Christine Feehan - Juego Mortal

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Comenzó como una misión para encontrar a un político muy conocido cuyo avión se estrelló en el Congo. Pero la riesgosa operación tomó un giro inesperado cuando Mari, un miembro físicamente mejorado del equipo de rescate, fue tomada como rehén por las fuerzas rebeldes.
Ahora, encarcelada en un recinto aislado, Mari tiene sólo una oportunidad para sobrevivir: escapar. Pero ella no contaba con Ken Norton, un experto asesino y un guerrero Fantasmas, que lucha para dejar atrás las paredes de la prisión en una misión por sí mismo… una que involucra al propio pasado de Mari y al destino misterioso de su hermana gemela… y que unirá a Ken y a Mari en una pasión embriagadora que subirá las apuestas en el juego más mortal de supervivencia que ellos hayan jugado alguna vez.

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– No, no tiene que contestarme. Pero cálculo que es aceptable porque las ventajas son más que los riesgos. Aquellos de nosotros que necesitamos anclas podemos funcionar sin que estén demasiado cerca. Si somos heridos, nos curamos mucho más rápido, y si somos capturados, no tenemos tiempo para dar información bajo tortura. -Mantuvo la cara seria, simplemente informando, no pensando que le podrían romper su delgado cuello. Quiso recitar los motivos delante de Sean. Porque a menudo Sean dirigía las misiones y lo habían llenado de esta medicina. Sean que había traicionado a la gente que había sido su familia.

Sean encontró su fija mirada y desvió los ojos. Bueno. Finalmente lo conseguiría.

– Mari serás llevada a la instalación médica para que te examinen. En unos días haremos la prueba de embarazo. Te enviaré el archivo de Norton así puedes leer los datos que he recolectado. Creo que verás que es un buen partido.

El hombre saludó con la cabeza. Conteniendo su aliento, con miedo, no fue capaz de esconder el alivio que sintió. La historia era plausible, y Whitney estaba feliz con la posibilidad de que hubiera concebido al niño de Ken, por lo que no indagaría demasiado. Esperó hasta que se fue y buscó a Sean.

– Abre las esposas.

– Mari, esto no ha terminado. Si no tienes al bebé de ese hombre…

– Mejor suyo que de Brett.

– Tendré cuidado de Brett. -Alcanzó sus manos y abrió las esposas.

Frotó sus maltratadas muñecas y le dirigió otra mirada de odio.

– No tenías que ponerlas tan apretadas.

Sean tomó su mano, deslizando el pulgar sobre las contusiones.

– ¿Te forzó Norton?

Retiró sus manos.

– Deberías habérmelo preguntado hace horas. Maldición, es demasiado tarde para mostrar preocupación. Vete al diablo Sean. -Se levantó, y se tuvo que agarrar del pasamanos metálico para impedir caerse y mantenerse parada, apretando sus dientes contra la feroz palpitación de su cabeza-. ¿Me golpeaste otra vez?

– De ninguna manera. No iba a darte una excusa para que me mataras. Y sabía que despertarías enojada. -Extendió la mano y capturó su mano otra vez-. Puse realmente aquellas cosas demasiado apretadas, tienes contusiones.

Separó su mano otra vez y frotó su palma por el muslo de sus vaqueros.

– Sean, realmente estoy enojada contigo.

– Lo sé. Realmente nos asustaste como el infierno. Maldición Mari, te dispararon.

– Todo fue patas arriba. Nadie estaba allí para matar al senador Freeman. Ambos equipos lo protegían. ¿Podría haber sido la amenaza un truco de publicidad? ¿Y por qué enviarían dos equipos especiales de Caminantes Fantasmas para hacer el mismo trabajo? No hay muchos de nosotros. No podrían haber incurrido en una equivocación. -Tentativamente dio un paso y el cuarto giró-. ¿De todos modos, que demonios me hiciste Sean?

La estabilizó agarrándola del brazo.

– Te drogué. Probablemente es la reacción con lo que ya tenías en tu sistema.

– Bien, entonces esto está bien -lo dijo en su mejor tono sarcástico, deseando tener un cuchillo para cortarlo desde la garganta hasta el vientre-. Todavía estoy realmente enojada contigo. Actuaste como un estúpido. Debería de haber dejado que Norton te disparara.

– ¿Realmente hablaban de matarme?

– Sí. No le gustas, pero le dije que tenías un lado bueno. Cuando preguntó cuál era, no lo pude recordar. Tengo que pasar por mi cuarto antes de ir con el doctor.

– Se supone que te llevo directamente al ala médica.

– Sean, no me hagas darte una patada. Tengo que parar en mi cuarto. Esto tomará dos minutos. No puedo llevar estos zapatos un minuto más. Por si no lo has notado, no son míos.

– Los cambié para rastrear dispositivos.

– ¿Me cambiaste los zapatos por unos que le hacen daño a mis pies y me sacan ampollas?

– Correcto. -Sean echó un vistazo a su reloj-. Pero tenemos que apresurarnos. Sabes como es Whitney; quiere que le expliquemos cada minuto.

– Puedes hablarle sobre las ampollas de mis pies. Lo primero que te enseñan para ser un buen soldado es tener cuidado de tus pies. -Se separó de él-. Estoy bien ahora excepto por el dolor de cabeza. No te lo perdonaré por un tiempo muy largo, por si estás interesado.

– No sé que me pasó. Mari, cuando comenzaste a hablar de tener sexo con Norton, perdí la cabeza. Siento haberte golpeado.

Mari lo miró fijamente. La cólera estaba viva, manando y viviendo bajo la superficie de su expresión deliberadamente tranquila.

– Habrías estado perdido si no hubiera respondido. Norton por lo visto no esta muy encariñado con los hombres que golpean a las mujeres. Te habría disparado directamente en la cabeza.

– ¿Estás realmente enojada conmigo, verdad? -Sean sostuvo la puerta abierta para ella.

– ¿Lo crees? Fui tomada prisionera y ellos me trataron mejor que tú. Sean, te he conocido durante años. Pensé que éramos amigos. Te has convertido en un estúpido. -Se sentó en el borde de su catre y se inclinó para desatarse los zapatos.

– Sí, te trataron tan bien que dormiste con uno de ellos. -El enojo estaba en su voz.

Mari le lanzó el zapato con mortal puntería, golpeándolo en el centro del pecho.

– No sabes nada de lo que me sucedió, eres tan obtuso. -Le dio la espalda, tirando de su pelo con frustración, y soltando un silbido de cólera. Deslizó su mano rápidamente para quitar la cadena trenzada de oro que tenía alrededor del cuello. El movimiento fue rápido, la cadena quedo amontonada en su mano fuera de su vista-. ¿Ves mis zapatillas en alguna parte? Pensé que estaban aquí.

Se arrodilló para mirar bajo la cama, empujando la mano bajo el colchón cuando apoyó su peso contra el catre.

– ¿Las ves?

Sean abrió las puertas del armario. El cuarto de Mari era austero, ninguna cosa fuera de su lugar. No podía imaginar que las zapatillas estuvieran bajo la cama.

– No veo ningunas zapatillas en ninguna parte. ¿Por qué no agarras un par de calcetines si no quieres llevar puestos los zapatos? -le sacudió un par.

Mari los agarró y se hundió en el catre otra vez.

– ¿Sean, cómo pasó todo esto? ¿Cuándo se fue al demonio?

– Sólo ponte los calcetines.

– Si Brett vuelve, juro que uno de nosotros no va a salir de este cuarto vivo. -Hizo una pausa, el calcetín asomaba cerca de los dedos del pie. Su mirada fija encontró la de Sean-. Lo que quiero decir, es que no puedo dejar que me toque otra vez. Lo odio tanto.

– Tendré cuidado de ello. Encontraré la manera.

– Has estado diciéndomelo durante semanas. No soy la única que es forzada a hacer algo asqueroso, Sean. Hablamos de esto y me dijiste que conseguirías que Whitney te escuchara, pero no lo hizo. ¿Honestamente querrías vivir de esta manera? -Poniéndose los zapatos se levantó, siguiéndolo hacia la puerta.

– ¿Es Brett la razón por lo que lo hiciste? ¿Esperas que Whitney lo aleje de ti si estás embarazada del bebé de Norton? -La condujo por el pasillo hacia el elevador.

Mari se pasó los dedos por el cabello, traicionando su agitación.

– No lo acepto. De una u otra forma, no lo acepto.

– Whitney me dijo que no quiere que las mujeres tengan sentimientos con respecto a los hombres, porque si el apareamiento no funciona -si por alguna razón ella no queda embarazada, o el bebé no es lo que él espera- enviará a otro compañero.

Se puso rígida.

– ¿El bebé no es lo qué espera? ¿Exactamente qué planea hacer con un bebé que no es lo que él espera?

Sean frunció el ceño.

– Yo no lo había pensado. ¿Tal vez darlo en adopción?

– ¿Darlo en adopción? -Arrastró los pies, reduciendo la marcha mientras caminaban por el pasillo hacia el laboratorio.

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