Ella frunció el entrecejo y acarició con la nariz al bebé otra vez.
– ¿Me estás ofreciendo un trabajo como ama de llaves, para cuidar de tu casa y tu hijo?
Él se encogió de hombros.
– No sé nada sobre bebés, ni qué hacer con ellos. Tú puedes cambiarle el pañal, lo cual ya te sitúa un paso adelante de mí.
– Jake -dijo Emma suavemente-, no puede estar tan desesperado como para contratar a una perfecta extraña para cuidar de tu hijo. No quiero discutir sobre el trabajo, pero…
– Y una casa -agregó él.
– Y una casa -estuvo de acuerdo ella-, especialmente cuando estoy en una situación tan mala. Pero no me conoces. ¿Cómo puedes fiarte de mí con tu niño?
– No lo hago.
Las palabras suavemente dichas fueron pronunciadas con completa honradez. Emma levantó la cabeza con brusquedad y su mirada chocó con la de él. Un escalofrío le bajó por la espina dorsal.
– Voy a contratar a un investigador privado. Y te advertiré, no quiero ver jamás, ni oír ni encontrar evidencia de abuso físico, psicológico ni emocional hacia mi hijo. Destruiría a cualquiera que le hiciera daño.
Por primera vez, ella sonrió, una verdadera sonrisa. Fue pequeña, pero estuvo allí.
– Por lo menos tienes algo de sentido.
– Sabía que contrataría a alguien. Necesito a una ama de llaves y a alguien para cuidar a Kyle. Si eso funciona después de que tengas al bebé y disfrutas de Texas, entonces lo resolveremos. Para entonces probablemente tendrás más dinero que yo y no querrás quedarte. -Se encogió de hombros, con cuidado de no permitir ninguna expresión en la cara.
Ella no tendría ninguna oportunidad de escapar una vez que la tuviera en el rancho. Encontraría la manera de mantenerla allí. Incluso si ella no se enamoraba de él al principio, estaba Kyle. Y luego se cercioraría de que el hijo de ella estuviera loco por él. Y el punto clave era el sexo. Sexo caliente y exigente. Si había una cosa en la que era malditamente bueno, era en el sexo y en su habilidad por hacer que una mujer viniera arrastrándose por más.
Jake permitió que su mirada se moviera sobre ella. Emma era hermosa de un modo salvaje y exótico. No la elegante sofisticación a la que estaba acostumbrado, pero ciertamente ella parecía sexy con sus inusuales ojos y su piel perfecta. La boca era materia de fantasías. Tenía absoluta confianza en sí mismo cuando se trataba de atarla a él con sexo. Incluso Shaina, que últimamente lo despreciaba, había seguido regresando, rogando por más.
El sexo era su última arma sobre una mujer como Emma. Ella era dulce e inocente y muy joven a pesar de haber estado casada y experimentar una pérdida trágica. Había brillo en ella, y una pureza que la hacía presa fácil para un cazador hábil, y él era hábil. Antes del atardecer lo sabría todo acerca de ella, inclusive sus flores predilectas, color predilecto, y cada deseo oscuro, secreto y oculto.
– Yo no puedo contratar a un detective para investigarte -indicó Emma-. Así que apenas parece justo.
Él la agarró por el mentón, la almohadilla del pulgar se deslizó por sus labios.
– Necesitas más crema hidratante. El labio inferior se está agrietando. Y puedes leer todo sobre mí en los tabloides. ¿Te gustaría que te trajera unas pocas revistas? La mayor parte de las tonterías son puras sandeces, pero quizás hay una palabra o dos de verdad en ellas.
– Tentador. Muy tentador. La lectura y los chismes creíbles son para mí.
Él tomó el protector labial de la mesita de noche y pasó el índice por encima, aplicándolo a la boca adolorida.
– Kyle duerme. ¿Cómo lo haces? Cuándo yo le sostengo después de comer, se retuerce y generalmente escupe por todas partes. -Lo dijo más para distraerla que por averiguar la información. No tenía la intención de alimentar al niño, sólo se permitiría sostenerlo después de que comiera, pero no podría imaginarse que ella le permitiera salir impune por aplicarle el bálsamo labial.
Jake la quería acostumbrada a su toque. Tenía siete meses, quizá aún más, después de que su bebé naciera, para que se acostumbrara a su cercana proximidad. No la quería pensando en ello, o siendo consciente de él hasta que fuera demasiado tarde. Se aseguraría de que el toque no pareciera sexual, sólo confortante. Cuanto más aceptara ella su toque y se acostumbrara a él, más dependería de él, más fácil sería tomar el control de su vida. Le enseñaría a aceptarle sin que ella supiera que estaba sucediendo. Cuando estuviera lista para aceptar otra relación, su vida estaría apretadamente e irrevocablemente atada a la de él.
– Te lo he dicho -la voz suave de Emma sonó débilmente divertida-. La barriguita estará molesta y nunca se dormirá si lo sostienes lejos de tu cuerpo. Tienes que sostenerle cerca de ti, arriba contra tu pecho. -Los ojos se le suavizaron y fueron más verdes que azules-. ¿Tienes miedo de sostenerle cerca?
Si fuera posible, él quizás se habría ruborizado de un rojo intenso. Quiso sacudirla otra vez. Él no tenía miedo. El niño era simplemente pequeño. Jake era enormemente fuerte. Si cerraba los dedos demasiado apretadamente, quizás hiriera al bebé… eso era todo. No era temor. Él no tenía miedo a nada.
Emma extendió los brazos hacia Jake, tendiéndole al bebé. Jake dejó salir el aliento y se estiró hacia el chico, pensando en salir, en entregarlo a una enfermera.
– No te vayas todavía -dijo Emma y tocó la cama al lado de ella mientras se deslizaba hacia atrás, respingando cuando movió la pierna herida-. Quédate conmigo sólo un poco para que no me ponga paranoica acerca de ir contigo a Texas.
Él raramente permanecía con alguien más tiempo del absolutamente necesario, y Emma estaba bajo su piel con los ojos atormentados y la frágil vulnerabilidad. Además, su hijo dormía pacíficamente en la palma de la mano. Si se sentaba en la cama, estaría atrapado por ellos, por su vulnerabilidad y necesidad de protección. La ferocidad en él se revolvía cada vez que se acercaba a Emma, alzándose como la criatura indomada que era, reconociéndola de alguna misteriosa manera que él no comprendía o en la que no confiaba. Jurando para sí, se hundió al lado de la pequeña y rota mujer.
Ella empujó sus brazos, forzándole a llevar a Kyle más cerca del pecho para que el niño yaciera apretadamente contra su corazón.
– Así. Los bebés a veces tienen la sensación de caer y lanzan fuera los brazos, asustados. Cuándo la manta está apretada alrededor de ellos o están cerca de tu cuerpo, se sienten seguros. Él puede oír el latido de tu corazón y sentir tu calor. -Alzó la mirada inocente-. ¿Cuándo sostienes a alguien, no te sientes seguro y cálido?
La mirada de él se movió a la de ella. Infierno. Nadie le había planteado esa clase de preguntas, no en sus treinta y tres años. Miró abajo hacia su hijo. La cara del bebé estaba relajada, diminuta, rosa y desnuda. Dormía pacíficamente, el aliento tan ligero que Jake apenas podía sentir que su pecho subiera y bajara.
Jake tragó con dificultad y resbaló el dedo contra la palma diminuta. El chico tenía uñas delgadísimas, tan pequeñas que apenas estaban allí. Se le subió un nudo por la garganta, amenazando con estrangularlo. Las manitas eran perfectas, todos los dedos, líneas y espirales, los nudillos, todo. Los deditos estaban envueltos alrededor del suyo más grande y Jake levantó la otra mano, mucho más grande para estudiar las dos.
– Mira esto, Emma. Te juro, mis manos deben haber parecido como estas cuando fui un bebé.
– Deberías conseguir la huella de su mano ahora y luego otra vez cada año para compararlas. Pon la tuya junto a la de él. Será divertido verlo crecer. Planeé hacerlo cuando mi bebé naciera.
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