Las frondas de encaje de varios helechos forraban la corriente y las flores convertían un banco inclinado en un derroche de color. Reconoció la mayor parte de las plantas y se asombró de cuán hermosa era la disposición.
– Philip tiene un jardinero extraordinario. Mire cómo está todo colocado. Está más allá de hermoso.
Alberto sonrió.
– Estoy contento de que lo apruebe.
Ella giró la cabeza, asombrada.
– ¿Usted? ¿Usted diseñó este jardín?
Él inclinó la cabeza.
– Un pasatiempo mío.
– Tiene mucho talento. Esto es arte, señor Cortez.
Alberto comenzó a reír y Harry se le unió.
Isabeau le sonrió.
– Perdón, Harry me pagó por decir eso.
Alberto rugió con risa.
– Es muy buena para este anciano, Isabeau. Creo que paso demasiado tiempo sólo. Eche un vistazo y dígame que piensa.
– ¿No le importa?
– No, ya lo he visto todo, ¿recuerda? Sólo quiero mirar su cara cuando descubra todas las variadas plantas. Creo que apreciará este lugar más que cualquier otro.
La debilidad de Isabeau eran las plantas. No pudo resistir la invitación. Además, era curiosa.
– El jardín abarca un acre entero. La corriente lo rodea y el terreno está aplanado, así que utilicé eso en mi ventaja cuando diseñé la disposición -explicó-. Quería que todo fuera natural pero controlado.
– ¿Tiene un jardín en casa como éste?
– No exactamente. No lo separé de la selva tropical. Tomé lo que crecía naturalmente y lo organicé un poco.
Harry bufó burlonamente.
– Él no dice la verdad exacta, Señorita Isabeau. Usted jamás ha visto nada como eso. Su jardín es mucho más hermoso que éste. Las orquídeas están por todas partes. Cuelgan de los árboles como cadenas de flores fluyendo arriba y abajo por los troncos. Incluso los árboles y vides son mantenidos con formas…
Alberto tocó el brazo de Harry.
– He hecho un entusiasta de él.
– No tuve elección -admitió Harry.
– Él es mis piernas -dijo Alberto-. Una vez estuve confinado en la silla, pensé que mis días de horticultura habían acabado, pero Harry encontró un modo de continuar.
Harry se encogió de hombros.
– No le diré que disfruto de ello. Ha estado deseando que admitiera eso desde siempre, pero tengo que tener algo para sostener sobre él para mis aumentos de sueldo.
Isabeau se rió de su tono seco.
– Bueno, echaré una mirada alrededor y veré lo que usted ha hecho. Apuesto que puedo identificar la mayor parte de las plantas.
– Estaré interesado en discutir sobre plantas medicinales con usted para mi jardín -dijo Alberto-. Pero vaya ahora y hablaremos cuando haya tenido la oportunidad de verlo todo.
Era obvio que estaba orgulloso del jardín y quería compartirlo con alguien que esperaba lo apreciaría. Isabeau se puso en camino, bajando por un sendero muy gastado que la llevó al final del extremo sur del jardín. Era el espacio más abierto y deseaba que Jeremiah se sintiera muy cómodo con ella andando por allí.
Se tomó su tiempo, aceptando la palabra de Alberto. Disfrutó de los sonidos de la noche. Podía oír la música resonando a lo lejos, pero los insectos y el revoloteo de alas eran más prominentes y musicales para ella. Encontró el jardín tranquilizador y cuanto más se alejaba caminando de los otros, más segura se sentía. Su gata se calmó y la piel dejó de picar. Ya no había más olor a intriga y depravación. La tierra recién cavada, el perfume de flores y árboles reemplazó el empalagoso perfume y la intención maliciosa. Quizá Alberto había presentido su necesidad de paz y la había enviado fuera para permitirle espacio. Era un hombre perceptivo a pesar de su edad.
Empezó a nombrar mentalmente las variadas plantas y sus usos. Las flores de la pasionaria escarlata atraían y eran polinizadas por el colibrí ermitaño. El néctar de las bromeliadas alimentaba a una variedad de murciélagos. Un impresionante conjunto de orquídeas crecía desde el suelo por los troncos de los árboles, proporcionando alimento a toda clase de pájaros e insectos, inclusive la abeja de orquídea.
Isabeau se paró para admirar un arándano epifítico, la flor naranja brillante y los bulbos favoritos de los colibríes. Aunque se encontraban normalmente en lo alto del dosel, Alberto los había traído al alcance del suelo, lo que había atraído a varias especies de colibríes para inspeccionar.
Muchas variedades de helechos crecían más alto que ella, formando una hermosa selva de encaje. Toda clase de filodendros en varias sombras de verde, con diferentes tipos de hojas, separadas y abigarradas, dominaban por encima de ella también. El sendero sinuoso la llevó a lo alto de una pequeña cuesta donde la maleza era mucho más espesa. Allí, pequeños animales habían hecho sus casas. Podía oír el susurrar e incluso olerlos en las madrigueras.
El siguiente banco de plantas fue su favorito, todo medicinal. Alberto Cortez tenía incluso una Gurania bignoniaceae , una planta que tenía extensos usos medicinales. Las hojas y las flores podían ser aplastadas y el resultado aplicado a cortes infectados o llagados que se negaban a curar, algo que sucedía a menudo en la humedad de la selva tropical. Las hojas y las raíces podían prepararse como té y tomarse como una poción para expulsar gusanos y parásitos. Las flores podían ser aplastadas y convertidas en una cataplasma para aplicar sobre llagas infectadas. Sabía media docena de usos más de la planta para varias enfermedades, aunque dependiendo de donde creciera, las raíces podían ser tóxicas.
Frunció el entrecejo cuando vio la gran variedad de strycnos, utilizado para hacer el fuerte curare de las cerbatanas. Había cientos de plantas, tóxicas y medicinales, todas mezcladas. Estaba incluso la planta que sabía que la tribu de Adán utilizaba para neutralizar el veneno de rana utilizado en sus dardos cuando accidentalmente les tocaba la piel.
El jardín tenía de todo, desde pequeños arbustos a flores exóticas. Encontró un lecho de margaritas que le gustó. Parecía un poco incongruente al lado del más brillante pájaro del paraíso, pero la belleza sencilla de las margaritas no se malgastó en ella.
Se encontró siguiendo el pequeño lecho de flores comunes. A su alrededor, la maleza crecía espesa con abigarradas hojas y frondas. Algunas las hojas eran tan grandes que cuando llovía, formaban pequeños paraguas y el agua caía en corrientes diminutas sobre los parterres de abajo, erosionando la tierra. Se agachó más cerca para examinar los parterres y ver si las plantas de debajo estaban dañadas. Algunos de los tallos estaban marrones y marchitos como si no consiguieran agua o tuvieran un hongo.
Algo, un animal, había estado hocicando alrededor del cuadro de flores, excavando en busca de raíces. Había evidencia de pájaros también, como si algo los hubiera atraído a esta área. Se arrastró entre las flores agonizantes al centro del parterre y captó un olor a podredumbre. Su gata retrocedió ante el olor. ¿Abono? Nunca había olido nada como esto. Casi olía como la muerte.
El corazón saltó y echó una mirada alrededor para asegurarse de que estaba sola. El hedor era abrumador y podía ver claramente que los animales habían perturbado el área. Se movió más cerca, los ojos examinaban las flores marchitas. Alrededor de ellos, la tierra estaba recién excavada. Algo pequeño, blanco y brillante que asomaba de la tierra captó su atención. Isabeau miró nerviosamente entre los árboles para ver si Harry y Alberto la podían ver, pero el follaje era demasiado espeso.
Se acercó un poco más, se agachó. El olor a podredumbre se volvió más fuerte y su gata se rebeló, instándola a huir. Apartó la tierra alrededor de ese pequeño objeto blanco y casi saltó atrás. Cuando revolvió la tierra, cientos de pequeños insectos se menearon y protestaron. Muy delicadamente, empujó el objeto para revelar más. Estaba mirando un dedo parcialmente podrido. Había un cuerpo humano en el jardín.
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