– Ha pasado tanto jodido tiempo -susurró y hundió la cabeza.
Isabeau aspiró el aliento, cerró las manos en puños en la estera para aguantar cuando la áspera mandíbula le rozó los muslos y mil llamas la atravesaron. Todo su cuerpo tembló. Los pechos subieron y bajaron y no pudo detener el impotente tirón de las caderas. Las manos de Conner apretaron, como sabía que harían. Él le dirigió una mirada brillante que quería decir quédate quieta y ella intento obedecer, trató de atraer aire a los pulmones.
La necesidad era una cosa viva que respiraba, la agarraba en su fiero embrujo. Él le sujetó los muslos y le abrió más las piernas hasta que ella estuvo respirando entrecortadamente. Se oyó a si misma gritar cuando Conner bajó la boca y la lamió, la lamió como un gran gato lamía un tazón de crema caliente. Fuegos artificiales estallaron en su cabeza cuando la lengua apuñaló profundamente, hundiéndose en ella una y otra vez hasta que pensó que se rompería en un millón de pedazos. Él se tomó su tiempo, saboreando cada gota, utilizando los dientes y la lengua para extraer más quejidos y suaves sollozos de súplica, rogando la liberación.
Entonces se levantó sobre ella, le agarró de los tobillos y colocándose las piernas sobre los hombros, la mantuvo abierta para él. Parecía violento, su erección gruesa, dura y larga, apretaba, quemaba, exigía entrada. Ella le sintió allí y contuvo la respiración. Él se hundió profundamente, conduciéndose entre los apretados pliegues calientes y ella chilló otra vez, la fricción envió lenguas de fuego por todo su cuerpo. Sintió sus músculos agarrarle como un torno, estirándose ante su invasión. Su cuerpo se estremeció con placer cuando Conner se enterró completamente y luego se retiró para hundirse otra vez. El ritmo era rápido y duro, casi brutal, elevándola rápidamente para que el aliento entrara en jadeos desiguales y su cuerpo se alzara impotentemente para encontrarse con las necesidades que guiaban a Conner. Él se arqueó sobre ella, apoyándose en los brazos, forzando las piernas atrás, dándole así la posibilidad de ir más profundo.
La sujetó debajo de él, el cuerpo de Isabeau estallaba en llamas, él mantuvo el ritmo de golpes poderosos, martilleando una y otra vez, llevándola más y más profundamente a un vórtice de fuego. Conner sentía el cuerpo de Isabeau como si se fundiera en torno al de él, abrasándole, el orgasmo de ella justo fuera de alcance, pero creciendo, siempre creciendo. Isabeau se retorció bajo él, desesperada por la liberación.
La retuvo con su fuerza, su ritmo firme, rápido y duro, entrando tan hondo que tuvo miedo de perforarle la cerviz con cada golpe. Cada terminación nerviosa en llamas, ella sintió como sus músculos le sujetaban con fuerza. Se tensó, pero él la agarró con más fuerza y se hundió otra vez, haciendo que su cuerpo volara en un millón de fragmentos. Una neblina le cubrió los ojos y sintió como las llamas pasaban como rayos por las venas cuando una explosión le desgarró el cuerpo, le atravesó el estómago, los senos y bajó por los muslos, asentándose en su centro más profundo mientras sentía que los músculos agarraban a Conner. Sintió la liberación caliente de él derramándose dentro de ella, provocando otro incendio descontrolado que se precipitó sobre ella y la atravesó.
La respiración de Conner era entrecortada cuando se desplomó sobre ella, sosteniéndola cerca. Ella podía sentir la pesada erección, tan desesperada, casi brutal, calmarse lentamente mientras su cuerpo bañaba el de él en un calor líquido combinado. Las manos de Conner le enmarcaron la cara y la lengua se abrió paso en lo profundo de su boca.
– Te amo, Isabeau -susurró, mirándola a los ojos-. Cuando esto acabe, cásate conmigo y ten a mis niños.
El corazón de ella tartamudeó por un momento. Estaba en una situación delicada con las piernas arriba alrededor de las orejas y el cuerpo de él enterrado profundamente en el de ella, pero sus ojos no le dieron opción. Ella no tenía donde esconderse. Él quería la verdad. Ella no pudo encontrar el aliento para hablar así que asintió. Sintió que la tensión le abandonaba y rodó fuera de ella.
– Seré realmente agradable, cariño. Voy a dejarte dormir una media hora y luego vas a pedir clemencia. -Se arrastró a su lado y se desplomó otra vez, lanzando un brazo de manera posesiva en torno a su cintura y cerró los ojos.
Y él no estaba mintiendo.
* * *
Isabeau pasó los siguientes cuatro días con Conner como su amo despiadado, un comandante brutal que demandó perfección de ambos, de Jeremiah y de ella. Tuvo que disparar armas durante horas, desarmarlas y volver a armarlas así como seguir trabajando en técnicas de combate. Jeremiah lo tuvo peor. Tuvo que cambiar a la carrera y el equipo entero fue despiadado con él. Afortunadamente, era muy capaz con un rifle, que ella podía decir que todos estaban impresionados con él.
Las siguientes cuatro noches las pasaron detrás de la cascada, con Conner como su amante exigente, un hombre que nunca se saciaba lo suficiente y que siempre empujaba por más. Había veces en que ella no estaba segura de si sobreviviría a la intensidad de su forma de hacer el amor, pero realmente no le importaba. Todo lo que importaba era la sensación de su cuerpo dentro del suyo y el amor en sus ojos cuando la reclamaba.
– Recuerda permanecer cerca de Elijah sin importar lo que ocurra. -Conner mantenía la mano sobre la puerta del coche, rehusándose a abrirla, aunque todo el mundo estaba esperando-. Una vez que entremos, no me mires. Cualquier persona de allí dentro puede estar trabajando para ella. Debes representar la mejor actuación de tu vida. E Isabeau… -le agarró la barbilla, mirándola directamente a los ojos con los suyos brillantes-. Yo también… yo también estaré actuando.
Isabeau tragó con fuerza y asintió.
– Lo sé, Conner. Puedo hacerlo.
– Si te metes en problemas, hazle una seña a Rio o a Elijah. Te sacarán de allí.
– Hemos repasado esto cien veces. -Tenía la boca seca y a pesar de todas sus buenas intenciones el miedo se había apoderado de ella. Deseaba aferrarse a Conner, pero en vez de ello, forzó una pequeña sonrisa-. Estoy lista.
– Vamos a repasarlo una vez más, solo para asegurarnos. Jeremiah estará afuera con un rifle, en un sitio elevado, entre los árboles. Puede dispararle a las alas de una mariposa; te protegerá cuando estés afuera. Si hay un problema…
– Me saco el broche del cabello.
– Esa es la señal para disparar. Si estás en problemas, úsala.
– Conner, estaré bien.
– Ella llegará tarde. No te pongas ansiosa ni te alarmes. Su destacamento de seguridad entrará primero y hará un barrido de la habitación buscando gente como nosotros. Tú destacarás, cariño. Eres una mujer leopardo y los dos renegados van a percibir que estás cerca del Han Vol Dan. Eso los sacudirá, los pondrá más agresivos. No puedes quedarte a solas con ninguno de ellos. ¿Entiendes?
– No estás hablando en otro idioma -siseó. La estaba poniendo más nerviosa. Todos y cada uno de los hombres del equipo ya le habían señalado lo mismo. Hasta Jeremiah.
Él entrecerró los ojos. Le quemaron.
– ¿Cómo? Si no vas a tomar esta amenaza seriamente, Isabeau, bien puedes quedarte aquí. En el coche.
Ella alzó las manos en el aire.
– Conner, me estás volviendo loca. Ya estoy lo suficientemente asustada. No tienes que seguir hablándome de esto. Sé lo que estamos haciendo. Sé lo que tienes que hacer y no tengo problemas con ello. Me quedaré muy cerca de Elijah, a menos que lo hayas amedrentado haciéndolo pensar que vas a matarlo si me mira de mal modo.
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