Jonas se agachó delante de ella, su voz muy suave.
– Rikki, este es el hombre del que te hablé, el que quiere hacerte un par de preguntas acerca del hundimiento del yate. Su nombre es Petr Ivanov. Trabaja para el gobierno ruso e investiga a alguien de su gente que estaba a bordo del yate. Le he explicado que eres autista y que no te gusta que la gente esté alrededor de tu casa. No tocará nada y no estaremos aquí mucho tiempo. ¿Vale?
Rikki asintió con la cabeza repetidas veces, aumentando el balanceo un poco más. Su cerebro ya estaba muy cerca de ese lugar, su propio mundo, donde estaba a salvo y nadie podía tocarla, ni siquiera un maestro de los interrogatorios.
Petr Ivanov estudió su cara durante mucho tiempo. Rikki movía los dedos continuamente, girando en pequeños círculos extraños, y ocasionalmente los levantaba a su boca para soplar en ellos. Giro, una, dos, tres veces y entonces soplar.
– ¿Es usted buzo?
Asintió.
– ¿Buzo de erizos de mar? ¿Y se zambulló el día que el yate se hundió en la costa?
Asintió otra vez. Los dedos continuaron girando y soplaba en ellos cada tercera vez, como si apagara velas. Su mirada fija en el charco un poco más allá de la escalera que llevaba al porche.
Petr miró a Jonas. El sheriff se encogió de hombros.
– Ella no habla mucho con personas, raramente con extraños, y tiene una manía cerca de que la gente entre en su casa o suba a su barco.
– Le dije que era necesario -dijo Ivanov-. Este hombre utiliza a las mujeres. Es peligroso. Sabré si ha estado cerca de ella.
– Dudo que permita a un extraño cerca de ella y no puedo imaginarme que le dejara entrar en la casa. Ella ha estado por aquí casi cinco años y he entrado en su casa una vez. Sin duda los otros buzos le contaron algo sobre ella.
La conversación fluyó en torno a ella. Rikki era inmune a ello, las palabras un cuchicheo vago al fondo mientras los insectos y ranas retomaban el coro de su canción. Las ondas en el charco se convirtieron en olas.
– Necesito saber lo que usted vio allí -dijo Petr y chasqueó los dedos bajo su nariz.
El balanceo de Rikki aumentó en fuerza. Comenzó a agitar las manos, girando los dedos y luego soplando las puntas como si apagara llamas.
– Tiene que hacerle preguntas de sí o no -dijo Jonas-. Y retroceda.
– ¿Vio usted a un hombre en el agua ese día? ¿Alguien vivo?
Rikki sacudió la cabeza violentamente.
– Una ola. Una ola grande. -Se permitió deslizarse lejos, en las brillantes aguas del charco donde las ondas habían venido a la vida.
Hubo un silencio mientras Ivanov estudiaba su creciente agitación. Suspiró.
– No voy a conseguir nada de ella. Tengo que ver la casa.
El batir aumentó. También el balanceo.
Jonas fue muy suave.
– ¿Podemos echar un vistazo, Rikki? No tocaremos nada.
Se meció durante un minuto luego asintió, los ojos pegados al charco.
El ruso juró y empujó la puerta de la cocina. En el momento que tocó el picaporte, ella empezó a hacer un sonido estrangulado con la garganta, su única protesta. Jonas, claramente dividido entre Rikki y el ruso, le siguió adentro.
– No toque nada -declaró Jonas-. Ella le ha dado permiso para echar un vistazo, eso es todo. Ella… -su voz se desvaneció, dejando a Rikki completamente en su propia mente.
No les vio salir. Estaba demasiado lejos en su mente. Ya no los oyó más, sólo el sonido de su propio mundo a donde se retiraba cuando el ruido y el dolor llegaban a ser demasiado. El ruso nunca la podría encontrar allí y no podría encontrar a Lev tampoco. No les podría seguir en su mente, sin importar cuanto entrenamiento tuviera. Podría mantener a Lev a salvo hasta que llegara a ella. No le gustaba que nadie presenciara sus "crisis" pero esta vez, permitió que sucediera. Había sido su elección y no estaba avergonzada.
Vuelve a mí, laskovaya moya , la voz de Lev brilló en su mente, penetrando las olas ondulantes. Me has mantenido a salvo, pero ahora necesito que regreses conmigo.
Fue doloroso volver a un lugar donde los colores y los detalles parecían tan aburridos al principio, después del fascinante e hipnotizador reino submarino.
– Él no regresará -la saludó Lev, atrayéndola a sus brazos-. Ha sido una cosa muy valiente y no lo olvidaré. Jamás.
Ella le sonrió, parpadeando un poco desorientada.
– Él nunca creerá que te permitiría cerca de mí, mi barco o mi casa.
– ¿Por qué lo has hecho? -preguntó Lev y la sacó de la hamaca, para llevarla a la casa-. ¿Por qué me has elegido?
Ella le trazó la mandíbula fuerte por debajo de la suave barba.
– Tus ojos. Veo tu verdadera esencia y te conozco de un modo que nunca podría conocer a nadie más.
Hicieron el amor toda la tarde. Jonas llamó preguntando por Rikki, obviamente preocupado por si la habían empujado demasiado lejos. Le aseguró que había convencido a Petr Ivanov que su última esperanza de que Lev estuviera vivo se había desvanecido. Nadie había visto a un extranjero. Nadie creía que alguien pudiera haber sobrevivido en el agua fría y no había rastros de un superviviente. Ivanov había salido para el aeropuerto de San Francisco, para volar a casa.
Lev cocinó la cena, una cuidadosa preparación de ensalada, que Rikki mordisqueó como si fuera un conejo, rebuscando para desechar cualquier cosa que pensara ue parecía espantosa; patata asada, que le gustó; y un pequeño pedazo de filete. Él tuvo que quitar cada pedazo de grasa y ella jugueteó con él durante mucho tiempo antes de comer algo, pero comió y él se sintió como si hubiera conseguido una victoria inmensa.
A última hora de la noche se tumbaron juntos en la cama con las luces apagadas, Lev tenía la cabeza en su regazo mientras sacaba el tema que había querido abordar.
– Sabes, laskovaya moya , he estado pensando. Debemos planear nuestra boda. Una pequeña ceremonia civil aquí. Sólo con tus hermanas. Nada estrafalario, sólo nosotros. -Lev la miró a la cara con cuidado-. Soy bueno en abrirme paso rápidamente entre el papeleo.
Los dedos de ella se inmovilizaron en el pelo, los oscuros ojos se oscurecieron más. Por un momento hubo bastante silencio en el cuarto para que él pudiera oír palpitar el corazón de Rikki. La tomó del brazo, deslizando la mano hasta la muñeca donde el pulso palpitaba en su palma.
– Te he asustado, lubov moya , y no era mi intención. Ya hablamos de matrimonio.
– Hablar no es lo mismo que planear.
– ¿Por qué debemos esperar?
Ella se humedeció los labios.
– Tienes que pensar en eso, Lev. Pensar en serio. Hay tantas cosas que no puedo hacer. Éste es mi mundo, aquí mismo, pero es muy estrecho. Yo no viajo, nada en absoluto. Esta es mi casa. Planeo vivir mi vida aquí. La granja y mi submarinismo. Trabajo fuera, a veces con Lexi, pero raramente tengo compañía. Vivo una vida solitaria a propósito. Necesito rutina. Tengo dificultades para aceptar cambios en mi vida. No puedo entrar en tiendas donde hay luces fluorescentes, que es casi por todas partes.
Él le sonrió.
– Es una larga lista. Déjame ver. He viajado toda mi vida y estoy listo para un hogar, uno permanente. Quiero trabajar con mis manos y el traje de buceo me queda bien. Prefiero una vida solitaria. Estoy incómodo alrededor de muchas personas. No me importa la rutina en la casa, fuera puede ser más difícil, pero hemos conseguido un buen compromiso. Me dejas entrar en tu cuarto de baño para ducharme.
– Sólo porque hay algunas ventajas.
Le dirigió una sonrisa, pero era forzada. Definitivamente la había asustado. Lev atrajo la mano a la boca y mordisqueó suavemente.
– ¿Piensas que te dejaré?
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