La siguieron justo hasta el cine, Drake mantuvo unos pocos coches entre ellos siempre.
– Mejor que la película no sea alguna historia de amor desaliñada -siseó Joshua mientras se movían sigilosamente por el parking, ocultándose detrás de los coches, llevando el mismo paso que ella.
– Ajá -dijo Drake-. Creo que el macho está esperando. Ahí está, le ha agarrado de las dos manos, mirándola a los ojos. ¿Le reconoces?
– Creo que es el tipo del teléfono. Le he visto por ahí. A Jake no le va a gustar esto -indicó Joshua con un pequeño gemido.
– Ni a Emma si nos atrapa. Ojala pudiéramos deshacernos de este tipo de algún modo. ¿Tienes alguna idea? -preguntó Drake con esperanza.
– Quizá deberíamos llamar a Jake ahora mismo y dejar que lo maneje él -sugirió Joshua.
– ¿Estás loco? -Drake empujó el dinero hacia la mujer en el mostrador de billetes-. Cualquier película a la que vayan ellos -agregó, cabeceando hacia Emma y su cita cuando entraron.
– Oye, estamos de suerte -exclamó Joshua alegremente-. Es una comedia. Espero que consigamos buenos asientos.
– ¡Joshua! -Drake golpeó al hombre más joven con el sombrero-. Estamos aquí para mantener un ojo en el macho. ¿Cómo infiernos nos ha engañado ese tipo al que no hemos comprobado?
– Espero que tengas más dinero. No tengo un centavo. Esto es genial. Realmente quería ver esta película. -Joshua se tocaba los bolsillos-. Necesito palomitas.
Drake le empujó, frunciendo el ceño oscuramente.
– ¿Mantendrás la mente en el trabajo? Sigue así y te dejaré aquí.
– ¡Rápido! Están entrando -indicó Joshua apresuradamente-. Los perderemos. Ponte en la fila, ¿lo harás?
– Shh -amonestó Drake, dejando pasar a varias parejas frente de ellos-. Y no voy a conseguirte palomitas de maíz. Estamos trabajando.
– No seas mezquino. Me gustarían unas palomitas. No puedes ver una buena película sin palomitas. Si él no se para en la cafetería, síguelos y te alcanzaré después de que consiga algunas palomitas. Aunque necesitaré dinero.
– Olvida las malditas palomitas -ordenó Drake.
– No sabes cómo divertirte -se enfurruñó Joshua.
– Mantén el ojo sobre ella. ¿Qué le ha pasado de todos modos? ¿Está enfadada con el jefe? ¿Tuvieron una pelea?
– Dijo que él le había dicho que saliera -dijo Joshua-. Y si sé algo acerca de Emma, es que ella no miente.
– El hombre es un maldito idiota.
– O eso o es un idiota que lo ha entendido mal -Joshua se agachó detrás de un pilar-. Están consiguiendo palomitas de maíz. Huelen tan bien. Vamos, Drake, compra algunas palomitas.
– ¿Te callarás? -demandó Drake frenéticamente.
– Lo prometo. -Joshua cruzó los brazos de modo satisfecho sobre el pecho.
Se quedaron atrás, esperando a que Emma y su cita se sentaran en el cine oscurecido, antes de encontrar un espacio dos filas detrás de ella.
Joshua estaba embelesado con la comedia, riéndose con ganas con las chicas que se reían tontamente sentadas junto a él.
Drake le clavó el codo en las costillas.
– Él está haciendo su movimiento.
– ¿Quién? -Los ojos de Joshua estaban pegados a la pantalla.
– El tipo, su cita. Ha puesto el brazo en el respaldo de su asiento.
Joshua se incorporó, lanzando puñales con la mirada.
– ¿Quieres que le rompa el brazo? Podemos hacerlo parecer un accidente.
– Oh, cállate. No estás ayudando. Sólo mira la maldita película. -Drake sonó totalmente exasperado.
– Bien. -Joshua se las arregló para parecer herido durante cinco minutos, hasta que la película le tuvo doblándose sobre sí mismo de la risa.
Tuvieron unos pocos minutos malos cuando las luces se encendieron, encontrándose atrapados por las personas que salían. Tuvieron que fingir que buscaban algo en el suelo para permitir que Emma y su escolta pasaran. Drake envió una oración silenciosa porque Emma fuera directamente a casa, pero no fue contestada.
Fueron forzados a seguirla al Chateau, un restaurante francés carísimo.
Drake miró a su ropa de trabajo y botas.
– Nos localizará con toda seguridad. Quizá debemos esperar fuera.
– Si esperamos fuera, y tenemos que contarle a Jake acerca de esta tarde, nos dará una paliza. Y no tengo ganas de sufrir una paliza sólo porque Emma se siente retozona.
Jake permitió que la charla fluyera a su alrededor. El olor a conspiración era pesado y la traición apestaba en la mesa, pero todos sonreían y jugaban a sus juegos de apuestas altas. Dean Hopkins, el director de su pequeño negocio que aparentemente fallaba, estaba totalmente a favor de la venta, extendiendo las ventajas cuidadosamente, mientras el círculo de inversores asentían con las cabezas e intentaban convencerle de que le estaban ayudando. Jake mantuvo la cara inexpresiva, mirándolos de cerca, queriendo husmear la razón fundamental por la que estaban tan dispuestos a comprar un negocio que fallaba.
El hombre que más le interesaba era Bernard William, un abogado de la firma conocida por representar a su viejo enemigo, Josiah Trent. William sabía que Jake estaba preparado para hacerse con el negocio de Trent. Un movimiento en falso y todo se vendría abajo. Pero aquí estaba el hombre sentado, preparado para vender a Jake y hacerse un enemigo de por vida, ¿por qué? ¿Qué sabían ellos que él no?
La pequeña cadena de bienes raíces no había obtenido beneficios en tres años. Jake pensaba mantenerlo así. Podría soportar la pérdida, pero no debería haber atraído ninguna atención, no de hombres como ésos sentados a su alrededor, y ciertamente no la clase de oferta que habían hecho. Hopkins debía haber descubierto sus planes y le había vendido, o quizá él era un peón. Eso era la cuestión. ¿Quién le había traicionado? Para averiguarlo, aguantaría esta charada aburrida, porque una vez que encontrara al hombre, lo destruiría…
Ligeramente aburrido, miró alrededor del hermoso y elegante restaurante. Una pareja entró por la puerta, atrayendo su mirada. Por un momento el tiempo se detuvo, cada músculo en su cuerpo se paralizó hasta que estuvo completamente inmóvil. Su corazón pareció dejar de latir. El aliento se inmovilizó en sus pulmones hasta que no pudo respirar.
Emma. Su Emma. Durante dos largos años, había esperado pacientemente a que ella volviera a la vida. Y ahora lo había hecho, pero para otro hombre. No para él. Emma arreglada para otro hombre; no para él. Emma sonriendo al perfecto extraño y colgando el jersey sobre el respaldo de su silla. No había posibilidad de concentrarse en lo que se estaba diciendo en esta reunión de suma importancia, así que Jake no se molestó en intentarlo. ¿Qué importaban unos pocos millones de dólares y un traidor, cuando su vida había estallado en llamas?
Emma parecía hermosa. Cuándo envolviera sus manos alrededor de la garganta, se aseguraría de decirle eso. Había venido a atrapar a un traidor, y el más grande de todos era la persona en la que había confiado sobre todos los otros.
Iba a despedir a todos los malditos guardaespaldas que trabajaban para él. ¿Cómo se habían atrevido a dejarla salir del rancho sin un guardia? ¿Quién era el hijo de puta que había entrado en su territorio de todos modos? Jake reconoció al bastardo como el hombre que había ido al rancho a arreglar los teléfonos. Probablemente había seducido a Emma en la propia oficina de Jake. La imagen de ella sobre su escritorio… desnuda… alzándose para provocarle, sintió el cambio en su interior, el leopardo gruñó y luchó por la supremacía. Por un momento terrible quiso liberar al leopardo, deseó sentir la garganta de su enemigo rota y sangrando, aplastada por sus mandíbulas.
Se levantó, una fluida ondulación de músculos, causando una quietud repentina entre sus socios de negocios. Sin una palabra de explicación, anduvo a zancadas por el cuarto, aflojándose descuidadamente la corbata, sus ojos brillaban dorados, fijos en su presa. Emma alzó la mirada, y sus ojos de terciopelo se abrieron de par en par por la sorpresa. Jake no pudo discernir ni el pedacito más pequeño de culpa. Sus dedos picaron por castigarla. En vez de eso, atrajo una silla con el pie y muy deliberadamente se sentó entre ellos.
Читать дальше