Ella no pudo hablar mientras miraba el cuerpo sin vida de Lex, sus ojos vacíos y nublados por la muerte, tres grandes agujeros de bala en su cabeza. Ella quiso gritar. Santo cielo, ella quiso caer de rodillas, pasar sus manos por su pelo, y arañar las vigas- no con dolor o estupefacción, sino con completa y concienzuda ira.
Pero sus pulmones estaban angostos en su pecho.
Sus miembros estaban decaídos, brazos y piernas demasiado pesados para moverlos.
Que esperanza había estado ella albergando -tan pequeña como era- que ellos podrían venire aquí y conseguir una sólida correa sobre la ubicación de Mira filtrándose fuera de ella, tan segura como la sangre de Lex que se escurría entre los baldosines del suelo de la habitación de su padre.
"Renata, encontraremos otra manera," dijo Nikolai desde algún lado cerca de ella. El se inclinó sobre el cuerpo y sacó un teléfono móvil del bolsillo del abrigo de Lex, lo abrió y apretó algunas teclas. Contactaré con Gideon y le dire que les persigan. Tenemos que hacer algo con Fabien muy pronto. Le atraparemos, Renata”.
Ella no pudo responder; no tenía palabras. Girándose lentamente, ella caminó fuera de la habitación, apenas consciente de que sus pies se movían. Ella deambuló a través del oscuro edificio, dejando de lado los cuerpos tirados en la gran habitación y en el vestíbulo…insegura de donde dirigirse, todavía inmune cuando se descubrió de pie en el centro de la diminuta habitación donde Mira había dormido.
La pequeña cama estaba justo como ella la había dejado, como si esperaba que su ocupante regresara. Sobre la achaparrada Mesilla de noche, había una flor Silvestre que Mira había recogido a principios de la semana, en una de las raras veces que Sergei Yakut había permitido que la niña se aventurara fuera. La flor de Mira estaba marchita ahora, los frágiles petalos blancos caían sin vida, tallo verde tan mustio como un hilo.
"Oh, mi dulce ratón," Renata susurró en la oscura y vacía habitación. "Lo siento…Lamento no haber estado aquí a tiempo…"
"Renata." Nikolai permanecía de pie fuera de la habitación. "Renata, no te hagas esto a ti misma. No tienes la culpa. Y esto no ha acabado, todavía no”.
Su profunda voz era tranquilizadora, cómoda solo por oírle, y saber que el estaba allí con ella. Ella necesitaba esa tranquilidad, pero porque ella no la merecía, Renata rehusó correr a sus brazos como tan desesperadamente quería hacer. Ella permaneció donde estaba, rigida y sin moverse. Deseando poder dar marcha atrás a todos sus fallos.
Ella no podia atreverse a permaencer en el edificio durante otro minuto. Había demasiados recuerdos oscuros aquí.
Demasiada muerte alrededor de ella.
Renata dejó que la flor muerta cayera fuera de sus dedos y sobre la cama. Ella dio la vuelta alrededor de la puerta. “Tengo que salir de este lugar” murmuró ella, culpabilidad y angustia retorciendose en su pecho. "No puedo…Me estoy asfixiando aquí…no puedo…respirar”.
Ella no esperó a que el contestara- no podia esperar allí, ni un minuto más. Empujandole, corrió fuera de la habitación de Mira. Ella no dejó de correr hasta que sus pies la habían llevado fuera de la parte trasera del edificio principal y dentro del bosque cercano. Y aún así sus pulmones se retorcieron como si fueran aplastados por un torno.
Detrás de su cráneo, ella pudo sentir un dolor de cabeza floreciendo. Su piel no le dolía todavía, pero estaba cansada hasta los huesos y sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que el cansancio la noqueara. Al menos su hombro se sentía decente. La herida de disparo todavía estaba allí, aún un profundo latido en sus músculos, pero la sangre de Nikolai había hecho algún tipo de magia en la infección.
Renata se sintió lo suficientemente fuerte cuando echo un vistazo y vio el parquet cerrado -el edificio anexo donde ella y tantos otros habían sido traídos como cebo para el deporte enfermo de sangre de Yakut -ella no pensó dos veces en saltar y tirar el rifle del agente de la ley alrededor de donde había sido movida hasta su espalda. Ella disparó el pesado cerrojo hasta que se rompió y cayó al suelo. Entonces ella abrió la puerta y la dejó suelta con más disparos desde dentro, salpicando el gran redil, las paredes y vigas- todo ello- con un destructor pedrisco de balas.
Ella no soltó el gatillo hasta que el caragdor estuvo vacío y su garganta estaba seca de sus gritos. Sus hombros pesaban, el pecho serrandola como un bramido.
“Debería haber estado aquí” dijo ella, oyendo a Nikolai acercarse a ella por detrás. “Cuando Lex la arrojó sobre Fabien, debería haberle detenido. Debería haber estado allí por Mira. En vez de eso yo estaba en la cama, demasiado débil e…inútil”.
El hizo un pequeño ruido, un rechazo sin palabras a su culpabilidad. “No podías saber que ella estaba en peligro. No podías evitar nada de lo que ocurrió, Renata”.
“¡Nunca debería haber abandonado el edificio!” gritó ella, el propio desprecio quemándola como acido. “Huí lejos, cuando debería haberme quedado aquí todo el tiempo y conseguir que Lex me dijera donde estaba ella”.
“No huiste. Fuiste a pedirme ayuda. Si no lo hubieras hecho, estaría muerto.” Sus pisadas se movían más cercanas, viniendo con cuidado detrás de ella. “Si te hubieras quedado aquí todo este tiempo, Renata, entonces habrías muerto esta noche junto a Lex y los otros guardias. Lo que ocurrió aquí fue un plan ejecutado a sangre fría, y lleva escrito el nombre de Fabien”.
El tenía razón. Ella sabía que el tenía razón, en todo. Pero eso no hizo que la doliera menos.
Renata miraba fijamente, sin mirar, hacia el abismo lleno de pólvora de la granja. “Tenemos que volver a la ciudad y comenzar a buscarla. Puerta a puerta, si es necesario”. “Sé lo que sientes” dijo Nikolai. El tocó su nuca y ella se obligó a alejarse de su ternura. “Maldita sea, Renata, ¿no crees que si pensara tirar a patadas todas las puertas de aquí al Puert Viejo para acercarnos más a Fabien, estaría contigo? Pero eso no nos ayuda. Especialmente no con el amanecer justo a unas horas y escalando justo sobre nuestros talones”.
Ella agitó su cabeza. "No necesito preocuparme sobre la luz del día. Puedo volver a la ciudad por mí misma."
"Como demonios lo harás." Sus manos estaban asperas mientras el la hizo girar para verla la cara.
Sus ojos brillaban con destellos ambar, y una emoción que se parecía remarcablemente al miedo, incluso en la oscuridad. “No vas a ningún lado donde esté cerca Fabien sin mí." El acarició su ceja, sus fieros ojos quemando dentro de los de ella. “Estamos juntos en esto, Renata. Sabes eso, ¿no? ¿Sabes que puedes confiar en mí?"
Ella miró fijamente la cara de Nikolai y sintió una emoción que comenzaba a crecer dentro de ella, sintiendo como se alzaba sobre ella como una enorme ola que no podía hacer retroceder si lo intentaba. Las lágrimas corrieron por sus ojos, entonces les inundaron. Antes de que pudiera parar la inundación, ella estaba frotándose los ojos mientras un dique había estallado dentro de ella y todos las heridas que había sentido- todo el dolor y vacío de su completa existencia- salió veloz fuera de ella en grandes y pesados sollozos.
Nikolai la rodeó con sus brazos y la sostuvo cerca. El no intentó hacer que sus lágrimas pararan. El no alimentó sus suaves mentiras para hacerla sentir mejor, o darlas falsas promesas para acomodar su desesperación.
El solo la sostuvo.
La sostuvo y la dejó sentir que ella era entendida. Que ella no estaba sola y que quizás, de alguna pequeña manera, ella merecía la pena ser querida.
El la cogió, levantándola en sus brazos, y comenzó a alejarla de la granja. “Busquemos un lugar para que descanses un rato”, dijo el, su relajante voz vibrando en su pecho, vibrando contra ella mientras ella se aferraba a él.
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