Rachael saltó de rama en rama, totalmente consciente de que Rio la perseguía. Si un leopardo pudiera haberse reído en voz alta, sería ella. No podía creer el giro que había tomado su vida. Había cometido un pequeño error, pensando que su casa era una vieja choza, y este había sido el mejor error que había cometido alguna vez.
Sintió un estallido de felicidad, brillante y perfecto, saltó al suelo del bosque, saltando sobre los troncos de los árboles caídos y arbustos más grandes. Sus garras se clavaban en la vegetación. Rio venía tras ella, un enorme macho con intención de dirigirla.
Rachael comenzó a evadirlo, serpenteando por los árboles, quedándose en el curso que obviamente quería que tomara. Cuando se dirigió en la dirección incorrecta, surgió delante de ella, demasiado grande para evadirlo y demasiado grande para encararlo. No se preocupó, la libertad del juego era maravillosa. El bosque era hermoso, cada detalle vivo y brillante. Jugo con un sapo que no pareció apreciar la compañía y luego corrió hacia adelante cuando Rio olfateo a la pequeña criatura.
Vio el terraplén demasiado tarde, tratando de parar cayó en el foso de agua azul. Era una pequeña caída natural, una palangana formada en la sólida roca. La cascada era suave, la espuma blanca caía en el agua clara. Los helechos brotaban por todas partes, largos y altos como arbustos. Cambiando empezó a reír con tanta fuerza que rodó dos veces más.
Rio la tomo por la cintura, levantándola cerca del borde.
– Eres imprudente, mujer loca. Casi me da un ataque cardíaco -Su voz sonó como un ronroneo en lugar de una reprimenda, una caricia aterciopelada sobre su piel
Rio tocó suavemente su cara, las yemas de sus dedos acariciaban la línea de su mejilla, su mandíbula, su toque era suave como las alas de mariposas que se posaban en los árboles. El impacto era una ráfaga que pasaba como un rayo por su cuerpo. Sus manos se colocaron a ambos los lados de su cara, enmarcándola con ternura mientras lo miraba fijamente a los ojos.
Había tan intenso de amor ahí, en las profundidades de su verde mirada. El deseo y el hambre se quemaban en la profundidad, pero el amor brillaba con una luz intensa que la consumía. Bajó su cabeza despacio hacia la suya. Aquel movimiento sensual hizo que su corazón reaccionara, sintió un estremecimiento exquisito en cada músculo, el calor se extendió. Su cuerpo se inclinó contra el suyo, aunque su piel no la tocó completamente, un soplo de aire había entre ellos, una brisa que abanicaba el calor de su piel. El agua acariciaba sus cuerpos, dejando la espuma que caía como millones de gotitas alrededor de ellos, como dedos en la piel, acariciándolos, un río de sensaciones sobre ellos.
Sus labios rozaron los suyos. Suavemente. Tiernamente. Un pequeño toque, llamas que parpadeaban como si bailaran. La necesidad se precipitó y extendió en cada vena, en cada célula. Rachael se inclino más cerca, levantando su boca a la suya. Las puntas de sus pechos tocaron su pecho, mandando llamas a toda su piel. Rachael suspiró contra su boca, cuando la abrió él la tomo. Calor, fuego y seda. Algo se movió dentro de ella, una conexión.
Rio profundizó el beso, ahuecando su cara con sus manos, deslizando sus dedos para acunar la parte posterior de su cabeza besándola, su otro yo se elevó hasta fusionarse con ella. La sensación aumento con cada toque. La brisa de la cascada en sus pieles se sentía como el toque de una lengua que los lamía a lo largo de sus cuerpos
Ráchale jadeo cuando el placer sensual la inundo, privándola de aliento, de pensamiento. Se inclino contra él, frotando piel contra piel, necesitando su contacto. Cuando él levanto su cabeza para respirar, ella bebió las gotas de su pecho, su lengua seguía las diminutas gotas que bajaban por su vientre. Sus manos se movieron sobre ella, encontrando cada punto que la harían gritar de pasión, que la excitarían aun más.
Ráchale se derritió, piel con piel, rozando, acariciando, necesitando tocar cada centímetro cuadrado de él. No bastaban los besos, el sabor, no había tiempo suficiente para explorarlo como ella deseaba antes de que su cuerpo se rindiera a sus demandas.
– Ronroneas -murmuró suavemente- Amo el modo en que ronroneas.
Beso su garganta, el hueco invitador de su garganta y mas abajo para probar las gotitas de agua, acaricio su cadera tomándola de las nalgas para levantarla.
Rachael enredó sus piernas alrededor de él.
– ¿Ronroneo? No lo sabía. No -Sus dientes mordisquearon sobre su hombro, su cuello, el punto de su barbilla. Su aliento era caliente y atractivo como el satén suave de su piel- me harías ronronear, Rio. ¿Sientes al leopardo en mí combinándose con tu leopardo? ¿Cómo puede pasar? ¿Cómo podemos experimentar lo qué ellos sienten cuando somos realmente uno con él?
– Tú me dejas entrar a tu mente. En tu corazón y cuerpo. Esto incluye a tu leopardo y mi leopardo está impaciente. Somos un par apareándose, Rachael. No todos nosotros tenemos esto en la vida. Sospecho que nos hemos apareado en más de una vida. Te sientes tan familiar -puso su cuerpo sobre el suyo cerrando los ojos cuando sintió el increíble placer sensual.
Su sangre corrió caliente por su cuerpo, ardiendo sus venas como fuego sin control, llegando a su cabeza para explotar en acometidas de calor y llamas. Ella estaba apretada y caliente, una vaina aterciopelada que agarraba su cuerpo, rodeándolo de tanto placer al borde del dolor. Sintió todo inmediatamente, lujuria salvaje, una necesidad codiciosa, el amor abrumador y la ternura. Quiso tomarse su tiempo, meciéndola mientras el agua bañaba sus cuerpos, pero el placer era demasiado intenso, hasta con su empuje lento. Estaban demasiado calientes, el calor formaba un arco entre ellos y se eleva rápido no importaba cuanto tratara de detenerlo, trató de ir más lento. Sus uñas se clavaron en su piel. Su cabeza se arqueo hacia atrás, exponiendo la línea de su garganta.
Profundamente, se movieron juntos, mezclándose y combinándose, haciéndose uno en una piel. El grito suave de Rachael tomó lo último de su control. Su cuerpo apretado alrededor suyo, amarrándole y haciéndole demandas.
Levantó su cara al cielo, elevándose, tomándola mientras que el agua salpicada alrededor de sus cuerpos.
– Estabas jurando -susurró Rachael. Había risa en su voz. Besó su hombro, movió sus caderas al mismo ritmo, permitiendo a las pequeñas réplicas remontar sobre ambos.
– Tu me haces esto, Rachael. Pienso que va a darme un ataque cardíaco. Yo podría hacerte el amor cien veces por día -La bajó suavemente hasta que sumergió la cintura en el agua- Pierdo mi poder, ¿lo has notado?
La suave risa recorrió cada célula de su cuerpo, lavándolo como la lluvia limpia.
– Pensé que era yo.
Un ruido en los arbustos cerca del terraplén los alertó ya no estaban solos. Rio giro para afrontar el peligro, poniendo su cuerpo entre Rachael y los arbustos. Dos pequeños gatos cayeron en el claro, Fritz se deslizo por el fango hasta caer al agua. La mano de Rachael, en el trasero de Rio sentía su tensión.
Fritz aulló cuando salio del agua, escupiendo y silbando a Franz. El otro gato macho se rió, espero bajo los helechos a que Fritz se quitara el agua. Franz salto una segunda vez, sobre su hermano haciéndolo rodar y volviéndolo a empujar sobre el terraplén. Cayeron en un frenesí salvaje de piel y garras, haciendo más ruido del que Rachael alguna vez había oído que hacia un gato.
Se echó a reír y abrazó a Río por la cintura.
– Parecen un par de niños.
Él paso la mano por el sedoso pelo negro.
– Si -pareció totalmente exasperado- No puedo hacer nada con ellos.
Esto la hizo reír más.
– No tienes ni idea de lo increíblemente atractivo que te encuentro -besó su barbilla- Voy a nadar mientras todavía tengo la posibilidad. Empezara a llover en cualquier minuto.
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