Lev.
La sollozante súplica que había estado esperando le indicó que estaba perdiendo el control, que había empujado y estirado sus límites un poco más. Agarró su cuerpo y tiró de ella, arrastrándola de las caderas y girándola hacia él de tal forma que quedó sobre manos y rodillas. Mantuvo una mano sobre la espalda de Rikki, obligándola a bajar la cabeza y a que sus caderas quedaran en el aire.
Ella jadeó cuando presionó en su entrada la palpitante punta de su polla. Empujó hacia atrás, intentando empalarse en su grueso eje. Él pasó suavemente las uñas a lo largo de su espalda y sobre sus nalgas. Otra vez hubo un efecto de ondulación, las piernas de Rikki se estremecieron y su cuerpo tembló. La sujetó por las caderas y entró de un golpe en casa.
El cuerpo femenino lo aceptó en su estrecho y caliente refugio, envolviéndolo fácilmente, rozando y acariciando mientras ella lenta, casi renuentemente, permitía su invasión. Siempre existía ese exquisito momento cuando estaba tan apretada que él no estaba seguro de si podría forzar su camino al cielo, pero sus pétalos en flor se abrieron y le permitieron la entrada. Ardiente calor. Suave terciopelo. Estrecho y tenso, aferrándolo cuando entraba profundamente, se retiraba y regresaba otra vez a casa.
Marcó un rápido y duro ritmo, la posición de Rikki le permitía un acceso aún más profundo de modo que se sentía como si estuvieran fundidos para siempre. Su sangre ardió, fluyendo como metal líquido, elevándose desde algún sitio en lo profundo de su interior, extendiéndose como una tormenta de pasión por su cuerpo. Se agachó para besarle la columna. El movimiento provocó ondulaciones en el cuerpo femenino que hicieron que ella le estrujara como un torno.
– Aún no, aún no -canturreó ella-. No de esta forma.
Lev tomó aliento, cuadró la mandíbula y se quedó quieto.
– Dime cómo.
– Quiero ver tu cara -susurró ella-. Tengo que ver tu cara.
Él apretó los dientes mientras obedientemente se retiraba. Ella lanzó un grito cuando la abandonó, se dio la vuelta para tumbarse sobre la cama, con los muslos abiertos para él, posando los pies en la cama, y las rodillas separadas. Él le agarró el culo con una mano, le envolvió las caderas con el brazo y, con la mirada centrada en ella, se sepultó profundamente de un empujón, hundiéndose hasta la empuñadura. Las luces y los colores parecieron explotar detrás de sus ojos, incluso mientras observaba su cara, ese milagro de belleza, la mirada, el aliento, el rubor cuando la llevaba a las alturas.
Arrastró la mano libre sobre sus senos, a su estómago y al suave montículo donde estaban unidos. Ella curvó la espalda, sus caderas se movieron al ritmo de las de él, el tiempo quedó suspendido. Sólo existía el sonido. El aroma. La sensación. Él se dejó ir, se permitió ahogarse, entregándose a la suave música y al amor en los ojos de Rikki. Su cuerpo lo contenía, lo sostenía como las olas al volverse henchidas mareas y su caliente liberación bañó el interior femenino. Sintió la ráfaga por su cuerpo, por el de ella, por sus cuerpos unidos.
Esperó, quieto dentro de ella, luchando por respirar. Esperó. Ella sólo le miró con una vidriosa y sexy mirada, que le volvió del revés.
– Dilo. Tengo que oírte decirlo -pidió él, manteniéndola bajo su cuerpo.
Ella no fingió entender mal. Se rió de él, con esa risa que le quitaba el aliento.
– Te amo, memo.
Lev bajó la mirada hacia ella durante unos pocos segundos más, y luego se le escapó una sonrisa, acercándose aún más.
– Nunca me han llamado memo antes. Hay tantas primeras veces contigo. -La abrazó y sepultó el rostro en su cuello-. Vamos a dormir.
– Ya estoy medio dormida -murmuró ella somnolientamente. Su mano se deslizó sobre él y se durmieron juntos, con los cuerpos entrelazados entre sí.
Lev frunció el ceño mientras Jonas Harrington se balanceaba saliendo del camión, y Blythe se deslizaba del lado del pasajero. Rikki, en su balancín, se tensó, pero lo cubrió bien, tomando un sorbo de café y escudriñando a sus visitantes por encima del borde de la taza. Para darle confianza añadida, Lev se acercó detrás de ella, dejando caer la mano casualmente sobre su hombro.
– Esperaba no verte un tiempo -saludó Lev. Se frotó la mandíbula-. Estoy un poco tieso y ciertamente no quiero otra ronda.
Rikki alzó la mirada, los ojos oscuros buscando su cara. Él le guiñó un ojo.
Jonas siguió a Blythe al porche.
– Creo que tengo lo peor del trato, así que no te quejes. No tengo inconveniente en tomar un café, ya que nadie me lo ofrece.
Rikki se ruborizó.
– Lo siento. Debería haber…
– Rikki -interrumpió Jonas suavemente-. Estaba bromeando. Crecí con las chicas Drake y pasé mis años jóvenes atormentándolas. Tiendo a hacer eso con los que considero mi familia. Tú y Blythe sois familia para mí.
– Voy por café -dijo Blythe.
– Ahí va mi mañana -murmuró Lev.
Rikki le envió una reprimenda por debajo de las largas pestañas, como él sabía que haría. Se inclinó para cuchichearle en la oreja.
– Pequeña señorita correcta y formal.
Sintió su risa en su mente, pero no se rió en voz alta. Por debajo de la mano, sintió que parte de la tensión se desvanecía. Tomó un sorbo de café y esperó a que Jonas le contara porque había aparecido otra vez, esta vez con Blythe. El sheriff no habría traído a Blythe a menos que pensara que Rikki se iba a disgustar por la visita.
Jonas permaneció silencioso hasta que Blythe volvió, estudiando la tira ennegrecida que rodeaba la casa de Rikki mientras Lev le estudiaba a él. Definitivamente, estaba preocupado por la reacción de Rikki a sus noticias. Los dedos resbalaron a la nuca del cuello de Rikki, masajeando suavemente, queriendo mantener el contacto.
– Rikki -dijo Blythe, mientras le pasaba una taza para café al sheriff-. A Jonas le gustaría hablar contigo acerca de un oficial que quiere hacerte algunas preguntas. -Alzó la vista hacia Lev, su expresión era preocupada.
Rikki se quedó inmóvil.
– ¿Sobre el fuego? -Su voz fue baja, estrangulada. Los dedos de una mano se volvieron blancos al agarrar su taza de café, mientras la otra se clavaba en el muslo vestido con vaqueros.
Jonas negó con la cabeza.
– No. Hay un ruso haciendo indagaciones sobre la muerte de un hombre que estaba a bordo del yate que se hundió en nuestra costa hace unas semanas. Aparentemente no está enteramente convencido de que el hombre se haya ahogado.
Rikki no reaccionó como Lev esperaba. Se relajó un poco, tomó un sorbo de su café y se encontró con la mirada fija de Jonas.
– ¿Qué tiene eso que ver conmigo?
– Buceaste ese día. Aparentemente lo comprobó con la compañía de procesamiento y ellos enviaron un camión para recoger tu captura.
Ella frunció el entrecejo, inclinando la cabeza a un lado.
– Seguro. Lo recuerdo. La ola salió de ninguna parte sin ninguna advertencia y me tiró al agua. Tuve suerte de tener puesto mi equipo de submarinismo.
– Creo que él piensa que este ruso sobrevivió.
Jonas nunca miró a Lev. Ni una vez. No reveló el hecho de que sabía que Levi Hammond era Lev Prakenskii, el ruso "muerto". Lev tenía que decirle a Rikki la verdad, que Jonas lo sabía, pero la noche con ella había sido demasiado perfecta para estropearlo con la preocupación sobre lo que Jonas pudiera hacer. En este momento, parecía estar indicando que había aceptado a Levi Hammond en su comunidad. Quizás fuera una tregua inquieta, pero Lev podía aceptar eso.
– El agua está demasiado fría -protestó Rikki-. Dudo que alguien pueda sobrevivir mucho tiempo sin un traje de neopreno, especialmente bajo las condiciones de aquel día.
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