– Rikki -dijo Jonas suavemente-. Gerald Pratt y su familia estuvieron en el mismo accidente que tus padres y tú, poco antes de tu decimotercero cumpleaños, el gran accidente múltiple en la autopista. ¿Recuerdas ese accidente?
Lev la sintió tomar aire profundamente. Asintió, pero no levantó la cabeza.
– El coche de Sitmore golpeó el coche de Pratt por detrás, lanzando el coche de Pratt por el aire. Golpeó un tanque de combustible y se incendió con las chispas que otro vehículo que se deslizaba por el guardarail, metal contra metal, enviaba al aire.
– Había fuego por todas partes -murmuró ella con voz infantil-. Por todas partes. Mi madre estaba herida. Las personas chillaban. Un coche golpeó el nuestro con mucha fuerza por detrás y nos empujó al coche de delante. El ruido fue terrible.
– El accidente no fue culpa de tus padres y ciertamente no tuya. Cualquiera que lea el informe puede ver claramente que el problema comenzó cuando chocaron dos camiones, provocando una reacción en cadena detrás de ellos. La visibilidad era pobre, la carretera estaba resbaladiza y el desastre golpeó. -Jonas se pasó una mano cansada por el pelo-. Ahora se ha ido, Rikki, y ya no puede herir a nadie a quien ames. -Cuando ella permaneció silenciosa, suspiró y comenzó a darse la vuelta.
Rikki se incorporó, cuadrando los hombros.
– ¿Por qué me quería a mí y mi familia muertos?
Jonas se encogió de hombros.
– Quien sabe lo que le sucedió a su mente. Estuvo en un coche ardiendo con sus padres, alguien lo sacó, pero él los vio morir en el fuego. Se obsesionó con el fuego después de eso. Tomó clases, se convirtió en voluntario a temprana edad, continuó su educación y entonces se unió al Departamento Forestal contra el fuego de California.
Blythe salió de la casa y dejó caer la mano sobre el hombro de Rikki.
– Vuelvo a casa, cariño. Duerme.
– Gracias por el café -dijo Jonas-. Lo apreciamos.
La miraron alejarse, demasiado cansados para levantarse. Rikki reclinó la cabeza contra el hombro de Lev y miró a Jonas, realmente lo miró a los ojos.
– Culpó a mi familia y quiso que muriéramos de la misma manera, ¿verdad?
Jonas asintió.
– Eso creo. Malgastó su vida tratando de vengarse por un accidente. Fue sólo mala suerte que tu coche estuviera detrás del suyo. Dormid un poco, ambos parecéis agotados. Y vigila esa herida, Rikki, no querras una infección.
Lev le tendió la mano.
– Gracias.
– Es mi trabajo -dijo Jonas, estrechando la mano de Lev antes de darse la vuelta.
Lev levantó a Rikki en brazos y la llevó a la casa.
Rikki se despertó canturreando. Lev siguió tumbado durante un momento, escuchando la alegría en su voz. La noche anterior ella había estudiado minuciosamente su libro de mareas y había comprobado el tiempo dos veces. Rodando, se dio la vuelta y lo miró. Él se quedó sin aliento en los pulmones. Le pasó la mano por la cabeza, acariciando ese cabello espeso, salvaje y suave como la seda, permitiendo que una oleada de amor le recorriera.
Ella sonrió. El corazón de él dio un brinco.
– Hoy va a ser un día perfecto. Un día para bucear.
La alegría de su voz le calentó la sangre. Lo besó y salió de la cama de un salto.
– Vamos a tener que preparar un almuerzo alto en calorías. Y un desayuno sustancioso.
Ya estaba en el baño. Un relámpago de piel desnuda, toda curvas. Pudo ver las marcas de su posesión sobre ella y le dio una extraña y primitiva satisfacción. Ella llevaba puesto únicamente las parpadeantes gotas de lluvia cayendo por su torneada pierna y su anillo, una sencilla alianza de oro. Se habían casado en una tranquila ceremonia con sólo sus hermanas como asistentes. Blythe y Judith habían sido sus testigos. El día había sido frío y ventoso, pero se abrigaron bien e hicieron la boda en el jardín, donde Rikki se sentía más segura. A él no le importaba para nada el dónde, sólo que se hiciera y que Rikki fuera suya de manera permanente.
Se tumbó en la cama, con los dedos entrelazados detrás de la cabeza, mirando el techo, recordando la noche antes de la boda, cuando él finalmente había reunido el valor para decirle lo que Lev Prakenskii había estado haciendo en aquel yate y quién era Stavros. Le explicó que creía que Ilya Prakenskii era su hermano y que Ilya estaba casado con una Drake. Le había confesado que había estado presente cuando Elle Drake había sido secuestrada y violada brutalmente por Stavros, y que él no la había liberado por seguir sus órdenes. Había estado trabajando de incógnito, trabajándose la confianza de Stavros, ganándose su confianza lentamente, de manera que pudiera conducirle hasta su socio, y al final, hasta la filtración del gobierno.
Le había contado todo lo que había podido, allí en la oscuridad, deseando que el sonido de la lluvia los calmara a los dos. Ella había estado callada, su respiración tranquila y suave sobre su hombro. Una vez, ella había deslizado su mano hasta la de él, cerrando sus dedos sobre los suyos, como para darle valor. Y había necesitado valor, hasta el último gramo que tenía, para arriesgarse a perderla al contarle la verdad, al dejarle saber qué clase de hombre había sido, y que si se quedaba con él, si se casaba con él, ella bien podría convertirse en una paria en Sea Haven cuando Elle Drake regresara.
La reacción de Rikki había sido típica de Rikki. Sencillamente le había rodeado con los brazos y lo había abrazado. Jamás olvidaría su respuesta. Lo decía en serio cuando le dijo que su principal compromiso era para con él. Él podía desmontarse en piezas, vomitar cada uno de sus sucios secretos, y ella recogería las piezas y las pondría de nuevo en su sitio. Le había besado en la boca, murmurado que lo amaba, y le había abrazado, sujetándolo hasta que se quedó dormida. Él no tenía ni idea de cuánto se había estado conteniendo hasta que no escuchó la calmada respiración de ella y entonces se había echado a llorar por primera vez que él recordara, desde que era un niño. Se quedó ahí, en la oscuridad, abrazándola, enterrando su cabeza en el oscuro cabello de ella, tan rebosante de amor que tenía miedo de hacerse añicos realmente.
Ella sacó la cabeza por la puerta, rompiendo su meditación.
– Muévete. Queremos salir temprano. Y la mantequilla de cacahuete está, definitivamente , en el menú.
Lev se restregó la cara con las manos, tembloroso por el recuerdo, sabiendo que siempre se sentiría así. Tembloroso porque alguien pudiera amarle tanto.
– Vas a hacer que te echen del trabajo antes de ni siquiera haber empezado -le advirtió ella.
Él se rió y se sentó, oyendo correr el agua. Llevaba un tiempo sin oír la alegría en su voz. Lo que siguió al descubrimiento de que Geral Pratt había marcado a su familia para que murieran por causa de un accidente de coche sobre el que ninguno de ellos había tenido ningún control, la había entristecido. En cierto modo, suponía él, habría sido más fácil para ella pensar que había ofendido a alguien de algún modo con una de sus rabietas de pequeña. Al menos eso habría tenido más sentido para ella.
En los días que siguieron, había perdido demasiado peso y parecía frágil. Una serie de tormentas le habían impedido bucear. Ni siquiera su boda había apartado las sombras de sus ojos. Él había permanecido cerca de ella, saliendo sólo para hacer pequeñas compras. Siguió implantando el vago recuerdo de Levi Hammond en las pocas personas con las que se había encontrado por casualidad, construyéndose una historia sólida para su vida.
– ¡Lev! -su tono imperativo le hizo reír de nuevo. ¿Quién habría pensado que una mujercita tan pequeña podría mangonearle y que a él le gustaría?
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