Jack lanzó una pequeña y tensa sonrisa en la dirección de su hermano.
– Yo también lo quise matar, Ken. Eso no quiere decir que alguno de nosotros sea como nuestro padre. Quiere decir que tal vez necesitemos ayuda psiquiátrica, pero no lo que tú piensas.
– Ella me vuelve loco.
– Se supone que te tiene que volver loco.
Ken sacudió la cabeza con disgusto.
– No lo sabes, Jack. Tengo esta necesidad impulsiva de mantenerla en un pequeño capullo, envolverla en un envoltorio de burbujas y obligarla a hacer cualquier cosa que yo diga. ¿Qué tipo de hombre piensa de esa forma?
Jack resopló.
– Prácticamente todos. No estamos tan lejos de colgarnos de los árboles, Ken -Una ceja se elevó interrogadora-. Así que, si quieres obligarla a que haga lo que le digas, ¿por qué no lo haces?
Ken se encogió de hombros, farfullando en voz baja mientras alcanzaban su vehículo.
– Mari es lista, sabes. Es rápida y eficaz y no lo fastidia. Tío, me dejó inconsciente tan rápido que no supe lo que estaba haciendo hasta que fue demasiado tarde -Se frotó la parte de atrás del cuello, pero había admiración en su voz-. Intentar controlar a alguien así es como intentar sostener agua en la mano. Simplemente vuelve loco a un hombre.
– Así que, básicamente, si la encerraras, podría golpearte las pelotas hasta el estómago y después sonreírte mientras yacieras en el suelo.
– Básicamente.
Jack le lanzó una amplia sonrisa.
– Bien por ella.
– Sí, puedes decir eso. No es tu mujer. Iba a regresar a ese complejo sin importar lo que dijera cualquiera, pero Jack, no me conoce. Sólo cree que lo hace. Si le hacen daño -si la tocan- son hombres muertos. No seré capaz de detenerme. No importará si ella cree que las mujeres están en peligro. Nada importará.
– Eso no es una gran sorpresa, Ken -dijo Jack-. Ambos somos bastante unidimensionales en nuestro enfoque para resolver problemas. Freud habría disfrutado muchísimo con nosotros.
Ken suspiró. Mari era lista y sexy, demasiado independiente, y tan dura como el que más. Era sumamente habilidosa, estaba bien entrenada y era resuelta en el combate. Ni siquiera había dudado al golpear a Sean, tirándolo como una piedra. Y había sabido que su equipo estaba allí antes que él, aunque la había follado con fuerza y él estaba tumbado sin fuerzas como un estropajo, incapaz de escuchar nada salvo el latido de su propio corazón.
Una suave risa tocó su mente.
Ahora simplemente estás siendo tonto.
Involuntariamente se había conectado con ella y compartido sus pensamientos.
Bueno, tú te recuperaste primero, cuando deberías estar desmayándote, o algo así. Eso es un desafío, Mari. Me has desafiado. No puedo dejar que creas que después del sexo me quedo incapacitado. Me tomaré mi tiempo la próxima vez. Lenta tortura. Haré que me desees tanto que de nuevo gritarás por mí.
Tienes tanto ego.
Con buena causa. Deliberadamente sonó engreído. ¿Cuál es tu plan? ¿Tienes un plan, verdad?
Hemos estado trabajando en uno. Abruptamente se calló.
La alarma se extendió por él. ¿Mari? Juró.
– Creo que alguien nos ha oído. Mantuve el vertido de energía en un mínimo, pero Mari no tiene tanta experiencia con eso. Sean está cerca de ella. Puede que haya captado la oleada de energía. Maldición. Que Logan nos dé un informe.
– Ken -advirtió Jack-. No queremos arriesgarnos a que Sean descubra a Logan. Tenemos hombres por todas partes. La tripulación de Ryland nos está ayudando. Whitney no tiene esto o acceso a ello. Relájate un poco. Ella no se va a escapar de nosotros.
– No me importa si toda la marina está mirando. Quiero que uno de nosotros la observe directamente y me haga saber que está viva y bien, y nos mantendremos justo sobre ella.
El filo en su voz hizo que Jack le lanzase otra mirada rápida, como si evaluara su humor. Empezó a protestar, encontró la brillante mirada enfurecida de Ken y se encogió de hombros.
– Se lo haré saber. Pero si lo fastidian, tendremos problemas.
– Ya tenemos problemas -por lo menos Ken los tenía. Su estómago era una serie de duros nudos que no se relajaban. Nunca había tenido ningún problema realizando una misión, pero nunca había sentido nada antes cuando las hacía. Siempre -siempre- estaba emocionalmente alejado. Ahora mismo tenía miedo de que si alguien decía o hacía algo incorrecto en sus cercanías, no sería capaz de controlar la violencia que golpeaba por salir libre.
Había despertado de pesadillas con el corazón latiendo con fuerza contra su pecho y su cuerpo empapado de sudor. Se había despertado con una pistola en la mano. Incluso había apuñalado un par de veces el colchón, y una vez, cuando los recuerdos habían sido particularmente malos, había rajado su edredón tanto que había estado quitando plumas del suelo durante semanas. Ninguna de esas veces se había sentido como esta.
Su boca estaba seca, le ardían los pulmones, sus palmas se sentían sudorosas. Se estaba quemando en el infierno por sus pecados y había cometido demasiados para contarlos. Ninguno de los otros lo sabía, pero Jack sí. Jack siempre lo supo. Lo había cubierto, siempre se cubrían el uno al otro, pero era horrendo tener que enfrentarse repentinamente a la aterradora comprensión de que alguien sobre el que no tenías control podía cambiar tu vida para siempre.
– Logan tiene a Mari visualmente -informó Jack-. Sean debe haberla dejado inconsciente. Está tumbada en el asiento, doblada, pero la está esposando.
Ken maldijo, una abrasadora sarta de obscenidades que habrían asombrado a un marinero.
– Sabía que me tendría que haber encargado de ese bastardo. ¿En qué demonios estaba pensando Mari para confiar en él?
– No sé si ella confiaba en él, Ken. Todo lo que capté fue su necesidad de volver con las mujeres que ama… su familia.
– Debería haberla detenido. Podría haberlo hecho. Simplemente la dejé volver al campamento enemigo -su mirada destelló intensamente, su boca formó una línea severa e implacable-. Ella es la misión principal, Jack. Asegúrate de que los otros entienden eso. No quieren tener que cazarme, y eso es lo que pasará si fastidian esto. Es lo principal. Las otras mujeres y Whitney son algo secundario.
– Está entendido, Ken -le aseguró Jack-. Estás permitiendo que esto te afecte. Es un soldado y actuará como tal. Confía en ella. Demonios, Ken, salvó nuestras vidas y te superó, incluso te hizo caer de culo. Mari actúa con rapidez, golpea con fuerza y hace lo inesperado. Nos dio suficiente información para engatusarnos a una falsa seguridad, pero nada que le pusiera la zancadilla a su equipo o nos llevara de vuelta a su base. -Había respeto en la voz de Jack-. Le puse una pistola en la cabeza, Ken, y ni siquiera se estremeció. ¿Notaste eso? Su mente estaba trabajando en todo momento. No se deja llevar por el pánico y determina todas las posibilidades con rapidez. No hay reserva en ella.
– Debe haber vuelto loco a Whitney. A él no le gusta ningún tipo de oposición, pero quiere esos mismos rasgos en sus súper-soldados. Querría controlarla, pero no romper su espíritu -dijo Ken-. Estoy planeando usar sexo. Montones y montones de sexo.
– Sí, buena suerte con eso. -Jack enarcó una ceja hacia él mientras giraban hacia la carretera que llevaba al pequeño campo de aviación donde Lily tenía transporte privado esperando-. ¿Me estoy perdiendo algo o no tuviste ya sexo con ella, realmente sexo genial, y su respuesta fue dejarte inconsciente? ¿Estoy equivocado? ¿No pasó eso?
– Cállate, joder.
Ken se colocó la mochila al hombro y caminó a zancadas por el asfalto hacia el avión que esperaba. Jack lo siguió a un paso más relajado, silbando desafinadamente.
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