Philip Sobre el jefe de turismo, se apresuró a adelantarse para saludar a Marcos Santos. Obviamente ignoró a Conner y a Felipe. Al ser un invitado importante, Marcos fue acompañado al interior de la casa.
– Conmigo ha venido un amigo personal, Elijah Lospostos. Confío en que mi secretario le haya mandado una nota, ya que yo ya estaba de camino cuando me enteré que él estaba en su país. Vino a visitar a una prima que reside aquí. Ella también está con nosotros… Isabeau Chandler -dijo Marcos-. Si no son bienvenidos, nos podemos reunir en otra ocasión. -Su tono era casual como sólo podía serlo el de un hombre de negocios extremadamente rico que estaba acostumbrado a salirse con la suya-. Elijah trajo su propio servicio de seguridad con él. Uno de sus guardias personales es mi propio sobrino. Elijah es como un hijo para mí, al igual que mi sobrino. -Se dio media vuelta como si fuera a retirarse.
Philip hizo varias reverencias.
– Por supuesto que sus amigos son bienvenidos.
Y tenía órdenes estrictas de asegurarse de que Elijah Lospostos se sintiera muy bienvenido. Le hizo señas al guardia personal de Elijah para que entrara y le lanzó una mirada furiosa al portero cuando el hombre lo detuvo para examinarlo en busca de otras armas aparte de la que llevaba a plena vista.
Elijah apenas si saludó al hombre con la cabeza, dejando asomar brevemente sus dientes blancos en una especie de sonrisa, tenía aspecto de ser más peligroso que los animales salvajes que había en los alrededores de la propiedad. Rodeó a Isabeau con el brazo y la hizo entrar. Isabeau estaba vestida para la ocasión con una falda larga que oscilaba rozando sus tobillos y un top que acentuaba las curvas de su cuerpo. Tenía el esplendor y la seducción de una mujer cercana al Han Vol Dan. Su perfume era femenino y tentador. Era una visión vestida de azul y cuando Philip la vio, dio un traspié. Le tomó la mano, la miró fijamente a los ojos mostrando demasiada codicia y se inclinó sobre su mano como si fuera a besarla.
Mientras ella sonreía gentilmente, Elijah le apartó firmemente la mano antes de que esos labios fríos pudieran tocar su piel.
– Esta es mi prima favorita. -Volvió a dejar asomar sus blancos dientes y esta vez se veían un poco más afilados-. La tengo en gran estima. -Era una clara advertencia y todo hombre que estuviera lo suficientemente cerca como para oírlo reconoció la amenaza implícita.
– Isabeau -murmuró Philip. Pareciendo incapaz de quitarle los ojos de encima.
Elijah estudió a su anfitrión de cerca, inhalando su aroma. Habían investigado al hombre. Se mostraba ávido y dado a los excesos en el decadente estilo de vida que llevaba. Tenían informes de mujeres que habían sido retiradas de su casa mientras él observaba, con una leve sonrisa en los labios envuelto en una bata de seda y tomando un whisky. Dondequiera que se mirara se podían apreciar los signos de su opulento estilo de vida.
Marcos tomó una copa de una bandeja, y sus ojos pálidos y brillantes examinaron a la criada. Desvío la mirada hacia Conner, que le hizo un leve gesto afirmativo con la cabeza. La mujer estaba vestida con pantalones oscuros y una blusa blanca. En un lado de su rostro tenía un tenue moretón cubierto por una gruesa capa de maquillaje. Al ofrecer la bandeja de plata le temblaba levemente la mano.
Rio les indicó que se adentraran más en la casa, hacia una de las habitaciones que Conner había señalado como la más segura. Tenía varias salidas y una disposición más expuesta. Philip los siguió, charlando acerca del nuevo hotel que se estaba construyendo y de lo necesario que era. De los trabajos, las ganancias y la cantidad de nuevas oportunidades turísticas que ofrecía. Marcos le escuchaba atentamente y murmuraba educadamente, mientras Conner se retiraba hacia las sombras, sabiendo que eso le haría aparecer más misterioso y más peligroso a los ojos de la gente de seguridad de Imelda Cortez cuando examinaran las grabaciones antes de permitirle entrar.
Había estudiado cuidadosamente el perfil de Imelda. Deseaba un hombre dominante, uno que fuera muy peligroso, que la hiciera temblar, que le inspirara un poco de temor, pero uno del que pudiera deshacerse cuando se cansara de él. No, Elijah tenía el carisma y representaba el peligro que ella buscaba, pero era demasiado poderoso y nunca sucumbiría a la tentación, Conner estaba seguro de tener razón acerca de ella.
Isabeau se paseó por la habitación y se detuvo frente a un mostrador. Látigos, azotes, bastones y varios otros instrumentos de tortura estaban desplegados en una gran caja de cristal. Philip se puso a sus espaldas. Cerca. Demasiado cerca.
– ¿Te interesan estos instrumentos?
Isabeau giró la cabeza para mirarlo por encima del hombro, con expresión desdeñosa.
– Difícilmente. Prefiero otras formas más placenteras de entretenimiento.
– Tal vez pueda hacerte cambiar de opinión. El placer y el dolor a menudo se mezclan con resultados sorprendentes.
Isabeau enarcó una ceja. Apenas había tenido unos minutos para formarse una opinión de Philip Sobre, pero dudaba que se necesitara mucho más que eso. El trabajo de Elijah era actuar como un primo sobreprotector mientras que ella debía mostrarse fastidiosa, entretenida y lo más seductora posible. Se especulaba que Sobre había estado visitando asiduamente a Imelda Cortez en su propiedad durante varios meses. Las visitas continuaban, pero ahora eran mucho menos frecuentes. Tenía la impresión de que Philip e Imelda compartían un fetiche similar acerca de usar los látigos sobre otras personas, pero no entre ellos.
– ¿El dar o el recibir? -preguntó ella con una pequeña sonrisa que esperaba fuera misteriosa y moderadamente interesada-. Creo que yo preferiría ser la dadora. -Su felina se agitó, rebelándose ante la cercanía del hombre, que exhalaba su aliento a menta sobre ella y la miraba con ojos ardientes. Le picaba la piel y sentía movimiento en su interior, como de garras desplegándose lentamente.
– En eso estoy de acuerdo contigo. Es exquisito observar el látigo cortando la piel. -Él inspiró y el aroma almizcleño de la excitación alcanzó la nariz de ella-. Empuñar el látigo, obtener el control y adquirir ese toque perfecto es una forma de arte.
– ¿Una que has estudiado? -Isabeau se giró para enfrentarlo, recostando una cadera contra la pared y mirándolo por encima de la copa de vino que estaba fingiendo tomar. Philip Sobre era un sádico. Se había excitado sexualmente ante la idea de rasgarle la piel con el látigo a una persona indefensa. Los rumores acerca de Imelda Cortez proliferaban. Su crueldad era legendaria, como antes había sido la de su padre. Era natural que gravitaran uno hacia el otro. Y Philip estaba en posición de conseguir un interminable suministro de victimas para compartir con Imelda.
– Por supuesto -dijo Philip-. Extensamente. -Sus ojos tenían una expresión ardiente y especulativa que hizo que a Isabeau se le revolviera el estómago a modo de protesta.
Había vivido gran parte de su vida en la selva tropical. La disparidad económica entre ricos y pobres era enorme. El ardiente calor de la jungla a menudo hacía aflorar lo peor de la gente y la lejanía de la civilización a veces atraía a los más depravados, a los que pensaban que estaban por encima de la ley y que les estaba permitido hacer lo que quisieran. Creían que los nativos eran inferiores a ellos y que si desaparecían unos cuantos nadie los extrañaría. Había visto esa actitud muchas veces en su vida, pero Philip era descarado al respecto.
Ella mantuvo su sonrisa y se sintió agradecida cuando Elijah cruzó la habitación, se puso a su lado y la tomó por el codo. Ella sabía que Philip percibía a Elijah como a un tiburón, que era la misma opinión que tenía de sí mismo. Elijah se inclinó para susurrarle al oído, sin quitarle los ojos de encima a Philip.
Читать дальше