Christine Feehan - Juego Mortal

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Comenzó como una misión para encontrar a un político muy conocido cuyo avión se estrelló en el Congo. Pero la riesgosa operación tomó un giro inesperado cuando Mari, un miembro físicamente mejorado del equipo de rescate, fue tomada como rehén por las fuerzas rebeldes.
Ahora, encarcelada en un recinto aislado, Mari tiene sólo una oportunidad para sobrevivir: escapar. Pero ella no contaba con Ken Norton, un experto asesino y un guerrero Fantasmas, que lucha para dejar atrás las paredes de la prisión en una misión por sí mismo… una que involucra al propio pasado de Mari y al destino misterioso de su hermana gemela… y que unirá a Ken y a Mari en una pasión embriagadora que subirá las apuestas en el juego más mortal de supervivencia que ellos hayan jugado alguna vez.

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– ¿Es lo que soy? -Se alejó de la ventana, sintiendo que Sean se acercaba-. ¿Qué eres, Sean? ¿Eres también un sujeto de prueba?

– Mari. No existes fuera de esta instalación -dijo Whitney-. Ponte en la mesa o te castigaré.

– ¿Va a enviarme a Brett? ¿Drogarme? ¿Golpearme? ¿Qué le pasará a su precioso bebé si lo hace, Doctor? ¿Daño cerebral? Tal vez fracase. ¿Esto también podría pasar, verdad? Nunca he tenido miedo de sus castigos.

Sean estaba cerca. Demasiado cerca. Era experto y a diferencia de los otros guardias, realmente se había entrenado con ella y sabía sus debilidades. Cambió la posición del cuerpo ligeramente, solo ligeramente, lo bastante para ser capaz de moverse rápido y bloquearlo si se lanzaba sobre ella.

– No tenemos que hacer esto, Mari. No puedes ganar. Incluso si por algún milagro logras derribarme, otros diez guardias entrarían para ayudarme. ¿Cuál es el punto?

– Ya te derribé una vez. Tendré más posibilidades.

– Lo permití. Tenía que acercarme y ambos lo sabemos.

– ¿Cómo me vas a derribar, Sean? ¿Golpeándome en el estómago? ¿Dejarme inconsciente con la jeringuilla que siempre llevas? -Lo llamó con un dedo-. Ven.

– ¡Espera! -Whitney estalló-. Mari, no sea ridícula. Nadie va a tocarte. -Habló por su radio y le envió su media sonrisa, la que ella detestaba-. Por supuesto no vamos a forzarte. Queremos tu total cooperación.

Durante un breve momento celebró regocijada. Había tenido razón. Whitney no quería arriesgarse y posiblemente dañar a un niño no nacido de uno de los gemelos Norton. Estudió su cara cuando se alejó a Sean. Su corazón brincó. Tramaba algo.

– Mari -Sean siseó su nombre, poco más que un susurro-. Sube a la mesa.

Ella sacudió su cabeza, pero su desafío menguaba. Whitney era la única persona que la aterrorizaba. Cuando más sonreía o parecía amable, más espantoso llegaba a ser.

Retrocedió ante Sean. Si solo pudiera tener unos días, tal vez las marcas que Ken había dejado se desvanecerían, no podrían ser fotografiadas y registradas y puestas en un archivo de Whitney para mostrar y divulgar a quien quisiera. Era demasiado íntimo, como si él hubiera atestiguado la locura de su pasión.

– Mari, está bajando a una de las otras mujeres.

Mari cerró sus ojos contra la incineración repentina.

– ¿Estás seguro?

Pero no tuvo que preguntar. Cami apareció, su pelo oscuro le caía debajo de su espalda, era una concesión por ser mujer. Era un buen combatiente y Whitney la detestaba casi como detestaba a Mari. Cami caminaba con los hombros rectos como un soldado que había sido tomado prisionero y rechazaba ceder.

– Mari. Volviste -dijo saludando-. Estábamos preocupadas por ti. Las noticias fueron que te dispararon.

– Mi pierna. El Zenith me arreglo y luego casi me mató. Por lo visto cuando está en nuestros sistemas demasiado tiempo las células comienzan a deteriorarse y morimos desangrados. -Mari se rió de Whitney-. Sólo una información que fue pasada por alto cuando fuimos informados.

– ¿Entonces, por qué estoy aquí? -le preguntó Cami a Whitney.

– Dejaré a tu compañera explicártelo -dijo Whitney.

Cami giró sus ojos azul vivo hacia Mari.

– Está bien, Mari. -Su voz fue suave, tranquila-. Independientemente de lo que te haga hacer; puede irse al diablo.

– Yo esperaba esto de ti Camelia. -Whitney siguió riéndose de ellas con su habitual modo frío, sus ojos muertos miraban con interés.

– Mari, no vale la pena -repitió Sean-. Al final…

– Siempre consigue lo que quiere -terminó Mari-. Tiene razón, Cami. Te torturará, me derrumbaré y mi pequeña rebelión será por nada.

Cami le echó un brusco vistazo.

– No es por nada, Mari. Somos un equipo y nos cuidamos mutuamente. Es lo que nos enseñaron y como trabajamos.

Mari se giró para esconder su repentino deseo de sonreír. Cami estaba alimentando el ego de Whitney. Por supuesto el amaría oír como la formación que les había dado funcionaba. Eran un equipo y como equipo se cuidaban el uno al otro. Se sentiría contento por esto, como si él les hubiera lavado el cerebro con tal lealtad, que soportaban todo por el otro. Era tan vano, tenía un ego tan enorme, esto era un arma que podrían usar contra él. Todas eran cuidadosas para usarlo frugalmente, pero lo sacaban cuando querían desactivar una situación.

Whitney siempre usaba su profundo afecto del uno para el otro contra ellas. Él trató de indicarles que esto era una debilidad, que ellas deberían ser una unidad sin emociones por las otras. Les dijo que serían más fuertes, y probablemente tenía razón de algún modo. Si se hubieran apegado a su filosofía, no hubiera sido capaz de usarlas unas en contra de las otras.

– Cami está lista para tomar su castigo, Mari -dijo Whitney. No había ninguna inflexión en su voz, pero cuando la miró, sus ojos brillaron con regocijo fanático. Disfrutaba de estos momentos -las decisiones que tenían que tomar. Todo esto era muy interesante para saber hasta donde irían por el otro.

El estómago se le revolvió. Tendría que encontrar un modo de soportar la humillación. Todo esto era parte del proceso de deshumanización. Trátalos como especimenes de laboratorio, y no sólo los doctores y guardias, sino las mujeres, comenzarían a verse como objetos.

Tragó la bilis que se elevaba por su garganta. Podía afrontar el combate cuerpo a cuerpo, que le dispararan, podía correr millas, y que la dejaran en medio del territorio enemigo, y no estremecerse, pero esto, esto era su propio infierno personal. Retrocedió hasta que sus piernas golpearon la mesa.

– Vas a estar bien -dijo Sean suavemente cuando agarró su brazo y lo sujetó con la correa-. Sabes que no voy a dejar que te pase nada.

No lo miró.

– Cuantas veces me han desnudado completamente y examinado delante del mundo. ¿Sean? -preguntó.

– Sé que vosotros dos susurráis -reprendió Whitney-. No está permitido.

– Él me llama idiota -dijo Mari. Se reclinó, tratando de no parecer tan desesperada como se sentía. ¿Dónde estás? ¿Te preocupas ? Y esto es lo que era tan completamente estúpido. Probablemente no se preocupaba. Habían tenido sexo. Gran sexo. Pero todavía sexo. No era amor. Él no sabía cuanto lo amaba. Ni siquiera ella sabía qué era el amor. Tal vez no había tal cosa. Él probablemente estaba cientos de millas lejos. Extendió la mano de todos modos, porque tenía que encontrar un modo de pasar esto.

Por supuesto no te preocupas. ¿Por qué lo harías? No es como si fuéramos la clase de gente de las películas. Era sexual. Sólo sexo y nada más . Mantuvo sus ojos fuertemente cerrados cuando cerraron las correas de cuero en sus muñecas y tobillos. Sean le quitó la bata y la dejó expuesta a las brillantes luces, a la mirada de soslayo de Prauder, y los ojos muertos de Whitney.

Capítulo 13

Mari no gritaría. Nunca le daría a Peter Whitney esa satisfacción. Oyó cuando Sean contuvo el aliento y supo que miraba las marcas en el interior de sus muslos y pechos, prácticamente por todas partes de su cuerpo. ¿Podría ser más humillante? Cami estaba todavía en el cuarto. Todos la contemplaban. Podía oír el zumbido de la cámara y el chasquido distinto cuando el doctor tomó las pruebas fotográficas. Parecía una vil película pornográfica con ella como estrella.

– ¿Son marcas de dientes? -estalló Sean-. El bastardo la atacó.

– Sean, si tu no puedes observar simplemente en silencio, llamo a otro guardia -dijo bruscamente Whitney-. Los hombres muestran su pasión sexual de varias maneras. Este es un rompecabezas interesante. Ahora quédese tranquilo, para que pueda procesarlo.

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