Mari y sus hermanas no eran soldados. Esto nunca había sido su hogar. Ellas eran experimentos de laboratorio, nada más, y si querían sobrevivir con el cuerpo y el alma intacta, tenían que escapar. Tenían que dejar de hablar de ello, hacerlo, y pronto. Inmediatamente.
– Sean, no lo hagas. Es lo que quieren, lo que él quiere. -Ella sintió la necesidad de salvarle, un compañero soldado, un hombre que había jurado cumplir su deber y obedecer órdenes. Ella siempre lo había respetado como soldado, había respetado sus capacidades incluso cuando se había hecho evidente que él no las consideraba a ella y a las otras mujeres parte de la unidad. Whitney le había hecho algo terrible para cambiar su personalidad, para convertirlo en otro Brett, brutal y sin la capacidad de discernir el bien del mal.
– Atrás, Mari -siseó Sean, los ojos sobre su enemigo.
– Si haces esto, no hay vuelta atrás. Él te tendrá para asesinar. No lo ves, estarás tan prisionero aquí como yo. -Era ya muy tarde para él; lo supo casi al momento en que había venido hacia ella y había actuado de modo diferente. El hombre de sonrisa fácil había desaparecido, y un extraño había tomado su lugar.
Él había hecho su elección; aún después de ver lo que los experimentos de Whitney hacían a los hombres, Sean había hecho la elección de participar.
– Ya lo estoy -dijo Sean, apretando los dientes-. Él no va a torturarte más.
Mari sintió las lágrimas quemar tras los ojos. Los cuchillos habían substituido a las pistolas y no había ningún modo de parar lo que iba a pasar. En algún sitio, todo estaba siendo registrado como si fuera un videojuego en vez de la vida real. Un hombre con los ojos apagados los miraba sin más compasión que la que tendría por unos insectos. Él jugaba con sus vidas y lo registraba todo con diligencia, todo en nombre de la ciencia y el patriotismo. Sean estaba equivocado. Whitney todavía la torturaba. Él había apartado lejos de ella a otra persona por la que se preocupaba.
No conocía ninguna otra vida, ni ninguna de las otras mujeres. Habían hablado de escapar, habían planificado durante meses, pero hasta ahora siempre encontraban una razón para esperar, para permanecer un día más. A pesar de su entrenamiento y sus capacidades físicas y psíquicas realzadas, la simple verdad era que tenían miedo de lo que encontrarían fuera del complejo.
En toda su vida nunca habían hablado con alguien que no estuviera asociado al complejo. Los guardias y las vallas no eran las únicas cosas que las mantenían prisioneras. El miedo las retenía de manera tan eficiente como los guardias. El miedo por lo que Whitney haría a Briony. Miedo por las otras mujeres. Miedo de no ser un soldado bastante bueno. Miedo del mundo exterior.
Ella francamente no sabía si podría sobrevivir lejos de este lugar. Los brutales años de entrenamiento, de disciplina, armas, y control, habían sido su modo de vivir desde que podía recordar. Cada momento de educación que alguna vez había recibido había sido diseñado para convertirla en un mejor soldado, una arma mejor. Era lo mismo para las demás. No tenían ninguna familia, ningún amigo, y nadie para abogar por ellas.
Se disparó una alarma, aullando alocadamente, y su corazón casi se detuvo. ¿Y si Ken había sido descubierto? Agarró los barrotes, sus piernas se volvían de goma cuando estaba muy asustada. Lo matarían. Ken. Se extendió hacia él, cuidándose de mantener la energía baja, como si se dirigiera a las otras mujeres como a menudo hacían por la tarde.
Tengo que saber que estás vivo.
Estoy aquí, cielo, voy hacia ti.
Oigo las sirenas. Toqué a todas las muchachas y están todas seguras en sus habitaciones.
La casa de aquel pequeño enfermo y pervertido doctor voló. Es una verdadera tragedia.
Ella forzó el aire por sus pulmones. No te arriesgaste, ¿verdad? Puedo manejar a Prauder . Es todo parte del trabajo.
Gilipolleces. El pecho de Ken se contrajo. Él no la quería en ninguna parte cerca de Prauder, Whitney, Sean, o el matón de Brett. Dime que va mal. Y no digas nada. Puedo sentirlo.
Ella vaciló.
Maldita sea, Mari. Estoy perdiendo la cabeza. Puedo imaginarme todo tipo de cosas realmente desagradables, solamente dámelo directamente.
Estoy a salvo. Encerrada. Sean y Brett tratan de matarse el uno al otro delante de mi puerta.
Ella tomó un profundo aliento y lo soltó, enfocando la cámara del vestíbulo. Brett era un bruto que disfrutaba haciendo daño a otros. Había tratado de romperla, al punto de llegar al límite de las restricciones que Whitney le imponía, pero no había tenido éxito. Brett había sido bien entrenado y realzado físicamente así que su fuerza era fenomenal. Ella debería saberlo; él la había usado en su contra repetidamente. Sean era el soldado máximo, rápido, fuerte y experimentado en la batalla, capaz de separar la emoción y centrarse en la zona de batalla, y era mortal con un cuchillo. Mataría a Brett. Tenía la intención de matar a Brett, y lo haría ante la cámara justo como Whitney quería, y no habría vuelta atrás para él nunca más. Whitney lo poseería en cuerpo y alma.
Mari lo intentó de nuevo.
– ¡Sean, detente!
Él sólo le echó un vistazo, sin parpadear cuando Brett fingió un ataque. Cambió su peso sobre los talones, los ojos sobre su objetivo. Ella volvió su atención otra vez a la cámara. Tenía varios poderes psíquicos, pero la destrucción del funcionamiento interno de una máquina no era una de sus mayores habilidades.
Ken podía probar el miedo en su boca. Ya que quienquiera que no muriera iba a visitarla, y Ken sabía que era mejor llegar allí primero. Cielo . Su voz era suave, calmante; tenía que estar tranquilo por ambos cuando realmente tenía miedo por ella. ¿Juntas energía para protegerte? Él podía sentir la acumulación en su mente al absorber ella la energía psíquica de su alrededor.
¿Estaba concentrándose, preparándose para un ataque? Si encontrara a Sean o Brett tocándola, nunca sería capaz de controlarse. Cada músculo, cada célula en su cuerpo, tensado y apretado, esperando una respuesta.
Intento fundir la estúpida cámara. No puedo concentrarme.
Había un pequeño sollozo en su mente, cubierto a toda prisa, pero él lo oyó -y sintió- el sonido desgarrador, y su cuerpo entero reaccionó.
Abre tu mente a la mía.
La mayor parte de los psíquicos desarrollaban escudos naturales, no deseando a nadie corriendo por todas partes en sus cabezas. Ken estaba acostumbrado a compartir sus pensamientos con Jack, así como enviar y recibir energía. Ellos habían experimentado a menudo y habían practicado durante años para perfeccionar sus habilidades de comunicación.
A Mari le tomó un momento o dos para vencer su reticencia natural y permitirse bajar sus barreras. Él vertió no sólo la energía, sino también indicaciones en su mente de modo que ella supiera exactamente donde concentrar la oleada de poder en la cámara y enviar la interrupción por las líneas, apagando otras cámaras también.
Para asegurarse incluyó todo el equipo de audio también. Ken estaba impresionado de que confiara en él lo suficiente para permitirle entrar tanto en ella. Tal como le había dado su cuerpo, ella le daba su mente. La sensación era mucho más íntima de lo que alguna vez se había imaginado que pudiera ser, como si su alma hubiera rozado la de ella.
Sean está matando a Brett, Ken. Directamente delante de mí. Whitney le ha hecho algo y está loco, igual que Brett.
¿Estás a salvo? Él había encontrado la ruta al segundo nivel y bajaba, pero la zona de ventilación en las paredes de cemento era un laberinto. Estaba salpicada de barras que sobresalían como estacas mortales. Había callejones sin salida y sitios donde tenía que pasar por estrechas bocas de cemento. Tomaba tiempo, un tiempo precioso que temió no tener.
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