Keith Ablow - Asesinato suicida

Здесь есть возможность читать онлайн «Keith Ablow - Asesinato suicida» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Asesinato suicida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Asesinato suicida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

John Snow es un brillante inventor que trabaja en la indistria aeronáutica; tiene dinero, familia, e incluso una amante que no le da problemas. Pero sufre una enfermedad rara y terrible: una extraña forma de epilepsia que afecta su cerebro. La única posibilidad de curarse pasa por someterse a cirugía, pero el precio que ha de pagar es muy alto y a cambio de su salud perderá la memoria, el recuerdo de los suyos y el acceso a sus secretos. Cuando toma por fin la decisión de operarse, aparece asesinado de un disparo. El psiquiatra forense Frannk Clevenger deberá ahondar en la mente de Snow para atrapar descubrir si este se suicidó o bien fue asesinado.

Asesinato suicida — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Asesinato suicida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Primero, sabíamos que Stuart iba sentado al volante en el momento del «asalto». La bala se encontró en el asiento de atrás. Segundo, en este caso tenemos un daño iatrogénico importante.

– Por favor, cuidado con las esdrújulas, profesor -dijo Coady-. Fui al zoo de Massachusetts. -Universidad de Massachusetts, matrícula de honor, Pi Beta Kapa, licenciado en derecho penal y sociología, pero Coady nunca mencionaba nada de eso. No necesitaba que los chicos del cuerpo pensaran que era distinto a ellos.

– Iatrogénico -dijo Clevenger-. Causado por los trabajadores del hospital. -Señaló con la cabeza el ventrículo izquierdo hinchado de Snow-. El masaje cardíaco.

– Bien -dijo Coady-. Genial. ¿Qué pasa con el guante que llevaba Snow? -preguntó Wolfe-. ¿No dijiste que tenía quemaduras de pólvora?

– Sí que hay restos de pólvora en la piel -dijo Wolfe-. Pero, de nuevo, las muestras quedaron contaminadas por el vertido de fluidos en urgencias: sangre, preparados intravenosos, antisépticos. No puedo decir qué es más probable, que la pólvora se depositara cuando el doctor Snow cogió el arma y disparó, o que fuera cuando otra persona apretó el gatillo y él intentó apartar el arma.

– Así que me estás diciendo que no tenemos nada -dijo Coady.

– Tenemos exactamente lo que teníamos cuando hablamos por teléfono -dijo Wolfe-. Nada concluyente.

Clevenger se inclinó para mirar más de cerca las uñas de Snow, que brillaban bajo los fluorescentes.

– Se hizo la manicura -dijo-. Lleva las uñas arregladas, apenas tiene arañazos.

– Si se hizo la pedicura -dijo Coady, mirando los pies de Snow-, al menos sabríamos algo concluyente sobre él.

Wolfe no hizo caso del comentario de Coady.

– ¿Quiere compartir con nosotros lo que está pensando, doctor? -le preguntó.

– ¿Por qué un hombre que estaba tan deprimido como para pegarse un tiro se haría la manicura un día, dos, a lo sumo, antes de suicidarse? -preguntó Clevenger.

Coady frunció la boca y asintió.

– En mi primer año en el cuerpo, me llamaron para que fuera a la torre Hancock. Un tipo trajeado en una fiesta de Navidad amenazaba con tirarse de la azotea. Llevaba pajarita, gemelos, toda la parafernalia. Apuesto a que llevaba las uñas perfectas.

– De acuerdo -dijo Clevenger.

– Yo no soy psiquiatra -dijo Coady-, pero por lo que sé, el comportamiento de la gente puede ser muy contradictorio. Un tipo quiere tanto a su mujer que la mata cuando ella le dice que va a dejarle. La mata porque no puede soportar la idea de estar sin ella. No tiene sentido, ¿no? Porque no va a salir de paseo con ella si ella está en una caja, y él, cumpliendo la perpetua.

– No tiene sentido, aparentemente -dijo Clevenger.

– Aparentemente, cierto. Pero cuando alguien como tú indaga un poco más, o mucho más, quizá las piezas empiezan a encajar. Tú puedes meterte en la mente del asesino. En su realidad. Por eso te llamé. Si haces eso con Snow, imagino que comprenderemos por qué se pegó un tiro en ese callejón, a pesar de que llevara las uñas arregladas y todo eso. Entonces podré quitarme de encima a la prensa y pasar a un caso que tenga una víctima de verdad.

– No intentas obligar a nadie a actuar -dijo Wolfe.

– Claro que no -dijo Coady.

Al menos Coady no fingía tener una mente abierta, pensó Clevenger.

– Veo que tu teoría preferida es que Snow se suicidó -dijo-. ¿Tienes también una teoría de por qué lo hizo?

– Como ya le he dicho al profesor -dijo Coady-, creo que no tuvo agallas de someterse a la operación. Se rajó.

– Un momento de cobardía. Se me ha pasado por la cabeza -dijo Frank Clevenger. Asintió para sí-. Pero si se pegó un tiro en un impulso, ¿cómo explicas que llevara un arma con él?

– Tenía licencia de armas. Querría llevar una pistola cuando saliera del quirófano.

– ¿Por qué?

– Era rico -dijo Coady-. Tenía una empresa que hacía negocios con contratistas militares. Snow…

– Podía haberse sentido amenazado -dijo Wolfe-. Ya sé que mi trabajo no es hacer especulaciones.

– Todo es posible -dijo Coady, con sequedad.

– ¿Cogió él el coche para ir al hospital? -preguntó Clevenger.

– No -contestó Coady-. Tenía chófer desde hacía diecisiete años. Un inmigrante checo llamado Pavel Blazek. Dice que lo dejó en la esquina de Staniford Street, a dos manzanas de donde se pegó el tiro, unos quince minutos antes de que el 911 recibiera la llamada.

– ¿Y Snow estaba casado, tenía familia? Creo que leí que sí. Su mujer es una arquitecta bastante conocida.

– Tenía mujer y dos hijos: un chico de dieciséis años y una chica de dieciocho.

– Pero fue solo al hospital para someterse a la operación. Parece que los Snow no eran precisamente una familia muy unida.

– Escucha, un caso como éste puede generar muchos sospechosos -dijo Coady-. Encuentran a un hombre muerto en un callejón. No hay testigos. Si descubrimos que hay una docena de personas que lo odiaban a muerte, la mitad no tendrá coartada. Puede que parezca que a tres o cuatro les va mejor con él muerto que vivo. Pero eso no quiere decir que lo mataran. El hecho sigue siendo que la bala salió de su propia arma.

– ¿Llevaba algo más aparte de la pistola cuando lo encontraron? -preguntó Clevenger.

– Un maletín negro de piel con un ordenador portátil y una especie de libreta o diario. Páginas y páginas de garabatos y dibujos. Están etiquetando todas las pruebas en la comisaría.

– ¿Puedo verlas?

– Cuando quieras. Te sacaré una copia del diario y de los archivos del ordenador.

– Podría pasar a recogerlas mañana.

– Muy bien -dijo Coady. Se aclaró la garganta-. Una cosa: sé que la prensa no te deja en paz desde el caso del Asesino de la Autopista.

– No hay ninguna necesidad de… -comenzó a decir Wolfe.

– Ya me están acosando del Globe, del Herald y de todas las cadenas de la ciudad -le interrumpió Coady-. Me gustaría evitar tener pegados al culo a Geraldo Rivera, Larry King y otros, si fuera posible. Si tienes que decirme algo, que quede entre tú y yo.

– No haré ningún comentario -dijo Clevenger.

– Excelente -dijo Coady-. Te lo agradezco.

– No hay problema -dijo Clevenger-. Hay una cosa que ya puedo decirte ahora: si no fue un suicidio, pronto podrías tener otro cadáver en tus manos. Porque si el doctor Snow no se llevó el arma al pecho y se lo agujereó, lo mató alguien que no tiene ningún problema para disparar una Glock a quemarropa mientras su víctima lo observa. Alguien lleno de ira. Y no hay ninguna razón para pensar que ya no está enfadado.

– Gracias por la advertencia -dijo Coady con frialdad.

– Que quede entre tú y yo.

Capítulo 4

A Clevenger aún le quedaban unas horas antes de ir a recoger a su hijo adoptivo Billy Bishop, de dieciocho años, a la clase de boxeo en el club de boxeo Somerville. Decidió acercarse al Mass General y pasar a ver a J. T. Heller.

Dejó el coche en el aparcamiento del hospital y caminó hasta el edificio Wang.

La consulta de Heller estaba en el octavo piso, en un pasillo normal y corriente que acababa en una serie de paneles empotrados de caoba y apliques incandescentes. Unas puertas correderas de cristal esmerilado en las que había grabado Departamento de neurocirugía, Director: Dr. J.T. Heller se abrían a la sala de espera.

Dentro, media docena de pacientes, algunos con la cabeza recién afeitada y cicatrices que biseccionaban su cuero cabelludo, estaban sentados en mullidos sofás de piel con reposabrazos de madera, leyendo revistas y dormitando debajo de, como mínimo, unas cincuenta fotografías enmarcadas, recortes de periódicos y artículos de revistas que relataban el ascenso a la fama de su cirujano. Había fotos de Heller con famosos de todo tipo: políticos, actores, atletas profesionales. Instantáneas en blanco y negro mostraban a Heller en actos para recaudar fondos y ceremonias de entrega de premios con actrices, modelos y debutantes con las que había salido en un momento u otro. Un artículo, de la revista Boston, estaba más ampliado que el resto y en él podía leerse el titular: «Jet Heller irá al infierno y volverá para salvarle la vida».

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Asesinato suicida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Asesinato suicida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Asesinato suicida»

Обсуждение, отзывы о книге «Asesinato suicida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x