Martin Greenberg - Las Nuevas Aventuras De Sherlock Holmes

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Las Nuevas Aventuras De Sherlock Holmes: краткое содержание, описание и аннотация

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LAS NUEVAS AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES Es un homenaje de eminentes autores de misterio -Stephen King, John Gardner, Michael Harrison y otros- realizado en el año 1987 con motivo del centenario de la primera aparición pública de Sherlock Holmes en el Beeton’s Christmas Annual de noviembre de 1887, donde se dieron a conocer los hechos y la resolución del misterio conocido como Un Estudio en Escarlata

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Todos estos pensamientos debieron pasarle por la mente mientras la señora Hudson y la muchacha le observaban ansiosas.

– Le ayudaremos si podemos -dijo finalmente-. No puedo prometer nada personalmente, pero mi colega, el doctor Watson, hará la investigación preliminar para sacar a la luz los hechos omitidos por la prensa del país, y me mantendrá informado de todo.

– Es usted muy amable, señor. Es más de lo que podíamos haber esperado -dijo la señora Hudson antes de que la muchacha pudiera hablar, y suave, pero firmemente, la condujo hasta la puerta bajando a continuación por las escaleras.

– Nuestra casera está convirtiéndose en toda una estratega -dije-. Estoy seguro de que la señorita Macalister habría preferido su atención personal.

– Se subestima usted -dijo Holmes, mirando sus recortes de prensa-. The Globe dio la mejor versión del caso Corby. Lo discutiremos esta tarde y veremos si es posible hacer algo. Mientras tanto, tengo que volver a la City.

«Tragedia en Corby Manar» era la cabecera del artículo. Empezaba con un breve resumen de la carrera de sir Rigby Bellairs y una descripción de la mansión de Corby. No pude evitar reflexionar sobre el hecho de que esos detalles se considerasen más importantes que el destino de la comparativamente menos importante víctima del crimen. Parecía ser que sir Rigby y su esposa fueron despertados, poco después de la una de la mañana del 7 de octubre, por el sonido de un disparo de pistola. Advirtiendo a su mujer que no le siguiera, recorrió el largo pasillo sur que daba acceso a las habitaciones de invitados. En ese momento tenía la casa llena de ellos para una cacería, ya que la finca era famosa tanto por sus perdices como por sus faisanes.

Al dejar su dormitorio, y a tres puertas de distancia de su cuarto, estuvo a punto de caer sobre el cadáver de Terence Black, uno de los lacayos contratados para aumentar el servicio de cara a la ocasión. Black tenía un tiro en el corazón y debía haber muerto instantáneamente.

La habitación ante cuya puerta había caído estaba ocupada por la señora Ruyslander, viuda de Jacob Ruyslander y propietaria de los famosos diamantes Ruyslander. Al no oír ningún sonido en el interior de la habitación, sir Rigby probó la puerta y descubrió, para su sorpresa, que no parecía estar cerrada. Lo primero que vio, al aventurarse en el interior, fue que la ventana estaba abierta y que había una escalera de mano apoyada contra ella. Podía ver su extremo superior sobresaliendo del alféizar. Para entonces ya habían acudido al pasillo varios invitados masculinos junto con el mayordomo, un ex soldado llamado Peterson. Lady Bellairs estaba con ellos. «Vea si puede despertar a la señora Ruyslander», le dijo sir Rigby tras hacerle una seña.

La dama fue hasta la cama y descubrió a la señora Ruyslander tan profundamente dormida, que necesitó un esfuerzo considerable para despertarla. Y cuando por fin se incorporó, parecía demasiado desconcertada para entender lo sucedido. Sir Rigby actuó con admirable decisión. Dejando a su mujer al cargo de la invitada, salió al pasillo, ordenó a Peterson que guardara la puerta del dormitorio, hizo que los demás volvieran a sus habitaciones y envió a un criado a Lewes a por la policía.

A continuación el periódico informaba sobre la encuesta, que tuvo lugar tres «lías después. Se habían destacado varios hechos, todos los cuales parecían apuntar en la misma dirección.

La primera pregunta a responder era, ¿qué hacía Black en el pasillo? El personal del interior de la casa estaba aislado en dos alas; el masculino en el ala oeste, bajo la vigilancia de Peterson, que también dormía allí, y el femenino en el ala este, bajo la vigilancia igualmente atenta del ama de llaves, la señora Barnby. Para llegar de su cuarto al pasillo del ala sur, Black debió bajar por la escalera de atrás hasta la planta baja y luego subir por la escalera principal. Un viaje considerable, y para el que no estaba autorizado.

Finalmente, las pruebas médicas revelaron que se debió administrar un fuerte sedante a la señora Ruyslander. Los testigos recordaron que se había quejado de estar somnolienta casi inmediatamente después de haber tomado la taza de café de después de la cena. Lady Bellairs aportó más evidencias al respecto. Dijo: «No apruebo el hábito de que los caballeros se demoren mucho tiempo en tomarse su oporto. Saben que el café no se servirá hasta que no salgan del comedor, y en esta ocasión se unieron a las señoras casi veinte minutos después de retirarnos de la mesa. Entonces hice una seña a los tres lacayos que esperaban para que sirviesen el café.»

El forense: «¿Recuerda quién le sirvió el café a la señora Ruyslander?»

Respuesta: «Lo recuerdo con claridad. Fue Terence Black.»

La teoría que empezaba a tomar forma era la de que Terence Black, ayudado por un cómplice sin identificar, planeaba robar los diamantes de la señora Ruyslander. Había estropeado la cerradura de su habitación y puesto un sedante en su café. En el último momento debió tener alguna disputa con su cómplice. Este disparó a Black, bajó por la escalera de mano y desapareció.

El juez dictaminó un asesinato cometido por una o varias personas desconocidas. La policía de Lewes llamó a Scotland Yard y la investigación seguía su curso a cargo del inspector Leavenwurth de las Fuerzas Uniformadas y el inspector Blunt de la División de Investigación Criminal.

Al pie del recorte Holmes había escrito: «Leavenworth es un asno pomposo. Blunt es un buen hombre».

Veinticuatro horas después, y a instancias de Holmes, me instalé en Las Armas del Rey, un pequeño pero confortable hostal situado en la calle principal de Corby. Mis instrucciones eran las de contactar con personal de la mansión para ver si podía localizar algún sospechoso dentro o fuera de la casa, y hablar más detenidamente con Mary Macalister.

Estoy seguro de que no nos lo ha contado todo -dijo Holmes-. Si vamos a ayudarle a limpiar el nombre de su prometido, deberá ser franca con nosotros.

Eran sugerencias fáciles de hacer, pero no tan fáciles de llevar a cabo, y debo confesar que hice muy pocos progresos en la primera quincena que pasé allí.

Sabía por los periódicos que muchos de los invitados que estuvieron en la cacería de perdices de octubre habían vuelto para la primera de una serie de batidas de faisanes, planeadas para la segunda semana de diciembre. Esta vez era una partida mucho mayor que la anterior, de unas cuarenta damas y caballeros con sus propios sirvientes, y supuse que el personal de la casa habría aumentado de forma proporcional. Noté que la señora Ruyslander seguía estando entre los huéspedes. Evidentemente, su experiencia anterior no la había alarmado demasiado.

El tamaño e importancia de la asamblea, junto con la alarmante experiencia anterior indujeron a sir Rigby a tomar ciertas precauciones. La casa de la finca y su jardín fueron rodeados por un formidable muro, donde sólo había dos entradas, situadas en los pabellones del sur y del oeste. De día estaban vigiladas por el encargado de cada pabellón y, de noche, las puertas se cerraban y se reforzaban con cadenas. No obstante, si yo no podía entrar, la información sí podía salir. Los sirvientes de la casa podían estar trabajando duramente en el interior, pero los mozos del establo y los jardines tenían más libertad de movimientos y solían ir al bar de Las Armas del Rey. Siendo yo un residente resultaba natural que me dejase caer por allí todas las tardes y escuchara su charla, o que incluso me uniera a ella. Me enorgullezco de decir que mi estancia en el ejército me familiarizó con toda clase de hombres, pero esta vez me resultó muy difícil obtener de ellos algo masque unas cuantas respuestas educadas y nada comprometidas.

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