Ella no le contestó enseguida, y durante un momento él pensó que podría perder la cabeza. Maldita sea, Mari, dime la verdad. ¿Estás a salvo?
No lo sé.
Estaba preocupada y esto se añadió a su alarma. Él tomó aire y lo soltó, buscando un modo de ser objetivo. Tenía que dejar de actuar como un idiota y pensar con el cerebro. Estoy llegando, Mari. Pase lo que pase con Sean y Brett, piensa que estoy en camino.
No lo hagas. Este lugar es una fortaleza.
Ya estoy dentro, amor. Soy un Caminante Fantasmas. ¿No sabes que andamos a través de las paredes? Él trató de bromear, con cuidado, tranquilizarla sobre su estado.
Mari trató de mirar por los barrotes de la ventana y vio manchas de sangre sobre la pared de enfrente. La sangre salpicada caía a través del puesto de guardia y se reunía en el suelo.
Brett avanzó lentamente hacia su puerta, su camisa de un rojo vivo, varias manchas grandes que comenzaban a juntarse. Sus dientes se apretaron, gruñó; todo el tiempo la sangre goteaba de su boca. Sean le siguió despiadadamente, agarrando un cuchillo ensangrentado, su cara retorcida en la de un extraño.
Ella se apartó de la ventana, presionando su mano contra sus temblorosos labios. Sabía que Sean mataría a Brett, pero la expresión despiadada, la satisfacción completa y el triunfo en su cara era más de lo que ella podía soportar. Había una calidad salvaje en su rugiente expresión al acechar a Brett.
El dorso de sus piernas golpeó su catre y se hundió, empujándose hacía atrás hasta que estuvo apoyada en la esquina contra la pared, haciéndose lo más pequeña posible. Su mano se deslizó bajo el colchón del catre para sostener el collar de Ken para consolarse.
Ken sintió el rechazo repentino de Mari, su retirada completa como si ella no pudiera soportar su mente tocándola. La violencia siempre había sido su vida, pero no como esto, no la fría, cruel, animal agresión que los dos hombres mostraban. Ella no quería ser parte de ello. Su corazón se apretó, una extraña sensación, sobrecogiéndolo con otro miedo, esta vez por lo que ella pensaría de él. Si había un hombre violento en el mundo, uno que podía separar de toda emoción, era Ken. Peor que eso, cuando permitía a la emoción prevalecer, podía ser tan brutalmente eficiente como cualquier depredador salvaje.
No me apartes. Él suplicó por dentro, pero le salió como una orden, y la sintió apartarse de la brusquedad de su voz. Estaba bufando incluso antes de que él empezara. Había un límite a lo que cualquier persona podía soportar, y Mari estaba en el suyo. Ella necesitaba salir de este lugar. Necesitaba la libertad y ser capaz de elegir sus propias opciones.
Alguien viene . Mari contuvo el aliento, oyendo pasos frente a su puerta. A toda prisa comprobó para estar segura de que la cadena y la cruz estaban bien ocultas. Había murmullo de voces. Sean no estaba solo. Deseó permanecer acurrucada contra la pared, pero no podía dejar que la vieran sentirse tan frágil. Levantando la barbilla, se levantó y afrontó la puerta. Su corazón palpitaba.
Estoy contigo, amor. Voy por el segundo nivel. Es difícil, con algunos obstáculos en el camino, pero cueste lo que cueste, llegaré hasta ti.
El complejo entero tiene cámaras de seguridad por todas partes así como detectores de movimiento e infrarrojos.
Gracias por la advertencia. Y, ¿Mari? Permanece abierta a mi mente. Tengo que saber si estás en el peligro. Ni aunque se desatara un infierno, podría hacer mucho desde donde estaba. Las altas paredes de cemento eran estrechas y el laberinto parecía infinito. No sentía claustrofobia, que ya era algo bueno, porque cuanto más se adentraba en las gruesas paredes, más le parecía que el laberinto era infinito.
La puerta se abrió y Sean estuvo de pie enmarcado en la entrada. Había sangre sobre sus manos, una sonrisa sobre su cara. Detrás de él estaba Whitney con su traje inmaculado, con sus ojos apagados y su media sonrisa espantosa.
– Sean ha decidido ser tu nuevo compañero, Mari -dijo Whitney-. Estoy seguro de que las noticias te complacen ya que siempre te opusiste a Brett.
Ella forzó su mirada a quedarse enfocada en los dos hombres lejos del cuerpo caído en el suelo. Sus ojos encontraron a Whitney. Permaneció callada, no dándole la satisfacción de una respuesta.
– No sabrás algo sobre una explosión en la casa del doctor Prauder, ¿verdad? -No había ninguna inflexión en su voz, ni un mínimo interés.
– No he oído ninguna explosión -se encogió de hombros-, bajo cuatro niveles subterráneos a menudo no sabemos que pasa arriba hasta que alguien nos lo dice.
– Tampoco sabrías nada sobre la llegada de un visitante, ¿verdad? -Whitney persistió.
Su corazón saltó y luego comenzó a palpitar por la alarma. ¿Habían descubierto a los Norton?
– Me temo que tengo muy pocas visitas. Doctor Whitney, cómo usted bien sabe. ¿Por qué pregunta?
– Abandonaste estas instalaciones sin permiso. ¿Por qué reunirías a tu antiguo equipo a no ser que tuvieras un plan? O planeabas escaparte, en cuyo caso sabes que una de tus amigas probablemente encontraría la muerte, o, más probablemente, deseabas hablar con el Senador Freeman.
Ella mantuvo su cara tan inexpresiva como le era posible.
– ¿Por qué querría hacer eso?
– En base a tu pasado. Diría que removerás el problema otra vez. Parece ser tu talento más impresionante por el momento. -Con los ojos entrecerrados dio un paso hacia ella-. Sean va a quedarse contigo un ratito. Esperemos que si Norton no hizo el trabajo, Sean lo haga, porque después de esto, no vas a ser muy importante para mí.
Su estómago dio sacudidas.
– No le entiendo.
– Ah. Eres una mujer muy lista. Mari. Estoy seguro que realmente me entiendes. El Senador Freeman viene hacia aquí y quiere dirigirse a todas las mujeres, pero te mencionó expresamente. Freeman no tiene ninguna autoridad aquí.
– Pensé que Freeman era amigo suyo.
Su mirada fría pasó sobre ella. Cuando era una niña, esa particular mirada marchitaba todo desafío al instante. Ahora la dejó con las palmas sudorosas y la boca seca.
– La gente que hace muchas preguntas sobre cosas de las que no deberían tener ningún conocimiento tiende a desaparecer.
Ella sabía que él tomaba la repentina exhalación cuando el aire abandonó sus pulmones como una rápida comprensión.
– Usted ordenó el golpe contra el Senador Freeman. No habría enviado a nuestro equipo para protegerlo si estaba allí para detenernos.
– Coopera esta vez, Mari, dame lo que quiero. Estoy muy cansado de tus rabietas.
– ¿Por qué? ¿Por qué haría usted esto? Él es el marido de Violet.
– Violet ha olvidado donde está su principal deber y el senador también. Lo pusimos en esa posición, pero él se vuelve más arrogante e ingrato cada día.
– No le pedí que viniera aquí. Nunca estuve cerca de él. Me dispararon.
Los ojos apagados permanecieron fijos en su cara con acusación.
– Encontraste un modo de mandarle un mensaje. Violet te escucharía, por supuesto, y lo persuadiría. Ella descubrirá que soy mucho mejor como aliado que como enemigo.
Mari quiso permanecer silenciosa, temiendo que cualquier cosa que dijera empujaría a Whitney sobre el límite y dañaría a alguien, pero no podía dejarle marcharse sin tratar de salvarse. No se atrevió a mirar a Sean. La misma sonrisa brutal permanecía en su cara durante la conversación. Fortaleció la atención, convirtiéndose en el soldado perfecto informando a Whitney.
– No debería haberme marchado sin permiso, pero iba a volverme loca encerrada. Pensé que si pudiera controlar una misión o dos me sentiría mejor. Usted nos entrenó como soldados. La permanencia en estas células diminutas nos vuelve locas. No hablé con el senador, y cuando fui capturada, traté de extenderme hacia mi unidad. Mi primera prioridad era escapar, y tan pronto la oportunidad se presentara. Así lo hice. Sean puede verificarlo.
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