No estaba mintiendo exactamente. Nadie podría haber sobrevivido sin un traje de neopreno, no por mucho tiempo. Lev suprimió la necesidad de tiritar, sintiendo el agua cerrarse sobre su cabeza cuando el yate cayó en la agua fría. Nadie tuvo la oportunidad de gritar, simplemente se hundieron en ese abismo frío, la oscuridad se asentó en torno a ellos. Él había caído, deslizándose por una burbuja casi invisible. La caída había parecido interminable. Un millón de caras, los gemidos de los muertos, la fría, fría agua.
Había tratado de nadar, yendo a las profundidades, tratando de encontrar una salida. La ola le atrapó, le hizo girar una y otra vez como una lavadora, golpeándole contra algo hasta que estuvo tan desorientado y mareado que no sabía donde estaba o cómo salir de la situación. Las manos de Rikki habían sido sorprendentemente fuertes, anclándole, pero fueron sus ojos los que le salvaron.
Se había sentido vagando hacia los gemidos, la muerte le atraía más cerca. Ella había tirado de él, le había mirado a los ojos. Esa mirada era resuelta. Tranquilizadora. Estaba a salvo con ella. Podía caer. Podía romperse. Podía vivir. Viviría. Ella compartió el aliento, el aire, la esencia de la vida, todo el tiempo sosteniéndole con los ojos. Ya no estaba solo en el frío y oscuro fondo. Ella estaba allí, compartiendo su alma. Había perdón. Redención. Había esperanza. Estaba todo allí con Rikki.
Él sintió la presión de la mano de ella, el pulgar que se deslizó sobre el centro de la palma. Parpadeando, se arrancó fuera del frío profundo y se encontró mirándola a los ojos. Ella le sonrió. Lentamente. Tierna. El amor se deslizó sobre él, le calentó. Bajó la cabeza, incapaz de detenerse y le rozó la boca levantada con un beso. El corazón se le contrajo. Cuando alzó la mirada, Jonas le estaba mirando y barrió inmediatamente toda expresión de la cara.
– Rikki no necesita hablar con ningún oficial de Rusia. No hay razón para que pase por eso.
– Él no va a rendirse -indicó Jonas-. No hasta que esté satisfecho.
– Tráelo aquí -dijo Rikki-. No tengo nada que decirle, pero si le ayuda a cerrar el caso y a llevar resolución a la familia de ese hombre y amigos, entonces no tengo inconveniente.
– Rikki… -advirtió Lev.
– Si quieres, Rikki -dijo Blythe-, puedo permanecer contigo mientras Jonas le trae y le lleva; Levi, sé que tienes cosas que hacer hoy, pero yo me quedaré con ella.
Jonas hizo un único sonido de molestia. Lev sabía que el sheriff había reconocido a Lev porque había estado esperando que el ruso perdido fuera el hermano de Ilya. Había sabido que un Prakenskii estaba en el yate y los Prakenskii no morían tan fácilmente. No le gustaba la situación de que Blythe y Rikki no fueran honestas con él, pero iba a permitir que Levi Hammond existiera.
Lev sacudió la cabeza.
– Si Rikki habla con él, me quedo.
– No seas burro -gruñó Jonas, frunciendo el ceño.
Lev le miró fijamente.
– No dije al aire libre.
Jonas levantó la mano.
– No digas otra palabra. Y mejor que Levi Hammond tenga su permiso de armas al día y capaz de pasar una comprobación.
Lev se encogió de hombros casualmente.
– A tu disposición.
Había confianza absoluta en su voz. Ya tenía su identificación y toda la documentación había llegado al apartado de correos de Rikki. Tenía bastante papel para convencer al mundo de que Levi Hammond de hecho existía y tenía una larga, memorable y muy variada carrera.
– Blythe no puede quedarse -dijo Rikki. Cuando Blythe trató de protestar, sacudió la cabeza-. De ninguna manera. El sheriff estará aquí y eso es suficiente. Necesito saber que estás a salvo. No quiero atraer la atención sobre cualquiera de vosotras.
Blythe comenzó a protestar, pero Jonas le puso la mano en el brazo.
– Estoy de acuerdo esta vez, Blythe. Vamos a acabar con esto. -Dirigió la mirada hacia Lev-. Tú esfúmate. Volveré en media hora.
– Estará aquí sentada -contestó Rikki con una pequeña y secreta sonrisa.
Jonas frunció el entrecejo y entonces asintió.
– Otra cosa. ¿Significa algo para ti el nombre de Gerald Pratt? Había huellas dactilares en la dársena y tuvimos éxito casi inmediatamente. Comprobamos las huellas en puestos que trabajan contra el fuego, como bomberos. Gerald Pratt trabaja para el departamento forestal en el área Big Sur. Sucede que creció en la misma ciudad que tú, Rikki. Habría tenido aproximadamente dieciséis cuando tú tenías trece.
Rikki frunció el entrecejo, tratando obviamente de recordar.
– Juro que nunca he oído ese nombre antes. Quizás he ido a la escuela con él, pero si lo hice, la escuela fue tan difícil, que no le habría recordado de todos modos. Era la chica rara, siempre perdida en mi cabeza. Los niños se burlaban mucho de mí, pero no puedo recordar nombres específicos.
– Él no fue a ninguna de las escuelas contigo -dijo Jonas-. Hasta ahora, no he podido encontrar la conexión, ni a él, pero todavía estoy excavando. No he tenido mucho tiempo. Pratt ha trabajado la semana pasada, pero está libre en este momento y nadie tiene la menor idea de a donde ha podido ir. Se ha tomado dos semanas libres.
– Gerald Pratt -repitió Rikki en voz alta. Sacudió la cabeza y miró impotentemente a Lev y luego a Blythe-. No lo conozco.
Sonaba tan perdida. Blythe puso sus brazos alrededor de Rikki y la sostuvo, murmurando suaves consuelos.
– Resolveremos esto, Rikki -aseguró.
Cuando se puso derecha, Rikki sacudió la cabeza.
– ¿Cómo podría haber molestado tanto a alguien que quisiera matarme a mí y a todos los que me importan pero no recordarle?
Jonas se agachó delante de ella, alzando la mirada a sus ojos que evitaban cuidadosamente los suyos.
– Rikki, a veces las personas están enfermas. No se sabe que va a desencadenarlos. Si viven en otra realidad, lo que ellos creen se vuelve verdadero. Nada que una chica de trece años pueda haber hecho sería justificación para las acciones de este hombre.
– ¿Estás seguro que es él? -preguntó Lev.
Jonas negó con la cabeza.
– Es un sospechoso. Tenemos sangre y dejó su ADN en las colillas de los cigarrillos, pero eso no significa que comenzara el fuego. Significa que estuvo en esta propiedad. Además, el acelerante que utilizó fue Jet A, un combustible de alto octanaje que arde rápido y fuerte. Este tipo sabe lo que hace.
Lev no dijo nada. Si Pratt tenía la cara desgarrada por los búhos, no habría preguntas. Vendría a por Rikki pronto. No tenía tantas vacaciones y necesitaba acabar con ella ahora. Pratt tenía una preferencia por matar con el fuego, era su arma elegida. Ahora que sabía dónde estaba Rikki, volvería.
– No hagas nada estúpido -advirtió Jonas a Lev y acompañó a Blythe de vuelta al coche.
Rikki estaba silenciosa, columpiándose suavemente, moviendo el pie descalzo arriba y abajo.
– Laskovaya moya , quiero hablar contigo sobre este ruso que va a venir. Sé que estás preocupada por Pratt, pero está muy lejos de ser tan peligroso como este hombre. Él realizará un interrogatorio, no una charla -dijo Lev, tomándole la mano, el pulgar le acarició en círculos sobre el centro de la palma-. No tienes que hacer esto.
Ella giró todo el poder de sus oscuros y hermosos ojos hacia él. A Lev el corazón le dio un salto. Había valor allí. Determinación.
– Por supuesto que sí. Si vas a deshacerte de ellos, tengo que ser la única que lo haga. Él sabe que estuve en el agua ese día.
– No me gusta -respondió Lev.
Ella se encogió de hombros.
– No tiene que gustarte. Soy una mujer adulta y he estado tomando mis propias decisiones durante mucho tiempo. ¿Estamos en esto juntos, verdad? -Le miró. Desafiándolo-. ¿Correcto? ¿O creías que no me impondría porque piensas que tengo una discapacidad?
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