Se cubrió la cara con una mano. Él había sufrido una pérdida también. Shaina. El nombre sabía amargo en su boca. Shaina y su amigo borracho habían matado a Andy. Extraño, podía ver dolor en los ojos de Jake a veces pero nunca lo sentía, mientras que corría por sus venas con pena, llevándola a una marea de dolor tan fuerte que tenía miedo de no poder sentir felicidad nunca más.
– Sabes que será un arreglo -dijo Jake-. Tendrás mucho dinero. Puedo conseguir que mis abogados sigan trabajando en ello para ti. Una vez que tengas eso, no tendrás que preocuparte por el dinero durante un tiempo. Habría abundante cuidados para ti y el bebé.
– Dinero manchado de sangre. El dinero no puede reemplazar a Andrew. -Dio un tirón hacia adelante, lejos del consuelo de su toque.
Las manos de Jake se apretaron en su pelo, tirándole del cuero cabelludo, y ella dio un pequeño grito.
– Cálmate. No es conmigo con quien estás enfadada -señaló Jake-. Y cualquiera que sea la razón, el dinero ayudará con el bebé. Y vas a necesitarlo, así que si no te importa, me encargaré de ese pequeño detalle por ti hasta que puedas ponerte de acuerdo con ello.
– Lo que sea.
Su voz era baja, pero el triunfo se disparó por Jake ante su aceptación de ayuda. Quería llevarse la pena, una parte de él estaba asombrada y satisfecha de que ella pudiera sentir realmente pena. Él había estado disgustado con la muerte de su bisabuelo, pero ni la mitad de disgustado de lo que ella estaba por la de su marido. Le fascinaba que fuera capaz de amar a alguien tan profundamente que su vida estuviera rota en pedazos cuando él se fuera. Aunque lo intentaba, Jake no podía sentir pena por la muerte de Shaina.
Se encontró no gustándole ese lado de él, esa fría, impasible parte que se aprovecharía de una mujer tan genuina como Emma. Por la poca información que había recogido del personal del hospital y del apartamento, había descubierto que Emma era una mujer independiente, con opiniones fuertes y un sentido de la diversión. Pero en este momento parecía vulnerable y frágil, abrumada por la pena y la pérdida. A él, las duras realidades de su mundo hacía mucho tiempo le habían enseñado, que nadie podía ser tan genuino, pero aunque seguía pensando que encontraría una manera de cogerla en falta, no había sido capaz. Si fuera una actriz, merecía un Oscar.
Bajo sus manos la sintió tensarse, ponerse en alerta, girando la cabeza hacia la puerta.
– El bebé está llorando -dijo-. ¿Puedes traerlo aquí?
Jake frunció el entrecejo. Él tenía la capacidad de oír y clasificar sonidos debido a su «otro», y reconocía instantáneamente el llanto de su hijo. Él era leopardo, su cerebro registraba automáticamente sonidos y conversaciones, revisando los datos y registrando hechos a su alrededor, pero Emma había oído el llanto e instintivamente se había girado hacia este antes de que hubiera sido registrado por él.
Sintió el pecho repentinamente pesado, y en sus oídos, la sangre tronó. Su madre nunca había respondido ni una vez a sus lloros, no cuando había sido un bebé, y ciertamente no cuando había sido pequeño. Esta mujer, esta extraña, tenía más consideración para su hijo que Jake. Sintió vergüenza, culpa y confusión, algo que sucedía mucho en su presencia.
– Si eso es lo que deseas -murmuró, deslizándose de la cama, lejos de su calor.
– Sí, por favor.
¿Cómo podía alguien que había sufrido tales pérdidas, quién se estaba tambaleando por tantos golpes, responder al hijo de la mujer que había causado el accidente? Jake no podía encontrarle sentido. En algunas maneras ella lo asustaba, algo muy difícil de hacer. Jake no tenía miedo al dolor o a mucho de nada, realmente, pero Emma le sacudía en lugares que él no había sabido que existían. No confiaba en nadie, menos de todo en nadie que no comprendiera.
Cuando llevó con cautela el chico al cuarto de Emma, trató de averiguar qué posible punto de vista podría tener ella aparte de genuino calor. Él tenía un motivo para traerle al niño. La quería en su vida, amándole a él y al chico. Si pudiera utilizar su interés en el niño para atraparla y llevarla a casa con él, lo haría. ¿Pero cuál era el interés de ella? Ciertamente no él como macho. Infiernos, ni siquiera parecía advertir que él fuera un hombre. Ni su dinero. Nada. Él simplemente no le interesaba.
Cuándo abrió la puerta, la mirada de ella saltó hasta su cara y él revisó su opinión. Había algo entre ellos -fuerza, poder. Él la hipnotizaba. Era vulnerable y necesitaba que alguien más se hiciera cargo de ella hasta que pudiera encarar su vida sin Andrew. Ella veía la fuerza y el poder de su leopardo, el acero en Jake, y porque necesitaba esas cualidades, él la atraía y eso era un comienzo.
La mirada de Emma vagó al bebé que él sostenía con torpeza, fuera y lejos de su cuerpo. Él le dirigió una pequeña y desconcertada sonrisa.
– Necesita que lo cambien. Intenté que lo hicieran las enfermeras, pero dijeron que necesitaba practicar. Es espantoso sostener a un bebé que se menea en la palma de la mano.
– Esa no es la manera correcta de sostenerlo, Jake -aconsejó ella suavemente-. Tienes que mantener su cuerpo cerca del tuyo para que se sienta seguro.
– Está mojado. -Jake hizo muecas.
– Él es el bebé, no tú. Ponlo en la cama para que puedas cambiarle.
Jake no podía ponerle el pañal ni para salvar su vida. Dejó al chico en la cama al lado de Emma mientras trabajaba, todos pulgares, para conseguir que el pañal no se cayera. En el momento en que levantó al niño, la cubierta resbaló y cayó a la cama. El bebé gimió en protesta, agitando los pequeños brazos en el aire mientras Jake se pasaba las manos por el pelo y respiraba con dificultad.
– No lo estás haciendo bien. -La voz de Emma estaba matizada con diversión.
Jake sintió el triunfo explotar por él, pero mantuvo un ceño agitado e impotente en la cara.
– Puedo ver eso -admitió, rechinando los dientes-. Aquí parece haber algún secreto que me elude. -Mantuvo una mano en el estómago del bebé para evitar que cayera por el borde de la cama y miró a Emma.
Cuanto más fuerte lloraba el bebé y más se retorcía, más color pareció venirle a la pálida cara. Jake podía ver que se estaba angustiando mirando su aparente torpeza.
Se inclinó hacia el bebé.
– Permíteme.
Jake se permitió hundirse en la cama al lado de ella.
– No sé si debes estar moviéndote tanto.
– Es sólo mi pierna -dijo Emma. Respingó cuando trató de mover el miembro herido bajo las mantas, estirándose para incorporarse.
Jake suspiró.
– Aquí. Toma al chico mojado y yo moveré la pierna por ti.
Él descargó prácticamente al bebé en sus brazos, el pañal vibrador y todo, antes de estirarse bajo las mantas y medio levantándola, la empujó a una posición más cómoda.
– ¿Qué tal así?
Emma asintió sin contestarle, bajando la mirada a la cara del bebé. Se parecía a su padre. Sus ojos. No el color azul borroso de la mayoría de los recién nacidos, sino más bien unos formales ojos dorados que no sonreían. Era esto lo que la molestaba acerca de Jake. Su voz era expresiva, y a veces su boca sonreía o frunció el entrecejo, pero no había emoción en sus ojos. Y había poco en los ojos de su hijo. Como si el chico ya hubiera sufrido demasiado dolor y pena. Ella sabía sobre eso y no quería que el niño empezara su vida en la tristeza.
– Todo está bien, pequeño -murmuró suavemente-. Nadie va a herirte jamás.
La cabeza de Jake dio un tirón.
– No le prometas eso. No le cuentes mentiras. -Su voz fue dura, y se estiró hacia el niño, sacándolo de los brazos de ella.
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