Christine Feehan - Juego Mortal

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Comenzó como una misión para encontrar a un político muy conocido cuyo avión se estrelló en el Congo. Pero la riesgosa operación tomó un giro inesperado cuando Mari, un miembro físicamente mejorado del equipo de rescate, fue tomada como rehén por las fuerzas rebeldes.
Ahora, encarcelada en un recinto aislado, Mari tiene sólo una oportunidad para sobrevivir: escapar. Pero ella no contaba con Ken Norton, un experto asesino y un guerrero Fantasmas, que lucha para dejar atrás las paredes de la prisión en una misión por sí mismo… una que involucra al propio pasado de Mari y al destino misterioso de su hermana gemela… y que unirá a Ken y a Mari en una pasión embriagadora que subirá las apuestas en el juego más mortal de supervivencia que ellos hayan jugado alguna vez.

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Cielo, escúchame . Había dolor en su voz, en su mente, dolor y culpa mezclada con la rabia más fría que ella alguna vez había tocado. No puedo llegar a ti. Perforo por capas para intentar encontrar un camino en la pared debajo de mí. Todos son callejones sin salida.

Está bien. De verdad. No lo estaba y ambos lo sabían.

Permanece conmigo. Mantén tu mente en la mía.

No. No te quiero aquí conmigo cuando pase. Me siento sucia. No podría soportar que fueras testigo de esto.

Ella tuvo la sensación de unos labios que rozaban la comisura de su boca, y tocó sus labios maravillada. ¿Cómo hiciste eso?

La puerta se abrió de golpe y Sean rasgó la cortina de baño. Mari le miró con la cara mojada de lágrimas, sintiendo una total desesperación.

Intenta unirte con él mentalmente. ¿Es un telépata?

Sí. Durante un momento ella no comprendió, y luego una pequeña esperanza parpadeó y floreció. Ella no se atrevía a creer que podría, porque sería terrible si él no pudiera hacerlo. ¿Puedes usar el control mental sobre él?

Estoy malditamente seguro de que lo voy a intentar. No puedes cometer un error, Mari, y delatar por casualidad el hecho que estoy aquí y nos comunicamos.

– Levántate, Mari -Sean extendió la mano.

Despacio ella desdobló las piernas, rechazando sentirse intimidada porque no tenía ninguna ropa. ¿Por qué haces esto, Sean? Por favor háblame así podré dejar de temblar. Te tengo miedo. No me gusta tenerte miedo.

Con muestras de renuencia puso su mano en la de él y permitió que la ayudara a levantarse. Él tiró hasta que el cuerpo de ella rozó el suyo. Ella no podía evitar estar rígida, pero logró no luchar.

¿Por qué usamos la telepatía? Sean la empujó delante de él hacia el dormitorio, revisando cuidadosa las paredes, buscando una cámara oculta.

Estoy casi segura de que Whitney tiene vigilancia de audio aquí. Cosas que me ha repetido sólo podía saberlas si las escuchó en mi habitación. Siéntate en la cama conmigo, durante un minuto, Sean, déjame acostumbrarme a la idea de esto.

¿No dijo que estropeaste todo el audio cuándo rompiste las cámaras?

No me quiero arriesgar. Sabes que él siempre miente.

Ella sintió a Ken moviéndose en su mente cuando se distanció de Sean. Él estudiaba el campo de energía, los rastros olvidados de Sean. Ella sintió la oleada repentina de energía que entraba en su mente, juntando todo lo que ella tenía y atando a los dos juntos en una unidad poderosa. Esto la asustó tanto que casi se retiró. Ella no era Mari, permaneciendo sola, era parte de Ken, abriéndose a él, todos sus miedos y esperanzas y cada recuerdo que tenía. Era asombroso estar tan cerca de otro ser humano, tan completamente vulnerable a él.

Dejó que su cuerpo se hundiera en la cama, alcanzando la delgada manta para intentar proteger su cuerpo de la lujuria en los ojos de Sean. ¿Por qué le repugnaba tanto? Cuando Ken la había mirado con cien veces más hambre, ella se había derretido para él, se había derretido en él. El instinto de conservación exigía que lo apartara antes de que su mente liberara cada fantasía secreta, cada deseo secreto, real e imaginario, y Ken respondiera del mismo modo.

Un temblor la traspasó. La mente de él ya llenaba la suya de tanta información, y con sus recuerdos vino el poder. Su energía fundida en una corriente estable, un flujo poderoso, una corriente tan fuerte que ella temió que pudiera salir antes de que Ken pudiera tomar el control por completo.

Sean tiró de la manta. Mari opuso resistencia, pero esta resbaló lo suficiente para revelar la elevación de sus pechos. Él tiró más fuerte de la manta, su codo le empujó la espalda hasta que quedó tumbada a través de la cama.

No quiero esperar. Me conoces de años, Mari. Me perteneces, siempre lo has hecho. Tomo lo que es mío. Su boca sujetó con fuerza su pecho, una mano rodeando su garganta, los dedos apretando para recordarle no luchar.

– Sean, me haces daño. -Ella golpeó con ambas manos contra su pecho, tratando de apartarlo.

Esperó que Ken se lo perdiera. Era consciente de la rabia en él, una entidad viva, negra, fiera y brutal. Utiliza la telepatía, oblígalo a contestarte.

Sean, por favor, duele.

Entonces no luches.

Ella sintió la reacción instintiva de Ken, las emociones vertiéndose, arremolinándose juntas para hacer la rabia aún más poderosa. Pero él se mantuvo tan frío como el hielo, más frío aún, completamente silencioso y centrado, apartando la rabia como si nunca hubiera existido, hasta que su mente fue el tranquilo ojo de un huracán que da vueltas.

Ella oyó la cadencia suave de su voz, hipnotizando, ordenando, baja y apacible, pero tan insistente que no podía negarse. Las palabras se deslizaban por ella, imposible comprenderlas, montando a caballo sobre la corriente de energía que resbalaba de su mente hacia la de Sean.

Sean se sentó, su cara sobresaltada. Sacudió la cabeza varias veces como si la limpiara. La voz nunca se detuvo, nunca se elevó, el tono nunca cambió. Era implacable en su asalto y empujaba en la mente de Sean, exigiendo la obediencia. La cara de Sean palideció considerablemente, sus ojos de mirada ausente. Ella reconoció el peso en su mente. Lo experimentaba en mucho menor grado. Ken había agarrado la mente de Sean con fuerza y rechazaba soltarla.

Sean se levantó, arrastrando los pies hacia atrás, mirándola fijamente con un miedo salvaje, desvalido. Ella tuvo miedo de moverse, por miedo a romper el hechizo que Ken tejía con su voz. No sabía cómo funcionaba, pero la energía la dejaba agotada. Sean se resistió, luchando contra el murmullo continuo de aquella orden implacable. Cada paso que lo apartaba de ella se arrastraba por el suelo como si él se resistiera a levantar el pie.

Mari contuvo el aliento cuando Sean golpeó su tarjeta de acceso por la cerradura para abrir la puerta. Para su asombro soltó la tarjeta al suelo antes de andar arrastrando los pies hacia fuera. La puerta se cerró de golpe tras él, pero siguió moviéndose, apartándose lejos de ella. Podía oír sus pasos alejándose.

De todos modos la enorme inundación de energía siguió. Agotada, Mari se echó atrás, tirándose encima la manta, su cuerpo entero temblaba de modo incontrolable. Oyó el tic-tac del reloj y el propio latido del corazón. La energía crujió alrededor de ella, crujió en su mente, que se levantaba con tal poder que la asustó pensar lo que Ken y ella podrían hacer juntos si se inclinaran a la destrucción.

La voz siguió, y ella trató de entender las órdenes, determinada a averiguar lo que Ken exigía de Sean. No podía interrumpir, por miedo a que Sean volviera, ya que él sabría que no había estado sola para ahuyentarlo. Vio la tarjeta en el suelo, pero no podía encontrar la fuerza ni para acercarse lentamente. Todo lo que era estaba en aquel río de energía.

Permaneció con los ojos cerrados, sintiendo la oleada que se hinchaba, y comprendido que no estaba sola con Ken. Jack se les había unido, lanzando su energía psíquica en la participación de Sean en su orden. La mente de Sean ya no era la suya propia pues había sido asumida totalmente por los gemelos Norton. Ella intentó tirar de su propia energía hacia atrás, con miedo de estar tan expuesta al hermano de Ken, pero la unión era demasiado fuerte. Fue empujada más y más lejos de su mente, andando por un laberinto de pasillos, buscando con un objetivo mortal, oscuro.

Capítulo 16

Mucho después de que la sensación de energía fluyendo entre las mentes fusionadas se desvaneciera, Mari se echó en la cama, mirando fijamente al techo. Las lágrimas brotaron de sus ojos, pero no podía hacer el esfuerzo de secarlas. Oyó a alguien fuera de la puerta moviendo el cuerpo de Brett, pero nadie habló con ella. Daba lo mismo. No se creía capaz de poder contestar.

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