Un guardia, alertado por las sombras, se precipitó a la entrada de la tienda de campaña, con el rifle en su hombro. Un segundo leopardo le cayó encima desde un árbol, llevándolo a la tierra con una llave al cuello. Todo se hizo un silencio absoluto. Rio sacudió al hombre una vez mas para asegurarse que no podría levantarse para dar la voz de alarma. Arrastró el cadáver dentro de la tienda de campaña y apago la lámpara, sumergiendo la tienda en la oscuridad evitando así que no hubiera ninguna otra sombra que mostrara la lucha de vida o muerte entre los dos combatientes.
Rio cambió parcialmente, agarrando la muñeca de Armando y retorciéndosela para que soltara el cuchillo. Ya moría, un odio venenoso se apreciaba en sus ojos cuando contempló la cara de su sobrino, en los ojos del leopardo que impedía el paso del aire y cortaban el ingreso del precioso oxígeno.
Elijah soltó el agarre de su garganta, levantándose cubierto de sangre. Rio lo olfateo, empujándolo en un esfuerzo para separarlo y poder así moverse antes de que fueran descubiertos. Rio cambió a su forma humana.
– Se ha ido, Elijah. Está muerto -Sólo para estar seguro Rio comprobó el pulso del hombre- Estas perdiendo demasiada sangre, venga, vamos a salir de aquí. Ve hacia las ramas lejos de la tienda.
Elijah no podía creer que el monstruo estuviera muerto. Miró fijamente a Armando, con los ojos abiertos, vítreos, era la cara del mal. Había dolor, pero era distante y lejano. Se tomó su tiempo para rasgar el material de la camisa, y exponer la placa de acero que había debajo.
– Elijah, no tenemos mucho tiempo -Rio cogió al gran macho por el cuello e intentó tirar de él, alejarlo del monstruo que yacía aplastado y golpeado- pierdes demasiada sangre. No vas a sobrevivir si no salimos de aquí ahora -Cuando el leopardo permaneció de pie sobre el cuerpo de Armando, Rio cambió de táctica- Rachael nos espera, Elijah. Tiene miedo por nosotros. Voy a llevarte a casa.
El leopardo levantó su hocico y miró a Rio con ojos tristes. La desesperación estaba allí. Confusión. Profundamente afligido. Rio tomó su cabeza otra vez.
– Eres libre. Son libres. Su vida les pertenece -Rio cambió de forma, tomando su forma animal, mostrando el camino a través de las tiendas de campaña. Mostrándole el camino hacia Rachael. De regreso a la vida.
La música estaba sonando. Rio no había oído música tribal desde hacía tanto que había olvidado lo hermosa que podría ser. Había un olor poderoso de flores, orquídeas que estallan por todas partes. Alrededor de los árboles, en el pelo de las mujeres. Y había gente. Parecía que había por todos los lugares donde mirase. Él nunca había estado alrededor de tanta gente, no durante años.
– Estás un poco pálido, hermano -Elijah se deslizó por detrás de él en su silencioso estilo, no obstante apoyándose por el lado derecho. Les había costado a Tama y al padre de Kim salvar su vida. Él todavía se reponía de las severas heridas infligidas por Armando- No vas a desmayarte o algo así, ¿verdad?
Rio le fulminó con la mirada.
– Demonios ¿Quiénes son todas estas personas? ¿De donde han venido? ¿Es que no tienen casas o algo?
– Rachael dijo que ibas a ser como un bebé grande sobre esto -dijo Elijah. Arrancó una ramita de un árbol y se la puso en la comisura de la boca, sus fuertes dientes masticando el tallo verde.
– Tus siete heridas de puñalada no van a impedirme golpearte.
– Doce -Corrigió Elijah- Es verdad que cinco no eran profundas, pero aún así…
Rio le frunció ceño.
– ¿Un poquito exagerado, no crees? ¿Dejarle a aquel hijo de puta apuñalarte doce veces? Podrías haber conseguido la misma cantidad de compasión con sólo tres o cuatro.
Elijah asintió con la cabeza, con expresión seria.
– Muy cierto. Pero la historia no es tan buena para volver a contarla.
– Bien, el número probablemente irá creciendo al volver a contarla de todos modos, así que podrías ahorrarte unos cuantos problemas y un infierno de puntadas -Le indicó Rio.
– No pensé en eso.
– ¿Cómo están tus dientes?
– Todavía en mi cabeza, pero me duelen como el infierno. No hables de mis dientes -Gimió Elijah- creo que todavía están sueltos.
– No serías un muchacho tan guapo sin todos esos dientes -Observó Rio- No podría existir tal pérdida -Palmeó su palma contra la pierna- ¿Dónde demonios está? Debería haber puesto a Conner o a Joshua montando guardia e impedirle escaparse. ¿Estás seguro de que está aquí? -Su pecho estaba oprimido y sus pulmones gritaban por aire. Recorrió con un dedo el cuello de la camisa para aflojarlo.
– Está aquí. Se ve hermosa.
El calor de sus pulmones disminuyó, y Rio pudo respirar otra vez.
– No me mires así. Quiero hacer esto, es sólo que toda esta gente está demasiado cerca.
Elijah le sonrió ampliamente.
– Lamento admitirlo, pero me siento de igual manera y siempre estoy rodeado por gente, por mi equipo -Agitó su mano hacia los árboles circundantes, estremeciéndose cuando su cuerpo protestó- Es diferente aquí. Me siento diferente aquí.
– Este bosque tiene un modo de hacer esto, Elijah, aunque tal vez con Armando finalmente muerto, comiences a sentir alivio.
– Eso no ha empezado a sucedeer aún. En este punto me digo a mi mismo cada pocos minutos que no tengo que mirar sobre mi hombro todo el tiempo. No parece real. No sé si alguna vez se irá. He cuidado cada palabra que he dicho y me he asegurado de que estaba completamente solo así él no podría hacer a nadie más lo que le hizo a Rachael. Francamente, no sé como actuar.
Rio tocó el hombro del hombre brevemente. Elijah no era un hombre al que animar con contacto físico o simpatía o compasión.
– Llegará con el tiempo.
– Estoy seguro de que tienes razón.
Rio de repente se puso rígido, mirando por detrás de Elijah. El hermano de Rachael se dio la vuelta para ver a un anciano y un muchacho joven de aproximadamente doce años caminar hacia ellos. Reconoció al hombre más viejo.
– ¿Qué ocurre, Rio? -Elijah se movió ligeramente para poner su cuerpo entre Rio y los recién llegados.
– No tienes que hacer esto, Elijah -Rio se situó delante de él- Aprecio que tu protección se extienda a mí, pero soy absolutamente capaz de defenderme yo mismo. Relájate, estás en una boda. Todo lo que tienes que hacer es entregarme a la novia.
El encogimiento de Elijah era casual, pero no había nada de casual en sus ojos. Alertas. Suspicaces. Una mezcla de hielo helado y fuego ardiente. Tenía el aspecto igual de rudo y despiadado que su reputación. Hubo un silencio repentino en los árboles donde los monos habían estado charlando los unos con los otros. Varias aves se dieron a la fuga.
Rio le dio un codazo.
– Danos un respiro, Elijah, vas a asustar a los invitados.
– Creía que querías el menor número de gente alrededor -murmuró Elijah, pero asintió cuando el anciano y el muchacho joven los alcanzaron.
– Anciano Delgrotto, esto es una sorpresa -Saludó Rio- Ya conoce a Elijah.
– No formalmente -Peter Delgrotto se inclinó ligeramente- Este es mi nieto, Paul -El hombre más viejo dejó caer su mano en la cabeza del muchacho- Está mucho mejor gracias a ti, Rio. He venido para realizar la ceremonia, por supuesto. Hablé con el Chamán y le expliqué que sería mejor si uno del alto consejo realizara la boda como es costumbre en nuestra manada.
Rio sólo permaneció de pie allí, mirando fijamente sin expresión.
– Pensé que habías dimitido, Anciano.
– Parece que mi dimisión no fue aceptada.
– ¿Y el consejo sabe que te has ofrecido a casarnos? ¿Realizar la ceremonia fuera del círculo de la manada? -Rio estaba sorprendido y lo demostró.
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