Entonces lo alzó del pecho de Nola y lo acunó en sus brazos.
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