• Пожаловаться

Carlos Salem: Un jamón calibre 45

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Salem: Un jamón calibre 45» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Carlos Salem Un jamón calibre 45

Un jamón calibre 45: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un jamón calibre 45»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Qué sucede cuando alguien abre la puerta inadecuada? Al protagonista de esta novela, un argentino "jodido pero contento" que no tiene donde caerse muerto en Madrid se le ocurre hacer uso de una llave que le han pedido que guarde y pasar unos días en un apartamento vacío. Esta decisión convertirá su vida en una montaña rusa: conocerá a un matón violento y sentimental que le obligará a buscar un dinero robado a unos ladrones; a una chica aficionada a andar desnuda y deseosa de amar; a un criminal con muy malas pulgas llamado El Muerto; a un detective torpón; a un policía enamorado de una mujer con dos caras… todos en busca de una maleta con mucho dinero y de la única persona que puede saber dónde está: la desaparecida propietaria del apartamento… Una novela policiaca atípica, desenfrenada y muy divertida, con altas dosis de acción, sexo, filosofía callejera, humor y giros inesperados.

Carlos Salem: другие книги автора


Кто написал Un jamón calibre 45? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Un jamón calibre 45 — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un jamón calibre 45», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Deberías patentar tu dieta -dijo.

El grandote dudaba entre comprarse un delantal de cocina de tela plástica estampada y otro blanco con la palabra «chef» en la pechera. Se quedó con el estampado. Sorprendió mi mirada y aprobé su elección con un gesto. Cuando fuimos a pagar, el chino casi nos traga a los tres en un bostezo y mientras llenaba las bolsas de provisiones pensé que nos preparábamos para un largo asedio.

– ¿Los ayudo? -dijo el grandote-. Total, vamos en la misma dirección…

Tenía su lógica. Le di tres bolsas y empezamos a caminar. Él se retrasó los veinte metros reglamentarios y Nina contuvo una risita.

– Atento sí que es, tu verdugo.

– Eso sí.

Cuando llegamos al portal, miró a los costados y me dio las bolsas murmurando una disculpa por no ayudarme a llevarlas hasta arriba. Volvió a su esquina y cuando lo saludamos con la mano respondió incómodo.

Guardamos las cosas en la cocina y ella se fue a duchar. Esta vez no me invitó. Estaba huraña y pensativa. Puse el aire acondicionado, saqué una botella de las bolsas y me serví un vaso de bourbon. De la ducha llegaba un rumor de cascada selvática. Elegí un cedé de La misión , de Ennio Morriconi. La sombra fresca de la jungla se instaló en el salón, y yo, sobre unos almohadones confortables. Antes no había tenido tiempo de curiosear por la casa. Libros, muchos libros. Adornos hindúes, un tapiz peruano, máscaras de África, dagas árabes y una diana para arrojar dardos que representaba el rostro del detestable canario Piolín. Pensé que la tal Noelia podía llegar a gustarme, si vivía para conocerla. En el suelo, medio escondida por la alfombra, encontré una tarjeta de visita agujereada por un dardo. Era de un bufete de abogados y tenía los nombres y dos apellidos de Noelia y Nina.

Se respiraba en la casa un perfume a buena vida, pero sin esnobismo. Un calendario azteca tallado en madera clara. Un pequeño cofre, tal vez marroquí, del tamaño de una caja de puros y hecho con minúsculos trozos de madera unidos con pericia. Suspirando, me acordé de mis tiempos de artesano casi hippie y casi lumpen. Una mochila, las herramientas y todo el tiempo del mundo para dejarlo escapar.

– Eran buenos tiempos -murmuré-. O podrían haber sido peores.

Yo hacía cofres como ese, con madera o metal cincelado. Y les metía dentro un pequeño mecanismo de caja de música. No había un cofre igual a otro. En aquellos tiempos, odiaba las repeticiones.

Volví a mis almohadones. Una semana antes mis problemas consistían en decidir entre la incertidumbre de quedarme o la incertidumbre del retorno; y otras minucias como dónde vivir, de qué y para qué. Ahora, todo eso parecía una tontería.

Di unas vueltas por la sala, buscando respuestas entre libros y discos. En el bolso de Nina había lo que en todos los bolsos…, a excepción de una pequeña pistola plateada, automática. Estaba cargada. Imitando una aventura de Marlowe, olfateé el cañón para comprobar si había sido disparada recientemente, pero solo conseguí oler a metal aceitado y hacerme un raspón en la nariz. En la cartera, dinero, tarjetas de crédito, un carné de conducir y otro de identidad, todo a nombre de Guillermina Larralde, nacida en Bilbao. El domicilio que figuraba en el carné era una dirección de Madrid, en la calle Núñez de Balboa. Una docena de tarjetas del bufete en Lavapiés ya sin el nombre de Noelia, una agenda repleta de papeles y anotaciones. Una foto tamaño carné de una pelirroja que solo podría ser ella, que robé sin pudor. Después, peines, cepillos, anticonceptivos, condones, un par de compresas y un tanga de repuesto, hermano mellizo del que yo llevaba en el bolsillo.

Guardé la foto de Noelia y la tarjeta agujereada por el dardo en mi mochila. Apoyé el codo en las rodillas y la cara en el puño, y dejé que mi mente se fuera de paseo a la nada del tapiz que reinaba en la pared.

– ¡Pst! ¡Pensador!

Iba descalza y llevaba una fina camisola blanca, abierta hasta el ombligo. Y nada más. En algunas partes, donde no se había secado por completo, la tela se pegaba a su piel y se volvía transparente.

– Pareces la estatua de Rodin -se burló-. Solo que El Pensador está en pelotas. Y tú ya puedes ir imitándolo.

Me quité la ropa y ella la recogió.

– Esto, a la lavadora -dijo-. Y tú, a la ducha. ¿En qué pensabas?

La abracé con intenciones de dejar la ducha para después.

– Pienso, luego insisto -dije a su oído.

– Te bañas, luego me follas -contestó.

Me fui al baño. Nunca pude resistirme a los razonamientos irrebatibles.

Me enjaboné con cuidado y hasta puede que tarareara una canción.

Descorrí la mampara. Nina me esperaba con una gran toalla azul. Me secó como si fuera un bebé. Aunque no creo que el organismo de un bebé reaccionara así. Se puso de pie y me dio una palmada en el culo.

– Ahora, al cine.

El salón estaba transformado. Un par de luces iluminaban el centro, donde se amontonaban los almohadones y dos cámaras de vídeo, en las esquinas de la habitación, apuntaban también hacia allí. La imagen se repetía en el gran aparato de televisión del salón y en el otro pequeño que antes estaba en el dormitorio.

– Son de Noelia -dijo-. De cuando le dio por rodar cortos. ¿Te molesta?

– Hay un problema.

– ¿Cuál?

– No me acuerdo de mi diálogo.

– No te preocupes -dijo adelantándose-. Improvisaremos.

Dejó que la túnica cayera hasta apilarse a sus pies. Los dos televisores me mostraron ángulos distintos de la imagen. En realidad, no eran ángulos, sino curvas. Pensé que aquello era un poco tonto. Nos tendimos en los almohadones y me dio el mando de la otra cámara. Durante un rato hicimos el bobo adoptando expresiones cómicas y posturas ridículas, pero pronto el juego dejó de serlo. Se puso boca abajo y se ofreció a los ojos electrónicos.

– No me toques, todavía -pidió-. Hazlo con la cámara.

Manipulé el mando hasta que me regaló un primer plano de su espalda arqueada y el comienzo del culo. Ella hizo otro tanto con su mando y me dio un perfil inolvidable. Lentamente se puso a gatas y empezó a girar, al ritmo de la música. Dejé de pensar que era una tontería. Me llamó con un gesto y registró mi acercamiento. Rodamos en la alfombra, sin dejar de mirar y de mirarnos. Todo parecía desarrollarse a cámara lenta, lentísima.

Volvió a tenderse boca abajo. Me llamó con la mano y la cubrí. Mis manos sobre las suyas, sus pies bajo los míos, nuestras pieles tocándose en todo el recorrido. No podíamos estar más unidos. Sí podíamos.

Apoyó los codos sobre la alfombra, se irguió sobre las rodillas y se ofreció con un ronroneo. Estaba húmeda y estaba tibia y estaba ardiente. Y todo el tiempo todo el tiempo todo el tiempo, las cámaras intentando descifrar lo que no comprenderían y las pantallas que hacían esfuerzos para repetir lo irrepetible. Giramos sin gravedad y volvimos a girar. Después, cuando ya estaba al borde del sueño sin dejar de moverme en esa ola inmóvil de un cuerpo único, sentí que toda ella latía sin prisa en torno a mí, que la unión era más profunda y sólida, y que una explosión sin estallido nos mataba y nos volvía a parir. Me dormí así, con Nina cubriéndolo todo y su perfume a sudor y sexo solidario pegado a mis labios. Con la última chispa de conciencia, intenté recordar el rostro de Ella en la foto Polaroid que hacía tan pesada mi mochila. No pude ver más que rasgos indefinidos y borrosos y lejanos, mientras Nina gemía «Nicolás» y se tendía contra mi pecho y yo me dormía sin salir de…

***

Nos despertamos casi de noche. Se despegó de mí como si le doliera y encendió dos cigarrillos. Humo subiendo entre los gemidos que flotaban atrapados en la cárcel cónica de los reflectores. Soltó un suspiro.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un jamón calibre 45»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un jamón calibre 45» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un jamón calibre 45»

Обсуждение, отзывы о книге «Un jamón calibre 45» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.