– Se trata simplemente del seguimiento de rutina de la declaración que ofreció al CID de Thames Valley, Dame Caroline. -Su propia voz le sonó áspera.
– Siéntese, por favor. -Dame Caroline se trasladó al sofá y dio unas palmaditas al cojín a modo de invitación. Llevaba un jersey largo de color granate por encima de unos pantalones de lana blancos. El cuello vuelto enmarcaba su cara; el color granate resaltaba el cutis pálido y el cabello oscuro.
Gemma, que había pasado por su piso y se había cambiado de ropa poniendo especial atención, le pareció de repente que su falda y blusa de seda verde oliva eran de un tono muy soso. Al sentarse se sintió torpe y poco elegante. La vergüenza provocó que el rubor le calentara las mejillas y rápidamente preguntó:
– Dame Caroline, veo por su declaración inicial que estuvo en casa el pasado jueves por la noche. ¿Puede decirme qué hizo?
– Por supuesto, si lo cree necesario, sargento -dijo Caroline con aire de cortés resignación-. Cené con Plummy -Vivian Plumley- luego miramos algo en la televisión. Me temo que no recuerdo qué. ¿Importa?
– ¿Qué hizo luego?
– Plummy preparó cacao. Eso debió ser alrededor de las diez. Charlamos un rato y luego me fui a la cama. -Y añadió, excusándose-: Fue una noche muy corriente, sargento.
– ¿Recuerda a qué hora llegó su marido?
– Me temo que no. Duermo muy bien y tenemos camas separadas. De modo que rara vez me despierta cuando llega tarde de una actuación.
– ¿Y su hija no la despertó cuando llegó a primera hora de la mañana? -Gemma trató de agitar un poco la refinada complacencia de Dame Caroline.
– No. Mi hija es una mujer adulta y hace lo que le viene en gana. No tengo la costumbre de llevar el control de sus idas y venidas.
Justo en la diana, pensó Gemma. Había puesto el dedo en la llaga.
– Según la señora Plumley, su hija ha regresado al piso que compartía con Connor. ¿Aprueba que esté sola tan pronto, teniendo en cuenta las circunstancias?
Caroline fue a responder algo, pero se contuvo y luego suspiró.
– Lo encuentro desacertado, pero mi aprobación nunca ha influido demasiado en el comportamiento de Julia. Y desde el primer momento ha actuado muy mal ante la muerte de Connor. -De repente le salió el cansancio. Caroline se frotó los pómulos con los dedos, pero Gemma pudo notar que evitaba estirar su cutis.
– ¿De qué modo? -preguntó Gemma, a pesar de que tenía suficientes pruebas de que Julia no estaba haciendo el papel de perfecta viuda acongojada.
Caroline encogió los hombros y dijo:
– Hay cosas que se han de hacer; y la gente espera ciertas cosas… Sencillamente, Julia no ha cumplido con sus obligaciones.
Gemma se preguntó si Julia habría hecho lo necesario de no estar segura de que sus padres tomarían cartas en el asunto y se encargarían de todo. El hecho de que Julia parecía resentir que lo hicieran sólo servía para ilustrar la perversidad de la naturaleza humana, y Gemma había empezado a pensar que la relación entre ellos era más perversa que la de la mayoría. Pasó la página de su cuaderno de notas, repasando mentalmente las preguntas.
– Connor vino a almorzar aquí el jueves, ¿no es cierto? -Continuó después de que Caroline asintiera-: ¿Notó algo fuera de lo corriente en su comportamiento?
Caroline dijo, sonriendo:
– Con era muy ameno, pero no había nada poco corriente en ello.
– ¿Recuerda de qué hablaron? -Gemma observó a Caroline mientras ésta pensaba la respuesta y se dio cuenta de que nunca antes había visto a una mujer que frunciera el ceño con gracia.
– Nada memorable o importante, sargento. Cotilleos locales, la actuación de Gerald de aquella noche…
– ¿De modo que Connor sabía que su marido iba a estar en Londres?
Perpleja, Caroline respondió:
– Por supuesto que Con sabía que Gerald estaría en Londres.
– ¿Tiene idea de por qué Connor habría ido al Coliseum esa misma tarde?
– No tengo idea. No nos dijo nada sobre ir a Londres. ¿Dice que fue al teatro?
– Según la hoja de registro del portero. Pero nadie más admite haberlo visto.
– Qué extraño -dijo Caroline despacio. Gemma notó que por primera vez se alejaba de un guión ensayado-. Claro que se fue en un estado de agitación…
– ¿Qué pasó? -Gemma notó como un hormigueo de entusiasmo-. Ha dicho que no hizo nada fuera de lo corriente.
– Yo no lo describiría como fuera de lo corriente. Con no sabía estarse quieto. Se excusó por un momento mientras Gerald y yo tomábamos el café. Iba a echar una mano a Plummy en la cocina, y fue la última vez que lo vimos. Unos minutos más tarde le oímos arrancar su coche.
– ¿Y pensó si algo le podría haber disgustado?
– Bueno, supongo que pensamos que había sido extraño que no se despidiera.
Gemma pasó las páginas de su cuaderno con cuidado, luego miró a Caroline.
– La señora Plumley dijo que lavó los platos sola. No vio a Connor después de dejar el comedor. ¿Cree que pudo subir a ver a Julia? ¿Quizás tuvieron una pelea?
Caroline juntó las manos en su regazo. Las sombras de su suéter granate cambiaron de forma al inspirar.
– No lo sé, sargento. Si ese fuera el caso estoy segura de que Julia hubiera dicho algo.
Gemma no compartió su opinión.
– ¿Sabía que Connor tenía una novia, Dame Caroline? Técnicamente habría sido su amante, puesto que él y Julia seguían casados.
– ¿Una novia? ¿Con? -dijo Caroline en voz baja. Luego, mirando el fuego, añadió todavía más bajo-: Nunca lo dijo.
Gemma recordó lo que le había explicado Kincaid.
– Su nombre es Sharon Doyle y tiene una hija de cuatro años. Aparentemente era una relación seria y él… la recibió a menudo en su casa.
– ¿Una hija? -Caroline devolvió la mirada a Gemma. Sus ojos negros se habían dilatado y Gemma vio el fuego reflejado en su superficie líquida y luminosa.
Había anochecido mientras hablaban y ahora el fuego y la luz de las lámparas proyectaban un resplandor evidente en el silencioso salón. Gemma pudo imaginar horas serenas pasadas aquí con música y conversación, o matando el tiempo en el cómodo sofá de chintz en compañía de un libro; pero nunca habría gritos de ira.
– ¿Qué habría pasado si Julia hubiera descubierto lo de Sharon? ¿Le habría gustado que Connor estuviera con otra mujer en su piso?
Tras una larga pausa, Caroline dijo:
– Julia hace a menudo lo que le da la gana. No puedo ni imaginar cómo reaccionaría en una situación dada. Y en cualquier caso ¿por qué es importante? -añadió, cansada-. ¿Cree que Julia pudo tener algo que ver con la muerte de Con?
– Tratamos de hallar una explicación para el comportamiento de Connor durante su última tarde y noche. Visitó inesperadamente el teatro. También se reunió con alguien esa noche, después de regresar a Henley, pero todavía no sabemos quién era.
– ¿Qué es lo que saben? -Caroline se puso derecha y miró a Gemma directamente.
– Los resultados de la autopsia no nos han dicho demasiado. Estamos esperando algunos informes del forense. Todo lo que podemos hacer hasta entonces es recopilar información.
– Sargento, creo que es usted deliberadamente imprecisa -dijo Caroline, tomándole un poco el pelo.
Gemma no estaba dispuesta a dejarse llevar y se concentró en lo primero que le vino a la cabeza. Había estado examinando distraídamente las pinturas sobre las que Kincaid y Julia habían hablado. ¿Cómo había dicho Julia que se llamaba el artista? ¿Flynn? No, Flint. Eso es. Las sonrosadas mujeres con el pecho descubierto eran voluptuosas, de alguna manera inocentes y ligeramente decadentes, todo a la vez. Y el brillo de los vestidos de satén hizo pensar a Gemma en las telas que había visto aquella mañana en LB House.
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