Inundada de preocupación por lo que podia haber ocurrido a la compañera humana de Andreas, el hombre del Darkhaven dejó la taza de leche y corrió por el suelo de mármol del vestíbulo, su ropa de baño volando detrás de el como una vela. "Voy," el gritó, alzando su voz para ser oído por el golpe incesante y las súplicas llorosas de Helene de ayuda al otro lado de la puerta. Sus dedos volaron sobre el teclado del sistema de seguridad de la mansión. “¡Un momento!” Estaré ahí, Helene. Todo va a estar bien”.
Cuando la luz electrónica parpadeó para indicar que los sensors estaban deshabilitados, el quitó los cerrojos y abrió la puerta.
"¡Oh, gracias a Dios!" Helene corrió hacia el, su maquillaje movido, manchas negras moviéndose por sus mejillas. Ella estaba pálida y temblorosa, sus habítuales ojos astutos parecían de alguna manera vacíos mientras ella hacía una rápida búsqueda visual del vestíbulo.
"Andreas…¿dónde está el?"
"Se fue a Hamburgo por negocios hasta mañana por la noche. Pero tu eres bienvenida aquí." El retrocedió para dejarla espacio y que entrara en la mansión. "Entra, Helene. Andreas no querría que te rechazaramos."
"No," dijo ella de alguna manera débil. "Sé que el nunca me rechazaría."
Entró al vestíbulo y pareció instantáneamente más calmada.
"Ellos sabían que el nunca me rechazaría…"
Fue en ese momento cuando el joven Darkhaven se dio cuenta de que Helene no estaba sola. Detrás de ella, apresurándose ahora antes de que el pudiera hacer algo como dar la voz de alarma, había un equipo de agentes de la ley pesadamente armados vestidos de cabeza a pies de negro.
He agitó alrededor su cabeza para mirar a Helene incrédulo. Con complete horror.
"¿Por qué?" preguntó el, pero la respuesta estaba en sus ojos vacíos.
Alguien había conseguido controlarla. Alguien muy poderoso.
Alguien que había convertido a Helene en un Subordinado.
El pensamiento se registró antes de que el primer disparo le golpeara. El oyó cargadores siendo disparados, oyó los gritos de su familia mientras el Darkhaven despertaba con terror.
Pero entonces otra bala golpeó su cráneo, y su mundo y todo en el se volvió silencioso y negro.
Traducido por Chiamara
Nikolai se sentó dentro a la sombra del refugio de vid y observó como un único haz de luz a través de las hojas iluminaba el cabello oscuro de Renata mientras dormía. La luz ultravioleta es tóxica para los de su especie después de media hora de exposición continua, pero no resistía el deseo de dejar aquel pequeño agujero entre la vegetación, y dejar fuera al terco rayo.
En cambio, por los pasados minutos, había estado sentado junto a Renata observando, admirando, demasiado intrigado, como la luz empapaba su cabello de éban, la infusión de hilos de seda con una docena de tonos diferentes, cobre, bronce y Borgoña.
¿Qué diablos le pasaba?
Estaba sentado, mirando su cabello, por el amor de Dios. No solo mirándolo, sino mirándolo con total fascinación. Para Niko, eso indicaba uno de dos hechos preocupantes: o bien debía considerar muy seriamente tomar cursos con Vidal Sassoon*, o el estaba completamente perdido por esta mujer.
Lejos como el pasado, para siempre, arruinado por ningún otro más que él.
En algún lugar, de alguna manera, se había dejado enamorar de ella.
Lo que explicaba por qué no podía mantener sus manos y otras partes, lejos de ella. También explicaba por qué había pasado toda la noche – con excepción de su viaje rápido al refugio antes del amanecer – tumbado junto a Renata, sosteniéndola en sus brazos. Y si necesitaba una explicación del por qué su pecho se había sentido tan constreñido y pesado cuando rompió a llorar ayer por la noche, o por qué se había sentido obligado a compartir con ella su sentimiento de culpa por la pérdida de Dimitri hace tantos años, se suponía que el estar enamorado de ella lo explicaba.
Por mucho que tratara de convencerla de que estaba a salvo con él, Nikolai se sentía a salvo con ella también. Confiaba en ella plenamente. Mataría por protegerla, moriría por ella, sin dudar ni un segundo si llegara a ello. Tal vez ella no ha sido parte de su vida por mucho tiempo, pero él no se imaginaba no teniéndola.
“Oh! Mierda.”
Realmente se había enamorado de Renata.
“Jodidamente brillante,” murmuró, hizo una mueca cuando ella se agito por el sonido de su voz.
Ella abrió los ojos, sonrió cuando lo vio sentado ahí. “Hola!”
“Buenos días,” dijo, casualmente alcanzando un rama de vid para cerrarla y dejar fuera el último rayo de sol.
Encontró su estiramiento, gatuno aun más fascinante que su pelo. Estaba usando la camisa de algodón tipo Oxford que le había llevado la noche anterior, la mitad de los botones esparcidos por el piso del refugio. La gran camisa estaba abierta a la mitad hacia abajo al frente, apenas cubriendo su desnudez. Ninguna queja por él.
“Cómo te sientes?”
Ella pareció considerarlo por un segundo, después miró hacia él con el ceño fruncido. “Me siento realmente bien. Quiero decir, anoche estaba…” Se sonrojó, un dulce color rosa llenó sus mejillas. “Anoche fue increíble, pero creo pensé que estaría fuera de combate después del ataque ahora. No entiendo… nunca se me ocurrió para nada. Quiero decir, tuve un poquito de dolor, pero basado en lo que pasó durante el ataque en el lugar de Jack, debí estar agonizando toda la noche.”
“Eso nunca había pasado antes?”
Ella sacudió su cabeza. “Nunca. Cada vez que usaba mi habilidad, el efecto me revotaba.”
“Pero anoche no.”
“No anoche no,” ella dijo. “Nunca me había sentido mejor.”
Niko tal vez hubiera hecho una broma sobre los efectos milagrosos de sus proezas sexuales, pero el sabía el tipo de magia que había hecho a Renata soportar el efecto rebote de su poder. “Bebiste de mi sangre ayer. Eso es lo que es diferente.”
“Crees que tu sangre ayudó a sanar mi hombro, pero además ayudo a esto? Es eso posible?”
“Es definitivamente una posibilidad. La compañera de raza que bebe regularmente la sangre de vampiro se vuelve mucho más fuerte de lo que sería sin ella. El envejecimiento se desacelera a un paso de tortuga. Las células del cuerpo, músculos y todo el metabolismo llega a un estado físico óptico y saludable. Y sip, muchas veces la sangre de un compañero impacta su habilidad psíquica también.”
“Eso es por qué Sergei nunca me dejó beber de él,” Renata dijo, su mente a exceso de velocidad para llegar a la misma conclusión a la que había llegado Niko. “No hizo secreto que le gustaba que mi poder era limitado a pequeñas ráfagas. El par de veces que intenté golpearlo con ella, nunca podía mantenerla el tiempo suficiente para tumbarlo, y al final el esfuerzo siempre me costaba caro después de que me rebotara mi habilidad.”
“Sergei Yakut era Gen Uno,” Niko le recordó. “Su sangre en tu sistema podría haberte hecho prácticamente imparable.”
Renata se burló en voz baja “Solo un grillete más mantuvo en mí. Debió saber que lo mataría si hubiera tenido la más pequeña esperanza de tener éxito.” Guardó silencio durante un minuto, con los brazos cruzados arrancó una brizna de hierba del piso del refugio improvisado. “Traté de matarlo… el día en que Mira y yo huimos juntas de la guarida. Ese día me puso el morillo caliente en mi espalda. Hizo otras cosas también, ese día.”
Nikolai no tenía que preguntarle más sobre lo que había sufrido. Las cicatrices de las marcas que fueron quemadas en su espalda eran atroces, pero pensar en el castigo de Yakut era peor… La sangre de Niko hervía de indignación. Puso su mano sobre la de ella. “Dios, Renata, Lo siento.”
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