El corazón de Isabeau comenzó a latir con fuerza y podía saborear el miedo en la boca. Conner se estaba poniendo en una situación comprometida y estos hombres eran asesinos. Hasta sospechaba que la comadreja de Philip, que volvía a comportarse afable y encantadoramente, ordenando a sus criados que ayudaran a Teresa a limpiar, era un asesino. Philip aparentó ignorar a Conner pero ella le vio mirar varias veces hacia la pared en sombras donde, una vez más, Conner había desaparecido.
Si Adán hubiera sabido algo de Sobre, nunca hubiera permitido que ella le convenciera sobre traer a un equipo que volviera a secuestrar a los niños. Entonces ¿cómo había conseguido Conner la información? Porque definitivamente ellos sabían que algo iba mal con el jefe de turismo y habían venido preparados. ¿Qué otras fuentes tenían?
– Isabeau, acompáñame a buscar una camisa limpia -ordenó Elijah. Dirigiendo otra mirada fulminante a Philip, la tomó por el brazo y la llevó en dirección a la entrada-. Te estás mordiendo el labio.
– ¿Sí? -Sentía que podía volver a respirar al estar lejos de la presencia del jefe de turismo y su tendencia a lastimar a los demás.
– Lo haces cuando estas alterada.
– ¿Cómo supiste lo de Sobre? Es un sádico, ¿verdad?
– Es un asesino. Le gusta lastimar a la gente. Se excita haciéndolo. Por lo que sé, le da igual que sean hombres o mujeres y en Imelda tiene a la socia perfecta. Ella comparte su sucio secretito, de hecho, lo alienta. En tanto mate a sus víctimas, ella puede controlarlo.
– Parecen la pareja perfecta.
– Fueron pareja durante un tiempo. Sospecho que Imelda necesita una personalidad dominante y Philip nunca será eso para ella. Le tiene demasiado miedo.
Elijah se apartó para permitir que Rio le abriera la puerta del SUV. Elijah le indicó que entrara al coche.
– Cuando regresemos adentro, quiero que parezca que acabas de recibir un sermón del cabrón de tu primo. Sobre supone que no quiero que te acerques a él… lo cual es cierto. Sé exactamente la forma en que funciona su mente. Piensa que tengo debilidad por mi prima y como él no se detendría ante nada para obtener lo que desea, cree que yo tampoco lo haría.
– Me da asco. Su olor. Sus ojos. La forma en que me mira. Todo en él. En esa bebida había algo.
Elijah asintió.
– Logré olerlo. -Se desabotonó la camisa-. Si la criada no hubiera chocado conmigo, hubiera encontrado la forma de tirarlo. ¿No te parece interesante que no me quiera drogado? Cortez ansía hablar conmigo más de lo que yo esperaba.
– ¿Cómo sabía Rio lo de Sobre?
– Adán le dio a Rio el diario de Marisa como prueba de quién era. Necesitaba demostrar que no deseaba hacernos daño. Ella estaba investigando a Sobre. Ya hacía un tiempo que sospechaba de él. Aparentemente… -sacó una camisa negra de una pequeña maleta, dedicándole una pequeña sonrisa-…siempre hay que estar preparado.
Ella hizo girar la mano un par de veces, trazando un círculo, para indicarle que continuara.
– Aparentemente… ¿qué?
– En los últimos años han desaparecido varias mujeres en el área, las suficientes como para que Marisa comenzara a sospechar. Ella era la «mujer médico» por estos lados y era solicitada por mucha gente, tanto de las tribus como de otras aldeas por eso se enteraba de más cosas que los demás.
– ¿Y ella oyó hablar de Sobre?
Elijah asintió mientras se abotonaba la camisa.
– Ella lo puso en la mira después de que desapareciera una joven inglesa. La mujer había venido con tres amigas a hacer una excursión por la selva tropical. De alguna forma se distanció de las demás y nunca más la encontraron.
– ¿Por qué Sobre?
– Sobre les había indicado un trayecto en particular, uno poco conocido y no les recomendó que llevaran un guía. Al menos eso fue lo que dijeron las otras dos mujeres. Él afirma que mencionó ese trayecto en una conversación que mantuvo con ellas y que hasta les entregó tarjetas con los nombres de algunos guías turísticos.
– ¿Qué más? -Sabía que había más y no sabía si sentirse enojada o sólo asqueada por haber entrado en la guarida de Sobre sin que su equipo le hubiera revelado todo lo que sabía.
– Sobre llegó aquí a los diecisiete años. Ahora tiene cincuenta y uno. Marisa descubrió que hacía treinta y cuatro años que estaban desapareciendo mujeres.
Ella presionó los dedos contra su boca.
– Dios mío, realmente es un asesino en serie.
– Esa fue la conclusión que sacó Marisa.
– ¿Crees que Sobre sabía que estaba tras su pista? ¿Puede haber usado deliberadamente a Suma y la incursión en la aldea teniéndola a ella como objetivo?
– Tal vez, pero posiblemente nunca lo sepamos. Es casi seguro que Imelda Cortez lo sabía y probablemente no solo lo haya alentado, sino que también debe haberle ayudado. Tienen un vínculo, esos dos, que es depravado, corrupto y definitivamente enfermizo.
– Lo sabías al entrar -dijo Isabeau- y no me lo dijiste.
– Imelda Cortez nunca se deja ver a menos que tenga absoluto control sobre la situación, si va a concurrir a esta fiesta en la residencia de Philip Sobre, significa que lo tiene metido en el bolsillo. Después de leer las sospechas de Marisa, no fue difícil saber por dónde comenzar nuestra investigación. No estaba muy alejada del rastro. Cada uno de nuestros leopardos despreciaba instintivamente al hombre -señaló Elijah.
– Y Conner acaba de ponerse en una situación comprometida -dijo Isabeau-. Sobre le desprecia y después de esa humillación pública buscará cualquier excusa para matarlo, e Imelda le deseará porque hizo quedar mal a Sobre. ¿Tengo razón?
Elijah asintió.
– A eso vinimos, necesitamos introducirnos.
– Y Conner quiso apartar la atención de Sobre de mi persona atrayéndola hacia él -adivinó.
– Eso también. Es importante que manipules a Sobre sin que se dé cuenta, Isabeau. Esta es la primera vez que te ves en una situación como ésta y ninguno de nosotros sabía cómo lo harías.
Ella alzó la barbilla.
– ¿Y si me hubiera ido con él?
– Nadie te sacó la vista de encima en ningún momento. Eso no hubiera sido permitido. Soy el gran primo malo y Rio y Felipe son nuestros guardianes personales. Si le ordeno a uno de ellos que acarree tu culo al coche, lo hará sin dudarlo y nadie sospechará nada. -Tenía la mano en la manivela de la puerta, pero no la abría.
– Puedo hacerlo -le aseguró.
– ¿Estás segura? No puede haber errores, Isabeau. Hay demasiadas vidas en juego y no tenemos pruebas de nada. En todo caso, puedes apostar que cualquier representante de la ley de por aquí está con Imelda o le tiene terror. Demonios, a la mayoría de ellos le están pagando dinero extra por custodiar la fiesta de Sobre.
– Dije que podía hacerlo. Conner, está allí fuera, arriesgándose -dijo-. Voy a cubrirle la espalda. Y no creas que no haré cualquier cosa que sea necesaria para asegurarme de que salga vivo de ésta.
Elijah estudió su gesto decidido y luego asintió.
– Buena chica. -Le alborotó el cabello y le frotó el rostro, dejando manchas de color en su piel y haciendo que sus labios parecieran un poco hinchados como si hubiera estado besándola.
– Esperemos que Conner no me arranque el corazón y me lo meta por la garganta.
Ella se obligó a sonreír.
– Me aseguraré de parpadear conteniendo un par de lágrimas, para hacerte parecer realmente malvado.
– El primo cabrón no quiere que su besable prima ande coqueteando con nadie más, has recibido una fuerte reprimenda y luego nos reconciliamos.
– Sobre no se opondrá a ti, no sin el permiso de Imelda -señaló Isabeau.
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