– Podrías venir aquí, Elijah -ofreció Rachael. Su voz quedaba amortiguada por el pecho de Rio, y no podía verle la cara-. Los ancianos te aceptarían, ya oíste a Delgrotto. Aquí nadie te conoce, podrías tener un nuevo principio.
– No lo sé, Rachael -Elijah miró a su hermana entre sus largas pestañas con ojos fríos- Si no puedo hablar con mi propia hermana ¿Cómo crees que voy a aprender a vivir alguna vez con otras personas de nuevo? Gracias por la oferta, pero si logramos librarnos de la amenaza de Armando, lo último que deseo hacer es fastidiarte la vida.
Rachael se movió como si fuera a protestar, pero Rio apretó el brazo a modo de advertencia.
– Solucionemos cada cosa en su momento. Lo primero es Armando. Encuentra a su topo y sácale lo que sepa.
– Sabrá que estoy aquí.
– Perfecto. Querrá matar a Rachael delante de tus propias narices. Para entonces tu ya habrás preparado algo para esconderla y que parezca que la estás buscando. Pero buscarás en otra zona y él se convencerá de que estás peinando la región por Rachael.
– Pero entonces, cuando trate de atacar a Rachael, estaré a millas de distancia. No pienso hacerlo. Si ese hombre pone un pie en este país, no voy a apartarme del lado de Rachael.
Rachael suspiró con cansanció.
– ¿Te das cuenta de donde saco palabras como “imbécil” e “idiota”? Elijah, por esta sola vez, por favor, escucha lo que Rio tiene que decir.
– ¿Qué sabes de este hombre, Rachael? Estás arriesgando la vida por él.
– Lo sé. Y si insistes en quedarte, tal vez deberías escucharle, porque eso podría salvarnos la vida a los dos, y eso debería ser suficiente para ti. Me fui de casa para no ponerte en situación de tener… -se tranquilizó. Sólo Rio supo que se había metido el puño en la boca para detener lo que iba a decir.
Elijah se sentó recto.
– Nunca quise que murieras, Rachael. Jamás. Siempre fuimos los dos. ¿Para que iba a luchar si no fuera por ti? ¿Por qué iba a molestarme? Podría haber desaparecido en la selva y nunca me hubiera encontrado. Pero no creí que tu pudieras hacerlo.
– ¿Por qué no cambiaba? -giró la cabeza para mirar a su hermano-. Ni siquiera sabía que era capaz de hacerlo. ¿Cómo lo supieste tú?
– Sucedió sin más. Cuando todavía era un niño. Mamá me dijo que no dijera nada. Siempre hablábamos de eso en susurros.
Río acarició la nuca de Rachael con un lento masaje.
– Claro, todavía estaba intentando ocultarselo a su marido. Él no lo supo hasta más tarde. Y luego, los ancianos del refugio de vuestra madre averiguaron que había un extraño. Tuvo que ser así como sucedió.
– Algo salió mal. Papá y mamá estuvieron muy nerviosos hasta que llegamos a Florida. Siguieron estándolo durante un par de años. Mamá no me permitía transformarme y me dijo que no debía contárselo a nadie -Elijah suspiró-. Intentaban protegernos de los de nuestra propia especie. Debían de estar pensando en Armando.
– Pero él lo sabía -dijo Rio-. Solia llevarte a sitios y te dejaba correr.
– Si se lo hubiera dicho a mamá… pero no lo hice. Si lo hubiera contado aunque solo hubiera sido una vez, todavía podrían estar vivos -Elijah se calló, escuchando el relajante sonido de la lluvia-. Luego, cuando lo dije, debería haber mantenido la boca cerrada. Armando ya había hecho sus planes y les mató.
– Sus muertes no tuvieron nada que ver con lo que hiciste o les dijiste a nuestro padres, Elijah -negó Rachael-. No puedes creerte culpable. Hiciste todo lo que pudiste para mantenernos con vida.
– No maté a Armando, Rachael.
– Matarle puede que les hubiera proporcionado libertad, Elijah -dijo Rio-, pero no te hubiera devuelto a nadie y no te hubiera hecho sentirte mejor.
– Me conformaré con asegurarme de que Rachael esté a salvo. Aunque pudiéramos encontrar la manera de meterle entre rejas, mandará a alguien tras ella y no descansará hasta que haya muerto. No importa si va en contra de nuestras leyes o de nuestras convicciones, encontrará el modo de matarla. Lo conozco. Armando es vengativo y me odia. Según su forma de pensar, le traicioné. Se ofreció a convertirme en su hijo. Yo era el heredero de su Imperio y le acompañé durante años. Tuve que hacerlo.
Elijah miró a Rio a los ojos, con la mirada característica de los de su clase.
– Es imposible que entiendas ese tipo retrocido de odio, pero lo que desea por encima de todo es matar a Rachael. La elegí a ella en vez de a él. Así es como lo ve. Ella tiene una especie de poder sobre mí, o de otro modo, me habría convertido en su hijo.
– Pero te moviste demasiado rápido y no lo logró. ¿Por qué? -Rio volvió a mirarle fijamente, despiadado y sin parpadear.
– Se acercó a mí una noche y me dijo que ya era hora de hacer una limpieza en la casa. Quería que Rachael muriera. Dijo que sabía que yo no iba a poder hacerlo, de modo que no me lo iba a pedir, no necesitaba que le demostrara mi lealtad. Me dijo que se encargaría él mismo de hacerlo, que no quería arriesgarse a que cualquiera de sus hombres la violara primero -Elijah tamborileó con los dedos en el brazo del sillón-. Eso fue exactamente lo que me dijo. Hablaba despreocupadamente de asesinar a mi hermana, pero yo no debía preocuparme, no iba a permitir que ninguno de los hombres la violara antes.
– De modo que tuviste que hacer algo.
– Mis hombres estaban en sus puestos. Tenía unos seguidores leales. Conseguí poner a Rachael a salvo en una casa y actué. Por desgracia, él era todavía demasiado fuerte. Sabía que la manera de vencerme era ir por ella. Ella es lo único que me importa. Lo sabes ¿verdad Rachael? Juro que no sé lo que dije cuando te saqué de ese coche, pero Tony había hablado con Armando y te hubieran enviado conmigo hecha pedazos.
– Está bien -dijo ella suavemente-. Elijah, siento haber dudado de ti. Fuera lo que fuera que dijiste, ya lo he olvidado. Por favor, perdóname por las terribles cosas que pensé de ti.
– ¿Y quien puede culparte, Rachael? Hemos vivido demasiado tiempo rodeados de traición y se ha convertido en un modo de vida para ambos -Elijah se removió en su asiento-. De modo que dime lo que quieres que haga, Rio. A ver si podemos trazar un plan para eliminar la amenaza que pesa sobre Rachael.
Rio meció Rachael con cuidado, un gesto calmante y consolador del que apenas fue consciente. Su cuerpo se estremecia entre sus brazos. Estaba abrumada por todo, pero se aferraba a su aparencia de calma porque se trataba de Rachael y es era su manera de ser. Tenía un gran efecto sobre él, volviéndolo todo al revés aun las cosas más simples. Percibió la mezcla de amor y miedo que sentía por su hermano.
– Llévate a Tama río abajo, aléjense tantas millas como les sea posible. Haremos correr el rumor de que encontramos un zapato de Rachael. Luego busca a un soplón que se encargue de decirle a algún funcionario del gobierno, con el topo de Armando presente, que Rachael vive en el bosque. Cuando el topo le de la información a tu tío, enviará al leopardo primero para que lo confirme.
– O a matarla.
– O a matarla -estuvo de acuerdo Rio-. Ese será el momento más crítico. Tendrás que confiar en mi y mantenerte muy alejado. Intentaré mantenerte informado, pero no dará resultado si piensa que estás cerca de ella. Presentirá que hay una trampa. Vas a tener que seguir río abajo y atraer la cacería sobre ti.
Rachael se removió nerviosa mirando con aprensión a su hermano.
– ¿Qué tipo de protección trajiste?
– Tengo a algunos de mis mejores hombres. No va a ser fácil sorprenderme, ni siquiera para su leopardo asesino. Rachael, no te preocupes por mi. Puedo cuidar de mi mismo -la tranquilizó Elijah.
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