Cuando regresaron, cansados, con la garganta lastimada y ojos irritados, las mujeres se sintieron obviamente disgustadas. Jonas recogió a su esposa y Blythe revisó meticulosamente a ambos hombres antes de marcharse. Lev esperó hasta que los coches se alejaron por el sendero antes de permitirse mirar a Rikki. Sus ojos brillaban, como si ella hubiera estado llorando o estuviera cerca de las lágrimas.
Nadie había llorado jamás por él. Él tocó su cara con dedos gentiles, trazando un camino desde la comisura del ojo hasta la barbilla.
– Así que estás vivo -dijo ella, con voz ronca-. Eso es bueno.
– Te echamos de menos, lubov moya . El tipo logró escabullirse. Los polis lo buscan, pero no van a encontrarlo. Comenzó múltiples fuegos y tú no estabas allí para apagarlos.
– Ven, date una ducha y luego puedes contarme lo que pasó. -Ella tiró de su mano, arrastrándolo por la casa hasta el cuarto de baño.
Estaba bastante seguro de que ella no podía hablar. Mantuvo la cabeza gacha, pero pudo ver que estaba muy afectada. Lev comenzó a tranquilizarla, pero ella sólo sacudió la cabeza y señaló al cuarto de baño. Mirándose en el espejo pudo ver la razón. Su rostro estaba manchado con mugre y estaba seguro de oler a humo.
– Tiraré esa ropa -anunció ella una vez que el agua manó sobre él.
– No tengo mucha ropa -indicó él-. Tal vez podríamos lavarlas.
– Las llevaré a la basura.
Ella cerró de golpe la puerta y Lev interpretó eso como la última palabra. Sonriendo, levantó la cara al agua. Comenzaba a amarla tanto como Rikki hacía. Se tomó su tiempo, dejándole a ella el espacio que necesitaba para desahogar su alivio en la intimidad. Su corazón latía con fuerza, sin embargo, ante el pensamiento de que ella había estado preocupada por él… lo suficientemente preocupada para llorar.
Salió descalzo y desnudo del cuarto de baño, secándose el enmarañado cabello con la toalla. Durante las últimas semanas éste había crecido de su corte militar inicial, cayéndose alrededor de los ojos. Tendría que conseguir un buen recorte, pero creía que el pelo más largo añadía algo a la personalidad de Levi Hammond.
– ¿Dónde estás, Rikki? -Él sabía dónde estaba. Inevitablemente en su hamaca en el pórtico trasero, pero quiso darle la cortesía de advertirla.
– Aquí fuera -llamó ella.
Él oyó el crujido cuando ella se deslizó del asiento y fue a la puerta para verlo acercarse. Definitivamente había estado llorando. Las lágrimas se enredaban y aferraban a sus largas pestañas, dejándolas puntiagudas y brillando con diamantes líquidos.
– ¿Estás bien, laskovaya moya ? -Su voz fue amable cuando envolvió los dedos alrededor de su nuca y se acercó a ella.
Rikki abrazó a Lev y sepultó la cara contra su pecho.
– Estaba tan asustada por ti. ¿Por qué te fuiste sin mí?
– Estaba absolutamente a salvo.
– No estabas a salvo. No me mientas. Pude sentir que estabas en problemas. Habría intentando tocar tu mente con la mía, pero tuve miedo de distraerte y hacerte daño.
Él acarició su pelo, amando el modo en que su cuerpo se derretía en el de él como terciopelo líquido. Ella siempre le recordaría al mar, tempestuoso y suave, acogedor y misterioso. Como las olas contra la roca, él podría romperse en un millón de pedazos, esparcirse en partículas diminutas, y caer totalmente en el calor de su amor.
– Ven, acuéstate conmigo -invitó él.
– Lev, tuve tanto miedo por ti. -Ella alzó la vista hacia él, y esos ojos oscuros estaban empapados con lágrimas-. No sabía que podía sentirme de esa forma.
– Ahora sabes cómo me siento yo contigo. Me aterrorizas, Rikki, con los riesgos que corres.
Le retiró el cabello y se agachó para persuadirla con besos. Sus labios temblaron y él le capturó el lleno labio inferior entre los dientes y tiró suavemente. Rikki abrió la boca bajo la de Lev, tomando tanto como daba. Sus esbeltos brazos le rodearon el cuello, manteniendo la cabeza junto a la de ella, su cuerpo presionando contra el suyo.
– No asumo riesgos. Soy una submarinista concienzuda -susurró ella en su boca. Lo besó con hambre creciente, cada beso más largo y más exigente.
– Vamos a la cama, Rikki. -Lev tomó su mano y la hizo entrar en la casa, asegurando la puerta y conduciéndola a través de diferentes habitaciones hasta el dormitorio, haciendo una pausa sólo para apagar las luces.
Había un poco de luz de luna brillando como plata por la ventana, pero suficiente para derramarse por su pálido cuerpo cuando él tiró de su camisa por la cabeza. Plasmó un rastro de besos desde la comisura de sus labios hasta sus senos, una mano acunó el suave peso en la palma mientras se amamantaba. Arrastró su otra mano a través del vientre desnudo, las yemas de sus dedos lo masajearon suavemente. Había posesión en esos largos y extendidos dedos cuando jugueteó con la parte oculta de su pecho, disfrutando de su reacción, el estremecimiento de entusiasmo, el pequeño temblor que atravesó su cuerpo, y el pequeño quejido que le dijo que ella estaba húmeda para él.
Le quitó los vaqueros por las estrechas caderas, llevándose las bragas con éstos mientras los deslizaba por sus piernas. Ella puso una mano sobre su hombro para estabilizarse mientras salía de ellos, quedándose completamente desnuda. Él la rodeó, apreciándola. Rikki no se movió mientras lo hacía, los dedos de Lev le acariciaron la cintura, luego la cadera, frotando sus nalgas y la unión donde el muslo y su trasero se encontraban. Adoraba acariciar su suave piel, amaba la forma en que ella simplemente se entregaba tan completamente a él.
De regreso frente a ella, pasó la mano sobre sus pechos y tironeó de sus sensibles pezones en su camino a la unión entre sus piernas. Su mano acarició, los dedos se deslizaron profundamente y luego salieron para girar, de modo que el cuerpo de ella se ruborizó y su respiración cambió. Él sintió el calor de su estrecho canal alrededor de los dedos, y las caderas femeninas se movieron en respuesta involuntaria.
Cerró los ojos y saboreó la sensación de su sedoso calor. Por él. Una bienvenida. Sus manos subieron hasta los senos cuando Rikki se meció contra él y le lamió la plana tetilla. Como una descarga eléctrica, el chisporroteo corrió desde la lengua femenina a la ingle de Lev. Su erección pesada se hizo aún más llena y latió con anticipación.
Lev la agarró por el cabello e hizo que echara hacia atrás la cabeza, dándose el gusto, besándola repetidas veces, devorando el dulce sabor de Rikki, deleitándose en el modo en que se abría a él y lo tomaba. Se tragó el gemido de ella, ese sonido suave lo endureció aún más. A veces soñaba con ese sonido, y se despertaba duro y dolorido. Cuando se giraba hacia ella, ella siempre, siempre iba a su encuentro con impaciencia.
– A la cama, laskovaya moya , antes de que no tenga ningún control.
Sus ojos se oscurecieron y ella cayó de espaldas, llamándolo con un dedo. Las manos de Lev le separaron los muslos y sólo el calor de su aliento la hizo gritar. Entonces la lamió, como un gato tras la crema, usando la lengua, extasiándola con fuerza y rapidez, llevándola al borde y luego retirándose otra vez. Él adoraba el modo en que su cuerpo se estremecía, la forma en que sus caderas se elevaban y el modo en que la delicada música, sin aliento, sonaba en sus oídos. Su sabor era salvaje y libre, y su necesidad de ella crecía cada vez que ella se retorcía y gemía.
Inhaló su olor, la fragancia de su mujer, y frotó la barba entre sus muslos, observando las olas de excitación subir por sus piernas hasta su canal y luego a su vientre, donde los músculos se unieron fuertemente en respuesta.
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