Fredric Brown - El Asesinato Como Diversión

Здесь есть возможность читать онлайн «Fredric Brown - El Asesinato Como Diversión» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Asesinato Como Diversión: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Asesinato Como Diversión»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El lirismo fantástico de Fredric Brown brilla en esta novela desde la plataforma de un juego enigmático en el que se debate la posibilidad individual de escapar a esclavitudes promocionadas por el sistema social y su decadente código de valores. La lucha para esclarecer un insólito encadenamiento de crímenes coincide con el esfuerzo para llegar a la verdad oculta de las cosas y abrazar una ética abandonada en la sumisión al sueño americano. Todo ello ha de materializarse, inexorablemente, en una pesadilla: «Aquellos sueños no debían habérsele presentado a un perro. Y no lo hicieron. Se le presentaron a Tracy.?

El Asesinato Como Diversión — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Asesinato Como Diversión», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Hummm -masculló Tracy-. ¿Tenía Mueller algún pariente?

– Un hijo y dos hijas en Río de Janeiro. Todos mayores y casados. Lo heredaron todo. La herencia no era muy grande, su valor alcanzaría las cinco cifras, pero el hombre no era millonario. Dineen fue su ejecutor testamentario. Oficialmente, quiero decir, porque su abogado se encargó de todo.

– ¿Viste a su abogado?

– Burke fue a verlo esta mañana. No consiguió nada extraordinario. El collar de perlas que estaba retenido en la Aduana cuando se cometió el asesinato, pasó a formar parte de la herencia, y por él se consiguieron doce mil dólares tras haber deducido los derechos aduaneros. Después estaba el giro bancario que había traído consigo, y unas cuantas inversiones en Río. Todo eso sumaría unos treinta mil dólares, después de efectuadas todas las deducciones; ese dinero regresó a Río, pues le correspondía a los hijos.

Tracy fue haciendo pequeños círculos sobre la barra con el fondo mojado del vaso.

– ¿Tenia algún pariente aquí? -inquirió.

– Una sobrina. La señora Dineen dijo que creía que la chica vivía en Hartford, Connecticut. Pero nunca la conoció.

– ¿Sabes cómo se llama?

– No. ¿Qué importancia podría tener eso?

«Depende -pensó Tracy- de cómo se llame.» Pero no hizo ningún comentario y se limitó a decir:

– Ninguna, supongo. ¿Es todo lo que sabes?

– ¡Fíjate quién pregunta! Claro que es todo lo que sé. Pero hay algo que me intriga. ¿Por qué Bates no investiga más ese aspecto del caso?

Tracy estudió su imagen en el espejo que había detrás de la barra.

– Supongo que porque piensa que no tiene nada que ver -repuso Tracy-. Cree que sabe quién mató a Dineen y a Hrdlicka.

– Y un cuerno. ¿Quién?

– Yo -replicó Tracy-. Me parece que piensa que soy un psicópata. Que me dedico a escribir guiones y que después siento el impulso irrefrenable de llevarlos a la práctica. O algo así.

– ¿Y es así?

– No seas burro, Lee. ¿Crees que te lo diría si fuera así?

Lee Randolph sacudió la cabeza con cara de duda.

– Supongo que te conozco bastante bien. No estás loco…, al menos no de ese modo. Pero, ¿qué harás al respecto?

– ¿Qué puedo hacer al respecto? Nada. Salvo no permitir que Bates me relacione con más asesinatos.

– Tracy, ¿me estás tomando el pelo? ¿De veras que vas a quedarte sentado a esperar que se aclare el asunto? Joder, Tracy, hubo una época en que fuiste un buen reportero.

– ¿Y qué tiene que ver con todo esto el hecho de ser reportero?

Randolph soltó una risotada.

– Cuando trabajabas para mi, si te hubiera asignado un caso como éste, habrías salido a interrogar a la gente hasta conseguir respuestas que encajaran…, o no. Y después te… Vale, olvídalo. Espero que Bates logre engancharte.

– Menudo consuelo me das.

– Consuelo -repitió Randolph-… Eso quieres, ¿eh? Por el amor de Dios. Consuelo. Alguien te usa de pantalla para achacarte tres asesinatos y tú te quedas ahí sentadito, esperando consuelo. Si ése es el efecto que tiene la Radio sobre un buen reportero, que me cuelguen ahora mismo.

– Maldita sea, Lee, no puedes…

– ¿Cómo que no puedo? Te has vuelto más blando que un colchón de plumas. Lo que necesitas es una fecha tope de entrega. Pues bien, te daré una. O me consigues una buena nota periodística para mañana a la noche, o estás despedido.

Tracy sonrió tontamente.

– Simon Legree, amigo mío. Me alegro de no trabajar más para ti.

– Y yo también -repuso Randolph. Se bebió el resto de la cerveza y se puso en pie.

– Antes eras un tipo cojonudo. Y ahora buscas consuelo.

Salió del bar.

Poco a poco a Tracy se le borró la sonrisa. Observó cómo se le iba borrando de la cara en la imagen del espejo, y después hizo señas a Barney.

– Ponme una doble -le pidió. Se volvió y miró las ventanas delanteras del bar. Fuera había oscurecido ya. Y dentro tampoco había demasiada luz.

– Maldita sea, Barney -dijo.

– ¿Sí?

¿Y cómo contestaba a eso? No sabia cómo contestar a nada.

– Anda, Barney, tómate una conmigo.

Barney sirvió dos copas, y antes de beber, dijo:

– Salud.

– Barney, en una época fui un buen reportero.

– Sí -repuso Barney, sin signos de interrogación esta vez, lo cual fastidió a Tracy. También le hubiera fastidiado si los hubiera habido.

– ¿Y qué más? -inquirió.

– Pues nada -repuso Barney-. Sólo te daba la razón. Gracias por la copa. -Se alejó al otro extremo de la barra y se puso a lavar unos vasos.

«Voy a emborracharme -pensó Tracy-. Diablos, pero si estoy borracho. ¿Lo estoy?»

No lo sabía. Físicamente tenía la sensación de mareo que acompaña al exceso de alcohol, pero no notaba el cerebro obnubilado. Su cuerpo estaba un tanto beodo; lo supo cuando se bajó del taburete y tuvo que concentrarse para tratar de caminar con normalidad. Pero su cabeza seguía estando en el extremo opuesto del maldito telescopio, mirando al Tracy pequeñito que estaba solo, sentado ante una barra tratando de ponerse trompa.

– Mira… -dijo.

– ¿Sí? -repuso Bamey, y miró a Tracy, pero no se le acercó.

– No es asunto de ellos.

Barney se limitó a lanzar un gruñido.

Barney debió de creer que estaba borracho para hablar de aquella manera. Quizá Barney tuviera razón. No debería utilizar un pronombre sin un antecedente.

Pero no era asunto de ellos.

¿Qué derecho tenía Millie para suponer que se había tomado la semana libre para ir a meter las narices en una sierra circular? Eran sus narices, y no las de Millie.

¿Y qué derecho tenía Lee Randolph para creer que tenía que meterse en aquel asunto más de lo que ya estaba metido? Pagaba sus impuestos y contribuía a mantener al Departamento de Policía, a quien le correspondía resolver los crímenes. Además, ellos contaban con recursos para resolverlos, y él no.

¿Qué derecho tenía Barney a estar de acuerdo con ellos? Sí, Barney estaba de acuerdo con ellos; lo sabía por la forma en que lo miraba.

Bates era más sensato. Bates no pensaría que se tomaba una semana libre para perseguir al asesino. No, señor. Bates pensaría que se tomaba una semana libre para planear un par de asesinatos más.

Maldito fuera aquel telescopio por el que se veía. Maldito fuera el espejo que había detrás de la barra.

Porque le mostraba la imagen de otra barra, y de un borracho solitario con ojos desorbitados, sentado solo, con cara de imbécil. Un imbécil en la penumbra, cuando las luces son tenues.

Un imbécil que se dejaba amedrentar por la Policía, porque un asesino lo había amedrentado antes. Un maldito asesino que le había plagiado las ideas.

Un asesino que se había cargado por lo menos a tres víctimas. «Venga, vamos, reconócelo.» Lo de Mueller estaba relacionado. Mueller había sido amigo de Dineen.Y aquélla era una conexión suficiente como para que el detalle encajara en algún sitio.

Coincidencia; era el calificativo que se le endilgaba a una pista cuando a uno le daba demasiada pereza o demasiado miedo seguirla.

Como lo de Dotty-Dorothea Mueller. Dotty, la hermosa, cuya nuca delicada y suave infundía tantos deseos de besarla; la de los dedos alados capaz de convertir una máquina de escribir en ametralladora. Pequeña, suave, tierna, joven y deseable y…, maldita Dotty.

El hecho de que se apellidara Mueller no era ninguna coincidencia. Las coincidencias no existían. Coincidencia era el nombre que se le daba a una pista que se temía seguir.

Randolph la hubiera seguido…, o hubiera enviado a uno de sus muchachos a investigarla…, si Randolph hubiera sabido que una muchacha llamada Mueller había trabajado en la «KRBY» a las órdenes de Dineen, contratada por Dineen. Sólo que Randolph no lo sabía; era una ventaja que tenía sobre Randolph, si decidía poner manos a la obra y…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Asesinato Como Diversión»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Asesinato Como Diversión» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Asesinato Como Diversión»

Обсуждение, отзывы о книге «El Asesinato Como Diversión» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x